domingo, 6 de septiembre de 2020

Niños encerrados con el enemigo en cuarentena

La mamá de Jimena estaba muy nerviosa con la pandemia, su hija de tan solo seis años sufría de asma y temía que se contagiara por lo que la pequeña no salió en ningún momento de la casa para no exponerla.

-No hija, no podés acompañarme al supermercado, ya sé que los chicos pueden acompañar a los padres pero es mejor que te quedes así estás más segura, te traigo un chocolate, ¿te parece? -le decía cada vez que debía salir para que la pequeña no insistiera.

Le parecía normal que quisiera salir a donde fuera, habían pasado meses desde la última vez que había estado en la calle y seguro estaba aburrida y cansada. Pero tenía que entender. Lo hacía por su salud.

Le enseñó a lavarse correctamente las manos, a usar alcohol en gel con frecuencia y se encargaba de desinfectar absolutamente todo antes de que llegaran a las manos de la niña, cada uno de los productos que traía del supermercado tenían que estar lo más limpios posible. 

El papá de Jimena comenzó a trabajar de forma virtual por lo que se encargaba de cuidar a la niña cuando era necesario. 

-Mamá, extraño la escuela -le confesó la pequeña mientras se acostaba y la mamá estaba a su lado para leerle un cuento.

-¿En serio? ¡pero si decías que la odiabas! preferías jugar en casa. 

-Sí pero papá trabajaba afuera y podía jugar a otras cosas, él no es divertido y siempre dejás que él me cuide, pero no sabe jugar. 

-Sí mi amor, porque yo tengo que trabajar sí o sí afuera, hacer las compras... las cosas están muy mal y me da mucho miedo que pudieras enfermarte, tenés que entender que te estoy cuidando, en casa estás segura de ese virus malo que tanto te asusta. 

-¡No, no me asusta! -responde enojada.

-¿Entonces por qué llorás tanto cada vez que hay más casos y se extiende la cuarentena? -pregunta confundida. 

-Porque papá me dice que mientras el virus malo siga él va a estar en casa para jugar conmigo cuando no estás, por eso prefiero jugar en la escuela con mis compañeros y no con papá, él solo quiere jugar a las cosquillas y a los novios, me da muchos besos pero no me gustan mamá, no son como tus besos antes de dormir, no entiendo mamá, ¿por qué hay que sacarse la ropa para jugar? ¡hace frío todavía!

Muchos niños, niñas y adolescentes están encerrados con el enemigo, hay que aprender a protegerlos de cualquier peligro, aunque se encuentre en casa. Muchas veces la seguridad no se encuentra en el hogar. 

También a los varones: la historia de Lucas

Lucas enciende la televisión y en las primeras noticias de la mañana escucha a una periodista hablando sobre el maltrato hacia las mujeres. "No te quedes callada" es la última frase que dice antes de que comiencen los comerciales. 

Al salir de la escuela entra a sus redes sociales y ve que se está difundiendo una fundación y una línea gratuita que ayuda a las niñas y mujeres que sufrieron abuso sexual. Sigue bajando y ve que sus familiares compartieron una imagen con un texto: "las niñas no se tocan, no se violan, no se matan". 

A la noche hicieron una cena familiar y uno de sus tíos comenzó la charla:

-¿Vieron la noticia del alumno que supuestamente fue abusado por su maestra? ya quisiera yo que me hubiese pasado eso en la adolescencia -dice riendo luego de probar el primer bocado.

-¿Dónde pasó eso? ¡yo no vi nada! -agrega la abuela.

-Porque no tenés redes sociales, mamá, esas cosas no salen en la televisión, no sé dónde pasó pero lo vi en Internet y me dio mucha risa, ¿te imaginás? trece años y su maestra lo acosa -responde remarcando con sus dedos las comillas al decir la última palabra - después vi otra noticia, un chico de dieciséis años denunció a su profesor de fútbol porque dice que lo tocaba cuando tenía once años, ¿me vas a decir que no pudo defenderse? tan hombrecito no era... para mí le gustó y ahora se arrepintió -dijo en un tono burlón. 

-¿Por su profesor de fútbol? ¿y él se dejó? los chicos cada vez están peores -responde la abuela.

-Tío, por Dios, capaz sí la pasaron mal, hoy justo vi una noticia igual en donde un profesor acosaba a su alumna de quince años, horrible. -dice Lucas indignado con su comentario.

-Pero es diferente, Lucas, ese hombre es un sinvergüenza, se aprovechan de que las jovencitas son vulnerables en esos momentos, seguro le dobla la edad... ¡Además siendo su profesor! espero esté pagando por lo que hizo -comenta y lanza un suspiro. 

Nadie habló ni opinó al respecto. 

Lucas siguió viendo noticias, leyendo publicaciones y escuchando los comentarios de su familia durante las reuniones. Leyó una publicación que compartió su tío, una foto que se estaba haciendo viral, un cartel que decía "si le cuesta contarte que se sacó una mala nota, imagínate lo difícil que es para ella confesar un abuso". 

-¿Viste lo que conté la otra vez? ahora vi otra noticia, una adolescente de catorce años se animó a contar que fue abusada por su padrastro cuando tenía siete años, te juro se me partió el corazón, ¿cómo hay personas que pueden hacer algo así? -comentó el tío de Lucas nuevamente en otra reunión familiar - Hay que estar mal de la cabeza, no quiero ni pensar cómo estará la chica ahora, llena de traumas. 

Una mirada de odio fue lanzada hacia Lucas, de también catorce años, no venía de parte de su tío, de su abuela o algún otro familiar, venía desde la punta de la mesa, donde acostumbraba a sentarse el padrastro de Lucas. Entendió la mirada. Se quedaron todos callados nuevamente. 

Lucas sabía perfectamente que había personas así, él convivía con un abusador desde que nació, su figura paterna había sido aquel hombre, el mismo que siempre se encargaba de decirle que era un maricón y de que nadie le iba a creer o se iban a burlar en las reuniones familiares.