martes, 8 de octubre de 2019

Detrás de una mirada triste: la historia de Valentina

24 de agosto, Buenos Aires.

Me encontraba en el segundo festejo por el día del niño. Por estas fechas hay muchísimos eventos en todo el país, pero la diferencia entre aquellos que son más difundidos por las redes sociales y los eventos en los que participé yo, es que trabajamos junto a comedores, los niños que asisten están en situaciones vulnerables o contextos familiares difíciles, por lo que hacerle sonreír a un niño que está en medio de tantos problemas es un desafío.
Quien me ayudó a organizar todo se acercó a mí presentándome a una niña de seis años, Valentina. Una niña tímida, con la mirada hacia abajo, apenas pudo decirme su nombre luego de preguntárselo varias veces. En voz baja la señora me explicó su situación: "la mamá es adicta, y la dejó, está un poco triste".

Se quedó conmigo y sentí una gran responsabilidad de cuidarla, ya que era muy pequeña y estaba completamente sola. Otro payaso llegó a la fiesta, él ya tiene experiencia, hacía chistes cada dos segundos, tenía un disfraz mucho mejor hecho que el mío, y muchos más materiales para hacer reír a los niños, tengo que admitirlo, me hacía reír hasta a mí. Intenté que Valen pudiera unirse con los niños que rodearon al payaso y cuando él le habló e hizo el típico chiste que hacía con todos ella solo no respondía y se quedaba seria. Lo intentó por varias veces hasta que por fin le dijo su nombre con una voz apenas audible y sin soltarme la mano.
Las burbujas son siempre una excelente opción cuando me quedo sin ideas, le pregunté si le gustaban y solo asintió con la cabeza. Los niños se empezaron a amontonar y a perseguir las burbujas mientras que Valen solo explotaba las que llegaban hasta ella.
Mi amiga, quien me acompañaba y también estaba disfrazada se quedó ayudando al otro payaso mientras que yo me quedé con Valen y seguíamos con las burbujas. Sin querer un montón de burbujas se quedaron en la campera de mi amiga, quien no se dio cuenta, y la pequeña moría de la risa, por primera vez la vi sonriendo de verdad.
Por fin se animó a pedirle un globo al payaso, le hizo una jirafa, un gato y al final un corazón, quien dio ese empujón para que pudiera animarse a jugar.


Empezamos a jugar a ponerle el globo de corazón en la cabeza de los demás y de a poco la niña tímida que conocí al principio se iba. Me dieron un globo de espada y empezamos a correr por toda la cuadra para ver quién ganaba, ¿cómo era el juego? no lo sé, pero ella corría, saltaba y sonreía como debería de hacerlo siempre.
Cada tanto le daban golosinas a los niños y ella siempre que recibía algunos caramelos los juntaba con sus dos manos y me hacía elegir uno. En una ocasión le dieron solo un caramelo y sin pensarlo ella lo abrió y lo partió por la mitad, dándome un pedazo a mí también.

Dibujamos un rato, seguimos corriendo, haciéndole bromas al payaso, hasta que se animó a subirse a los juegos también, cada tanto me miraba y me saludaba y yo moría de la emoción de saber que en su mente solo estaba el deseo de jugar y ya no la tristeza con la que llegó.

Las drogas no solo afectan a quien las consume, sino a toda su familia. Valentina es un claro ejemplo de eso, quien con seis años se da cuenta de lo que ocurre a su alrededor afectando su personalidad, estado de ánimo y sobretodo: su infancia.

3 comentarios:

  1. Felicidades por tu redacción y la historia tan interesante

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  2. Que bonita historia y un gran mensaje al final, triste pero esas cosas suceden y destruyen no sólo una vida sino la de los que están alrededor.

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