miércoles, 6 de julio de 2022

Secuelas del abuso: mi experiencia con la anorexia nerviosa

Año 2020. En mi peso más bajo: 

"Tengo hambre" me decía para mí misma en un llanto desconsolado. Pensaba en la gente que me llama desagradecida porque teniendo la heladera llena estaba torturando a mi cuerpo privándolo de comida sin ver la cantidad de personas que pasan hambre porque realmente no pueden comprar comida, y también pensaba en que ellos no entienden nada y en que tampoco quería ni podía explicarlo, porque tenía hambre y mi mente no podía pensar en otra cosa. Los minutos pasaban y mi desesperación iba en aumento, el llanto no cesaba y solo podía pensar en el kilo de helado que habían comprado el día anterior o en el pote de dulce de leche sin abrir. Compraron una marca nueva de pan y a nadie de mi familia le había gustado, en ese momento fantaseaba con poder acercarme y tomar una rebanada, ponerla en la tostadora y tener cerca ese aroma tan característico del pan tostado, untado con dulce de leche o mermelada... ¿de frutilla o durazno? Me acerqué a la heladera y abrí el freezer, vi el helado y abrí el pote para observar más de cerca, crema americana, dulce de leche y vainilla, lo acerqué a mi nariz y pasé lentamente mis dedos por los bordes, llevando ahora a mi mano hacia mi boca. La alejé de inmediato, si sentía el gusto cortaba el ayuno y la ansiedad aumentaría, me lavé las manos y guardé el helado. Me felicité a mí misma intentando convencerme de que no necesitaba de esa comida basura. Solo es azúcar. En ningún lado dice las calorías y ese día estaba estrictamente calculado para que consumiera trescientas y así lo había hecho, no podía arruinar todo de noche, a oscuras, sola y en ese estado. Si alguien me viera, ¿qué pensaría? Esta loca que no se puede controlar. O eso pensaba de mí misma. Control. Eso necesitaba. No había pesado los arándanos ni las hojas de lechuga para terminar el día con helado. No. 

Lloraba y mi mente me hacía recordar toda la comida que había, me pedía a gritos que fuera a buscarla. O quizás era mi cuerpo quien me lo exigía. 
"Si tan solo pudiera comer sin engordar no estaría así de triste" pensaba mientras buscaba otro pañuelo. "Mentira, siempre estás así, solo que llorar por tener hambre duele menos" me respondía en un estado de desesperación total. Recordé las noches anteriores, también llorando y con el estómago lleno, en esos instantes recordaba todo con intensidad, el pasado me dolía, el presente lo odiaba y el futuro me daba miedo, sentía todas las emociones que cuando tengo hambre, no existen o no me importan. No tengo amigos, él me arruinó la vida, y nadie hizo nada, no tengo a nadie para contarle cómo me siento, otra vez tuve pesadillas... sentía la soledad, el miedo, el abandono, la tristeza, la decepción... pero en ese momento en el que había dejado el helado y estaba de nuevo en mi habitación solo sentía una cosa: hambre. 




Actualidad

No recuerdo tener una buena relación con la comida ni con el ejercicio después de mi adolescencia. Específicamente después de los 11 años. Recuerdo que como toda niña casi adolescente comencé a crecer y no solo de altura, tenía más caderas, piernas, era niña pero dejaba de serlo cada día un poco más y no era algo que me afectara tanto. A diario me decían que me veían más grande y me daba lo mismo, es como si me dijeran que el corte de cabello me quedaba bien o que la ropa que usaba estaba linda, solo repetía un "gracias" y seguía mi día, ningún comentario afectaba mi día. Al menos no de los desconocidos. Pero llegó su comentario, su opinión sobre mi cuerpo. 

"Por fin estás dejando de ser puro hueso, ahora tengo dónde agarrar, me gusta más así". 

A quien había abusado de mí toda mi infancia le gustaba mi inevitable cambio, le gustaban mis piernas, le gustaba que no fuera "puro hueso", así lo prefería y quizás el abuso empeoraría. "Estoy gorda, tengo que hacer algo" pensó mi mente infantil. 

De a poco dejaba de comer, escupía la comida en las servilletas y me iba al baño de inmediato, jugaba con la comida y la distribuía alrededor de todo el plato para que pareciera que comí, me interesaba ayudar en la cocina y a servir así mi plato tenía lo menos posible. El abuso siguió. Comencé a comer en exceso y escuche "bulimia" a los 14 años. Ya sabía de calorías y dietas. 

Creían que mejoraba porque bajaba de peso pero era ir de un trastorno de la conducta alimentaria a otro, bulimia, anorexia, trastorno por atracón... un bucle que dejaba confundidos a todos y por supuesto, a mí también.

Incluso cuando el abuso cesó yo seguía y mi obsesión por querer desaparecer aumentó, pasando de 78 kg a 36 kg en un año. Calorías estrictamente calculadas, horas de ejercicio hasta sentir que me desmayaba, bebidas energizantes, sueños con comida, obsesión por la cocina y por alimentar a otros menos a mí, pesarme más de diez veces al día, tomarme las medidas diario, sentir que había una recompensa o un castigo, ayunos, ansiedad, insomnio, restricción... mi vida se basaba en sobrevivir mientras quienes me habían visto con obesidad me felicitaban por mi "fuerza de voluntad".

Mucho té, mucho café, mucha agua, había que engañar al cuerpo y a la mente, mañana sería otro día y podría desayunar las pocas calorías que me permitía. Estaba sola. Nadie lo entendía. Pero llegué con un equipo de nutricionista, médica clínica y psicóloga que me dieron un poco de esperanza, aunque no supe aprovechar la oportunidad ni la ayuda, a pesar de todo, seguía bajando.

"Anorexia nerviosa" dijo mi médica clínica junto con mi nutricionista en una misma voz cuando enojada grité que no había ningún diagnóstico y que no era para tanto cuando nombraron la internación. El tratamiento ambulatorio no estaba funcionando. 
Me negué rotundamente y abandoné todo por el temor a que me obligaran y me internaran. 
No había estado tantos meses casi sin comer para que en el hospital me dieran todo lo que tenía prohibido. Estaba logrando lo que quería y no, no era morir por inanición sino desaparecer, ser pequeña. Aquellos comentarios como: "estás muy mal, te ves horrible", "así nadie se va a fijar en vos", "sos puro hueso", "tu cuerpo no tiene gracia" me alimentaba, no quería adelgazar para gustarle a alguien sino todo lo contrario, para que mi cuerpo nunca más fuera visto.

"Estoy segura de que no hacés esto para que te quede bien la bikini para ir a la playa, hay algo más" me dijo la primera vez que vi a mi nutricionista y me quebré en llanto. 
"Es que no podés perder más grasa, mi amor, es músculo, no queda grasa" dijo mi médica clínica en una ocasión mientras el llanto no cesaba. 

Cada vez veía un hueso más y por raro que suene, sentía que estaba logrando mi objetivo de desaparecer y que era puro hueso, tal y como él odiaba. Al pensar todo el día en calorías, comida, recordaba el abuso como si le hubiera pasado a alguien más, solo sentía hambre. Antes soñaba con el abuso, tenía pesadillas constantes, flashbacks y esos sueños dejaron de ser sobre él para soñar que comía en exceso. "No, solo fue una pesadilla, llevo 48 hs de ayuno" me decía para tranquilizarme. 

Las secuelas de un abuso sexual son muchísimas, entre ellas un trastorno de la conducta alimentaria, es una tortura realmente pero a su vez increíble lo que hace la mente para poder protegernos. Todavía sigo luchando contra eso aunque lleve años. La voz de la anorexia no tiene vacaciones en mi vida. Nunca se va. Muchos siguen comentando sobre mi cuerpo, si adelgazo o si engordo, como si no pudiera verlo, como si no tuviera un espejo, una balanza y una cinta métrica en mi casa. 
Por favor, no hablemos de cuerpos ajenos, no sabemos por qué están cambiando su aspecto físico. Puede haber mucho detrás y nuestro comentario puede incluso alimentar al TCA y seguirlo fomentando. 

Mi instagram: @MicaKuudere

sábado, 26 de junio de 2021

El lenguaje

 Siempre quise hablar en otro idioma,

expresarme en un alfabeto desconocido,

decir lo que tenía dentro y permanecía escondido,

conseguí cantar en japonés,

y llorar y maldecir en portugués, 

agradecer y soñar en italiano, 

y hablar quizás para quien entendía, un poco de inglés.

Mientras gritaba lo que sentía en francés,

hasta que mi idioma se convirtió en mudez

y el silencio se fue apoderando de mi ser,

y mis palabras estaban en español,

pero jamás salían de mi interior, 

el lenguaje del silencio jamás tuvo traductor. 

En lengua de señas pude expresar mi temor

y en braille expresar todo el dolor,

pero mis sentimientos continúan 

todavía deambulando en el aire de mi habitación.


jueves, 11 de marzo de 2021

La herida necesita ser curada, no tapada

Toma un cuerpo pequeño, a veces uno inmenso,

una edad corta, o una avanzada,

y te sumerge de a poco en el infierno, 

convenciéndote de que es lo mejor y lo correcto,

tu mundo se hace trizas, todo es incendio,

obligándote a vivir en un universo paralelo.

Primero te observa y después se decide,

arrastra sus garras por fuera y por dentro,

te toma del cuello, te habla lento,

y su voz son tempestades que invaden tus sentidos,

te acaricia el cabello,

y todo se quiebra, y todo cae, 

abraza tus extremidades 

y estas ya no sienten, desaparecen.


Te mira a los ojos y tu mirada se apaga,

te besa en los labios y tu voz es silenciada,

con sus manos recorre tu cuerpo,

dejando en cada lado una marca, un hueco.

Primero acaba con tu mente, con tus sueños,

destrozando la confianza, sembrando miedos,

te modifica la idea que tenías sobre el deseo,

ya nada más importa que un peso, o un hueso.

Luego prosigue con lo que se observa en tu reflejo,

transformando en agua inquieta al espejo,

llenando con el mismo líquido tu liviano cuerpo.

Te jura que te va a gustar y te pide silencio,

al principio hay dolor, luego hay premio, 

aguantando la respiración, tragando el veneno,

quebrantando algo más que el organismo,

convirtiendo la carne en hielo.


Por fuera una sonrisa mientras se pueda aparentar,

hasta que las secuelas se comiencen a notar, 

y tengas que mentir y robar,

ocultando los golpes y protegiendo

a quien lastima en verdad, 

buscando alimentos que calmen la ansiedad,

que llenen el vacío emocional,

que causa el callar, el fingir, el aguantar. 

Te priva de lo necesario para vivir,

y tus fuerzas se esfuman como el polvo en el aire

mientras te deja débil y en la cama,

sin energía para luchar o hablar, 

vas a perder, solo queda soportar,

anestesiar la mente y rogar escapar.

Te consuela la soledad, 

en ella no hay gritos, solo paz, 

una pastilla más, otro clonazepam.

Olvidando la decepción y calmando al corazón,

que aun cansado y sin motivos,

late como si estuviera en una maratón,

anhelando quizás, también escapar del dolor, 

el mismo que ambos denominan "amor",

en el nombre del padre,

en el nombre de la perfección. 


Este escrito lo compartí únicamente con mi psicóloga y ahora con ustedes. A ella no le expliqué absolutamente nada, solo se lo pasé por mail. Mi objetivo al sentarme y volver a expresar lo que siento mediante la escritura era poder poner en palabras de una vez lo que me estaba sucediendo para lograr entenderme, y para eso me hice una pregunta: ¿qué me duele en estos momentos, el dolor del abuso o pasar por un trastorno de la conducta alimentaria? y llegué a la conclusión de que ambas cosas estaban en mi mente y luego siguió la siguiente pregunta: ¿cómo me afecta cada una de esas vivencias a nivel físico y mental?

Así surgió este escrito, mezclando las secuelas de ambas cosas pude darme cuenta de cuánto en común tenían, a quien abusa no le importa la edad como tampoco al trastorno de la conducta alimentaria (TCA). Ambos hacen que sientas que tu cuerpo no vale nada, destroza tu mente, tus sueños, acaba con todo hasta dejarte sin fuerzas para poder luchar. 

Es un poco el contexto que puedo darles para que puedan entender un poco más este escrito, volviéndolo a leer después de mi explicación creo que se entiende un poco más cómo pasar por una situación traumática nos cambia la vida para siempre, por mucho tiempo intenté tapar el dolor pero solo volvió haciéndome sentir exactamente igual de miserable. Lo mismo pasa con las adicciones, relaciones violentas, insomnio, pesadillas, ansiedad, fobias, depresión... si no sanamos aquello que nos pasó y simplemente queremos olvidarlo esos sentimientos van a volver y de forma más intensa. No podría dar otro consejo más que permitirnos sentir y atravesar el duelo, pasando por cada una de las etapas, no importa cuánto tiempo dure, la herida necesita ser curada, no tapada. 

domingo, 6 de septiembre de 2020

Niños encerrados con el enemigo en cuarentena

La mamá de Jimena estaba muy nerviosa con la pandemia, su hija de tan solo seis años sufría de asma y temía que se contagiara por lo que la pequeña no salió en ningún momento de la casa para no exponerla.

-No hija, no podés acompañarme al supermercado, ya sé que los chicos pueden acompañar a los padres pero es mejor que te quedes así estás más segura, te traigo un chocolate, ¿te parece? -le decía cada vez que debía salir para que la pequeña no insistiera.

Le parecía normal que quisiera salir a donde fuera, habían pasado meses desde la última vez que había estado en la calle y seguro estaba aburrida y cansada. Pero tenía que entender. Lo hacía por su salud.

Le enseñó a lavarse correctamente las manos, a usar alcohol en gel con frecuencia y se encargaba de desinfectar absolutamente todo antes de que llegaran a las manos de la niña, cada uno de los productos que traía del supermercado tenían que estar lo más limpios posible. 

El papá de Jimena comenzó a trabajar de forma virtual por lo que se encargaba de cuidar a la niña cuando era necesario. 

-Mamá, extraño la escuela -le confesó la pequeña mientras se acostaba y la mamá estaba a su lado para leerle un cuento.

-¿En serio? ¡pero si decías que la odiabas! preferías jugar en casa. 

-Sí pero papá trabajaba afuera y podía jugar a otras cosas, él no es divertido y siempre dejás que él me cuide, pero no sabe jugar. 

-Sí mi amor, porque yo tengo que trabajar sí o sí afuera, hacer las compras... las cosas están muy mal y me da mucho miedo que pudieras enfermarte, tenés que entender que te estoy cuidando, en casa estás segura de ese virus malo que tanto te asusta. 

-¡No, no me asusta! -responde enojada.

-¿Entonces por qué llorás tanto cada vez que hay más casos y se extiende la cuarentena? -pregunta confundida. 

-Porque papá me dice que mientras el virus malo siga él va a estar en casa para jugar conmigo cuando no estás, por eso prefiero jugar en la escuela con mis compañeros y no con papá, él solo quiere jugar a las cosquillas y a los novios, me da muchos besos pero no me gustan mamá, no son como tus besos antes de dormir, no entiendo mamá, ¿por qué hay que sacarse la ropa para jugar? ¡hace frío todavía!

Muchos niños, niñas y adolescentes están encerrados con el enemigo, hay que aprender a protegerlos de cualquier peligro, aunque se encuentre en casa. Muchas veces la seguridad no se encuentra en el hogar. 

También a los varones: la historia de Lucas

Lucas enciende la televisión y en las primeras noticias de la mañana escucha a una periodista hablando sobre el maltrato hacia las mujeres. "No te quedes callada" es la última frase que dice antes de que comiencen los comerciales. 

Al salir de la escuela entra a sus redes sociales y ve que se está difundiendo una fundación y una línea gratuita que ayuda a las niñas y mujeres que sufrieron abuso sexual. Sigue bajando y ve que sus familiares compartieron una imagen con un texto: "las niñas no se tocan, no se violan, no se matan". 

A la noche hicieron una cena familiar y uno de sus tíos comenzó la charla:

-¿Vieron la noticia del alumno que supuestamente fue abusado por su maestra? ya quisiera yo que me hubiese pasado eso en la adolescencia -dice riendo luego de probar el primer bocado.

-¿Dónde pasó eso? ¡yo no vi nada! -agrega la abuela.

-Porque no tenés redes sociales, mamá, esas cosas no salen en la televisión, no sé dónde pasó pero lo vi en Internet y me dio mucha risa, ¿te imaginás? trece años y su maestra lo acosa -responde remarcando con sus dedos las comillas al decir la última palabra - después vi otra noticia, un chico de dieciséis años denunció a su profesor de fútbol porque dice que lo tocaba cuando tenía once años, ¿me vas a decir que no pudo defenderse? tan hombrecito no era... para mí le gustó y ahora se arrepintió -dijo en un tono burlón. 

-¿Por su profesor de fútbol? ¿y él se dejó? los chicos cada vez están peores -responde la abuela.

-Tío, por Dios, capaz sí la pasaron mal, hoy justo vi una noticia igual en donde un profesor acosaba a su alumna de quince años, horrible. -dice Lucas indignado con su comentario.

-Pero es diferente, Lucas, ese hombre es un sinvergüenza, se aprovechan de que las jovencitas son vulnerables en esos momentos, seguro le dobla la edad... ¡Además siendo su profesor! espero esté pagando por lo que hizo -comenta y lanza un suspiro. 

Nadie habló ni opinó al respecto. 

Lucas siguió viendo noticias, leyendo publicaciones y escuchando los comentarios de su familia durante las reuniones. Leyó una publicación que compartió su tío, una foto que se estaba haciendo viral, un cartel que decía "si le cuesta contarte que se sacó una mala nota, imagínate lo difícil que es para ella confesar un abuso". 

-¿Viste lo que conté la otra vez? ahora vi otra noticia, una adolescente de catorce años se animó a contar que fue abusada por su padrastro cuando tenía siete años, te juro se me partió el corazón, ¿cómo hay personas que pueden hacer algo así? -comentó el tío de Lucas nuevamente en otra reunión familiar - Hay que estar mal de la cabeza, no quiero ni pensar cómo estará la chica ahora, llena de traumas. 

Una mirada de odio fue lanzada hacia Lucas, de también catorce años, no venía de parte de su tío, de su abuela o algún otro familiar, venía desde la punta de la mesa, donde acostumbraba a sentarse el padrastro de Lucas. Entendió la mirada. Se quedaron todos callados nuevamente. 

Lucas sabía perfectamente que había personas así, él convivía con un abusador desde que nació, su figura paterna había sido aquel hombre, el mismo que siempre se encargaba de decirle que era un maricón y de que nadie le iba a creer o se iban a burlar en las reuniones familiares. 

domingo, 7 de junio de 2020

MAP: El movimiento social que busca legalizar la pedofilia

Los últimos días en cada red social vimos miles de denuncias públicas hacia diferentes grupos en donde publicaban abiertamente sus delitos, se podían leer a personas publicando fotos de niños, niñas y adolescentes, pidiendo material, ya sean fotos o videos en donde los menores estén siendo abusados. Si bien los usuarios indignados con estas capturas de pantalla reportaban un grupo, cuando este se lograba cerrar, había miles de grupos nuevos, ya camuflándose con los nombres. Nada parecía funcionar, se hacía viral un grupo para que se lo denunciara, pero a su vez, se multiplicaban las cuentas falsas. 

Minor-attracted person, MAP por las siglas en inglés, que traducido al español significa "persona atraída por menores". Su objetivo es que la Organización Mundial de la Salud remueva a la pedofilia de su lista de trastornos mentales y pueda ser visto como algo "normal". 



¿Se trata de trolls de Internet o de algo que va más allá? 

"Las preferencias son preferencias y los gustos son gustos, ustedes no son culpables. Puedes tener 40 años y enamorarte de una niña de 12 añitos, mientras no cometas delitos puedes estar en completa libertad y expresarte como dice tu corazón", era parte de uno de los mensajes distribuidos en estas páginas que ya han sido eliminadas debido a las constantes denuncias. 

Recuerdo que hace unos días vi las capturas de pantalla que sacaron personas que se infiltraron en esos grupos y pude leer cómo pedían y subían fotos de niñas que en varias ocasiones, eran sus propias hijas. Tanto hombres como mujeres estaban publicando con completa libertad cómo abusaban de los niños, compartiendo imágenes, videos y riéndose de la situación. 
Esto no es algo nuevo en lo absoluto, pero a medida que pasan los meses o años, adquiere más popularidad y las redes sociales se llenan de estas personas que ahora piden respeto por sus gustos. 

En esta cuarentena, donde los niños estarían seguros en sus hogares y protegidos de un virus, se publicó en diferentes medios de comunicación el incremento de las búsquedas de material de abuso sexual en la infancia. 
En aquellas capturas que se compartían en diferentes páginas de Facebook que lucha contra estos delitos podía observarse cómo estas personas tomaban videos de niñas bailando en la famosa aplicación "Tik Tok" y se compartían como algo sexual, lo que para estas niñas, solo era una forma de pasar el rato en estos momentos difíciles. 
Sin duda hay mucha información circulando en la red, algunos, incrédulos, dudan que arriesguen su libertad para luchar por legalizar algo tan asqueroso, pero lo cierto es que cada vez les importa menos si puede haber un castigo o no. 

Hay miles de hombres en busca de nuevas víctimas en las redes sociales, niños y niñas que no conocen los peligros de Internet o que están creciendo sin alguien que los oriente, pueden ver incluso en aquellos pedófilos una especie de "amigo" o figura paterna. 
Recuerdo perfectamente cómo se contactaban conmigo cuando era menor de edad cientos de hombres y en sus mensajes escribían frases como: "podría ser como tu abuelito virtual", cuando apenas tenía catorce años. 

Está claro, no tienen miedo de nada, y si cierran un grupo no se preocupan, porque tienen de respaldo mil más, entonces, ¿qué hacer si encuentro material así en la red? 
Se recomienda sacar capturas de pantalla, guardar links, nombres, cualquier dato que pueda ser de ayuda y denunciarlo como un delito cibernético, no a Facebook o en la misma red social sino en la comisaría o mandar una denuncia anónima o por mail a diferentes lugares -que varían según el país- para poder encontrar a esas personas, ya que al borrarse los grupos se pierde por completo el rastro. 

Como adultos nos queda solo proteger a los niños, hablar con ellos sobre prevención y alertarlos, no para asustarlos sino para que estén protegidos y sepan qué hacer si algo les llega a ocurrir. El problema no es una aplicación como Tik Tok o las fotos que se saca una niña en la playa, el problema está en la mirada perversa de estas personas y las intenciones que tienen. 

"MAP no promueve a los pederastas, el objetivo del movimiento es que se permitan las relaciones entre un niño y un adulto, un niño tiene la edad suficiente para amar y un adulto la responsabilidad de mantener una relación, los pederastas son abusadores de niños, y aquí no toleramos esto" escribe un usuario en una página de Facebook. 

Para la identificación se utiliza una bandera con colores rosa, azul y blanco.
El rosa representaría a las niñas y se ubica en la parte inferior.
El azul a los niños y se halla en la parte superior
El blanco esta en el centro y argumentaría que tener esta atracción no es impuro.

sábado, 6 de junio de 2020

No solo es Anonymous contra políticos y celebridades: la realidad está más CERCANA de lo que parece

En los últimos días las redes sociales se llenaron de publicaciones acerca de las revelaciones que estaba haciendo Anonymous, filtrando mensajes que tenían ciertos políticos, famosos, multimillonarios, en donde se podía observar que se dedicaban a la explotación sexual de niños, niñas y adolescentes. En su momento, con la canción "Yummy" de Justin Bieber, se llegó a ver cientos de mensajes ocultos tanto en la letra como en el videoclip y las redes explotaron al unir cada pieza con lo que podían descifrar, para algunos fue algo serio, para otros una broma, pero lejos de quedar en el olvido, con la llegada de estas nuevas revelaciones las teorías volvieron a aparecer y con más fuerza que antes, involucrando a muchas entidades públicas. 

En este escrito no vengo a hacer un análisis ni de la canción ni tampoco de los mails o lista de personas que estarían implicadas en esta red que vulnera todo tipo de derechos de los menores sino de algo más cercano a nosotros. 
Puede ser un tema de interés público ya sea por la indignación que causan ciertas imágenes y como todo comienza a tener sentido o simplemente ser algo del momento para los medios masivos de comunicación, lo cierto acá es que se está hablando de una problemática que hasta hace algunos años era algo que se prefería dejar en secreto. La diferencia ahora es que todos parecen indignarse y publicar en sus perfiles que tal político es una inmundicia humana o que pobre de ese cantante a quien le vulneraron sus derechos a muy temprana edad. Causa repudio en la mayoría de nosotros lo que está ocurriendo y si bien, se está hablando de lo que antes era innombrable, se sigue viendo todo desde lejos, cuando lo mismo podría estar ocurriendo en nuestro barrio o incluso, en nuestra casa. 


Lamentablemente la mayoría de nosotros conoce un caso de abuso sexual en la infancia o a una persona sobreviviente de este delito, y es muy fácil compartir la lista de abusadores que viven en otro país o que no tienen ningún tipo de relación con nosotros, lo difícil acá es abrir los ojos, comprometerse a proteger la infancia y ver la realidad, no solamente detrás del video de Justin Bieber o detectar los mensajes ocultos en los mails de los políticos sino prestar atención al niño que tenemos como hijo, sobrino, vecino... o denunciar a alguien de nuestro entorno familiar y/o social. 

El problema está más cerca de lo que pensamos. Las personas con poder para silenciar a sus víctimas no son solamente figuras públicas llenas de dinero, porque muchas veces, la palabra de aquel "dulce abuelo" o "padrastro cariñoso" vale más que la de un niño/a que manifiesta que está siendo vulnerado en sus derechos. Si pensamos en la palabra "poder", se nos viene a la mente esas personas multimillonarias o con un gran cargo en la política, incluso celebridades, pero, en caso de que un niño esté siendo abusado, ¿qué es necesario para que se mantenga en silencio? ¿dinero, fama, contactos con personas capaces de asesinar...?

Un gran porcentaje de los abusos ocurre con un familiar o conocido del niño, incluso en la misma casa del abusador o de la víctima. Para un niño que crece en un entorno violento o incluso, indiferente, en donde su palabra no es tomada en cuenta es sumamente difícil que pueda ser creído al decir lo que le está sucediendo, si es que puede ponerlo en palabras. 

Los abusadores saben cómo callar a sus víctimas diciéndoles que nadie les va a creer, que van a hacerles daño a alguien a quien el niño ame si hablan, que es un secreto y que el niño es el culpable... un sinfín de amenazas en donde el abusador adquiere poder, ¿por qué? porque suele ser el mejor vecino, el tío que siempre trae regalos, el abuelo más cariñoso... y la confianza está puesta en el adulto, es la palabra de esa "maravillosa persona" contra la de un niño que, si además vive en una situación vulnerable, es opacada al instante. 

No hace falta indagar demasiado en las últimas revelaciones de Anonymous o quedarse indignado para poder ayudar, quizás no a Justin Bieber o a otras celebridades que podrían haber sido víctimas de estos delitos pero sí a los niños que tenemos cerca. Todos los delitos que podría haber cometido aquel multimillonario los puede cometer un familiar o amigo. Pero es más difícil involucrarse realmente con esta problemática si la miramos de cerca.

Si queremos que este delito disminuya, que los niños estén protegidos, que tengan confianza para hablarlo, que sepan que esto existe y puedan detectar cuando algo no está bien, tenemos que salir de la comodidad de compartir una publicación en Facebook pidiendo que se denuncie un grupo o entretenernos con las teorías que hacen los youtubers acerca de todo lo que está ocurriendo y empezar a verlo como algo cercano, porque si nos quedamos con la imagen de que este delito solo lo comete o una persona drogadicta en la calle o un político a quien nunca vamos a conocer, estamos lejos de poder ayudar realmente a resolver este problema de raíz. 

No alcanza con indignarnos, con publicar un emoji triste, ni con presionar "denunciar publicación", necesitamos informarnos sobre el abuso sexual en la infancia y saber qué hacer si llega a pasar en nuestro entorno. Ayuda más que antes de dormir hables con tu hijo sobre sus partes privadas y por qué nadie debe de tocarlas y que en caso de que pase vas a estar para ayudarlo y vas a creerle a que estés hasta la madrugada leyendo con enojo lo que hizo tal celebridad. Claro que está bien informarse sobre lo que está ocurriendo, pero también es necesario informarse a fondo, ¿cómo podría saber si mi alumno está pasando por una situación así? ¿qué hago si mi hijo me contó que un conocido le hizo daño? ¿cómo hablo de la prevención con mi sobrino sin tabúes? ¿cómo ayudo a esta persona conocida que hace poco hizo una denuncia por abuso?

El problema no está solo en un país o en un grupo de depredadores sexuales multimillonarios, creer que es así solo nos aleja más de la realidad, el problema puede estar más cerca de lo que imaginamos. Si te animas a compartir la foto de ese famoso que está en una red de trata de menores, ¿te animas también a denunciar a un familiar o amigo que abuse de un niño? ¿a creerle a tu hijo si te cuenta que una persona lo lastimó, así sea tu esposo? 

Abramos los ojos. El agresor podría estar en tu propio hogar. Y la víctima también. 

lunes, 11 de mayo de 2020

En una clase virtual en lengua de señas mi alumna me confesó su secreto

Sabrina es una niña sorda de nueve años, cuando tenía cinco años, antes de entrar a la primaria, le pusieron el implante coclear en uno de sus oídos para que pueda ir a una escuela convencional con niños oyentes, acompañada con terapias y diferentes profesionales para tener una estimulación temprana, pudo de a poco acostumbrarse a escuchar. Pero lejos de agradarle los sonidos, los detestaba. A diario manifestaba su molestia y el dolor de cabeza que le proporcionaba pero no había otra opción para ella, en la escuela estaba obligada a hablar. Aprendió a leer los labios, pero a pesar de las terapias, su lenguaje no avanzaba, apenas podía repetir algunas palabras, todo lo que quería decir lo hacía con sus manos, con señas que inventaba. Luego de unos años decidieron que lo mejor era que fuera a una escuela especial en donde la forma de comunicación sea la LSA (Lengua de Señas Argentina). 
Así llegó Sabrina a nuestra escuela. Como docente fue un desafío debido a que se comunicaba con gestos pero no era en sí lengua de señas, por lo que era sumamente complicado que la pudiera entender o que ella me entendiera a mí o a sus compañeros. Estuvimos trabajando mucho y poco a poco veíamos avances en ella, pero el problema estaba en su entorno familiar, ellos debían de aprender la LSA también para poder comunicarse con ella y que no quedara aislada. Ninguno de sus familiares se interesó en asistir a las clases. Sus padres ya no entendían lo que la pequeña quería decirles así que solo se dedicaban a levantar el pulgar en señal de aprobación. Insistíamos en la importancia de que al menos sus progenitores aprendieran lo básico pero siempre había una excusa. El único lugar en donde no era ignorada y era tomada en serio era en la escuela. 

Cuando la cuarentena llegó a nuestras vidas se implementó como en las demás escuelas el uso de las clases virtuales, les mandaba actividades a mi reducido grupo de alumnos y una vez por semana nos conectábamos por Zoom para seguir comunicándonos en LSA y reforzar su vocabulario. 
Los padres de Sabrina están separados y ella pasaba la cuarentena con su mamá, su hermano menor y su padrastro, quien se había mudado a su casa hacía poco tiempo. En las clases no participaba demasiado, y cuando la llamaba por su seña personal no contestaba, al principio creí que quizás no le andaba del todo bien el Internet pero luego me di cuenta de que en realidad no estaba prestando atención, miraba hacia abajo y rara vez levantaba la mirada para ver qué estaba pasando en la clase. 


Me preocupó la poca importancia que le estaba dando al estudio, era raro en ella, si algo la caracterizaba es su dedicación a los estudios. Al no haber aprendido la LSA en sus primeros años estaba un poco más atrasada que sus compañeros, por lo que siempre estudiaba mucho y no se perdía una sola clase, el cambio que estaba teniendo en su comportamiento mostraba que algo no estaba bien. 
Nos comunicamos con su mamá, quien era la que convivía con la niña, para manifestarle nuestra preocupación, pero ella solo repetía que hablar con la niña era muy difícil, que no le entendía esas "señas raras" y que no sabía cómo preguntarle qué le estaba ocurriendo. 
Decidí que lo mejor sería hacer una videollamada solo con Sabrina para poder hablar con ella, al proponerle esto a la mamá ella accedió diciendo al final: "a ver si ustedes le entienden, porque yo no".

Ambas nos estábamos viendo y aunque nos separaba una pantalla podía ver su tristeza, no era la misma niña alegre que veía en la escuela. Le pregunté cómo estaba y como si fuera alguno de sus progenitores respondió levantando el pulgar diciendo que todo estaba bien. Le dije que me mirara, que era importante lo que iba a decirle, que estaba preocupada porque su actitud había cambiado mucho y la veía triste, le aseguré que la ayudaría en lo que necesitara. 

Después de solo mirar la pantalla por un buen tiempo expresó con sus manos: "en mi familia nadie me entiende". 

Mamá no me entiende. Me dice que todo está bien siempre. Como si yo estuviera loca. Estoy sola. Ella no quiere aprender lengua de señas. Le dije que no me siento bien. Pero ella dijo que todo está bien haciendo así -dijo mientras levantó el pulgar y asintió con la cabeza- Vivo ahora con F-E-R-N-A-N-D-O -expresó mientras señaba cada una de las letras de su nombre- es mi padrastro. Es malo. Le dije a mamá que no me gusta, me molesta, me toca el cuerpo, pero no me entendió. 

Se me hizo un nudo en la garganta al ver cómo sus pequeñas manos relataban lo que no entendía ni ella ni su madre, el abuso que estaba sufriendo. El padrastro aprovechaba el poco interés que tenía la familia en entenderla para sumergirla más en el silencio. 

Los niños con discapacidad, sea auditiva, visual, intelectual, también son abusados y si están creciendo en un entorno en donde su palabra no es tomada en serio o no les prestan la debida atención, es sumamente difícil que puedan expresar lo que les sucede, debido a que no saben cómo hacerlo. Los abusadores se aprovechan de las situaciones vulnerables de los niños para mantenerlos callados. 
Sabrina pudo contarme su secreto, con sus manos, en lengua de señas, y pude entenderla, pero... ¿cuántos niños siguen buscando la manera de contar lo que está ocurriendo? 

El caso de Sabrina se encuentra en las manos de la justicia y ella con asistencia psicológica, al igual que sus progenitores. 

sábado, 9 de mayo de 2020

"PROFE, NO LO ESCUCHO, DELE A CTRL+F4": Cruel broma a un profesor en las clases virtuales

El video de apenas unos segundos se viralizó rápidamente. Estaban en una clase virtual y uno de los estudiantes aseguró que no lo escuchaba bien -lo cual no era cierto- y le pidió que por favor apretara ciertas teclas para solucionar el problema y activar el micrófono. 
El profesor, Humberto de la Cruz, en Colombia, tuvo que soportar una cruel "broma" por parte de sus alumnos, quienes se aprovecharon de su falta de conocimiento con la tecnología. 
El profesor al escuchar al alumno hace lo que él le dice para arreglar la situación y desaparece de la videollamada, seguido a eso solo quedan los demás estudiantes quienes no dejan de reírse hasta el último segundo del video. 

La situación se compartió por el hijo del profesor, quien asegura que su padre se está esforzando mucho. 
"Mi padre es profesor universitario hace muchos años, no ha sido nada fácil para él adaptarse a esta situación extraordinaria, nunca asiste a una clase sin prepararla con rigor y en esta contingencia por COVID-19 se ha exigido mucho más en su preparación, ha trasnochado los últimos días trabajando con dedicación y disciplina para conocer mejor las herramientas digitales; con mucha paciencia mi hermana y yo le hemos ayudado".

La nueva modalidad de estudio en estos tiempos es todo un desafío no solo para los alumnos que no cuentan con las herramientas necesarias para continuar con sus estudios desde la distancia, sino también para los docentes, que deben de llevar a un medio digital lo que eran sus clases presenciales. Muchos sabrán ya, que al presionar estas teclas, se cierra automáticamente la ventana, pero el profesor, al desconocerlo, simplemente le hizo caso, intentando así, ayudar a que su alumno lo escuchara bien. 

Los enojos por parte de los usuarios en diferentes redes sociales estallaron, y la historia se está compartiendo en el perfil de cada persona indignada por la situación, que está lejos de ser una "broma infantil". 

''Luego del incidente y al explicarle lo que había sucedido realmente, papá se sentó y nos dijo con un profundo dolor y tristeza 'la educación es el servicio más extraño, la gente la paga y no la quiere recibir'''. 

viernes, 8 de mayo de 2020

En una tarea enviada por WhatsApp pude ver la realidad de mi pequeña "alumna agresiva"

 
 

Hace un año terminé el Profesorado en Educación Inicial y esta era mi primera vez trabajando en un jardín de infantes. Ya había hecho mis prácticas en esa escuela por la que le tenía cierto cariño y no fue difícil el adaptarme, ya conocía las instalaciones, a las demás docentes, a la directora. Me asignaron un grupo de quince niños de "salita de cinco" o preescolar junto con la "seño Carolina". Ambas trabajaríamos para prepararlos lo máximo posible para que el próximo año entren a la primaria teniendo ya ciertos conocimientos, de esta manera, no les sería difícil el acostumbrarse a una nueva forma de estudio o con más contenidos. 
El primer día fue tan hermoso como lo imaginé desde que decidí dedicarme a la docencia, los niños, al igual que en las prácticas, estaban entusiasmados, nerviosos, con muchas ganas de jugar, correr, saltar y ver todos los materiales de estudio y juego que había a su alrededor. Les dimos unos minutos para que pudieran observar el ambiente, elegir dónde sentarse, dejar sus mochilas... y luego nos presentamos. La seño Carolina era mucho mayor que yo, por lo que sentí un cierto alivio ya que tendría a quién recurrir en caso de que haya algún problema que no pudiera resolver por mi falta de experiencia. De las dos, ella era la figura que mostraba autoridad en aquellas cuatro paredes, luego en los recreos se reía al decirme: "no sabés cómo me cuesta mantenerme seria, cada cosa dicen, te juro, Lucía, yo me río por dentro, ¿parezco muy mala, no? es que a veces tengo que hacerme la enojada porque si no, no te prestan atención". 

Cuando los niños tenían un tiempo para descansar o una actividad de dibujo libre ellos solían hacerme dibujos a mí, con sus letras inmensas y algunas al revés intentaban lo más que podían escribir "seño Lucía". Mi casa se estaba convirtiendo en una colección de dibujos de flores, corazones, autos, árboles... 
En el aula cada niño tenía una personalidad y un comportamiento diferente, era un grupo muy diverso. Si bien a mí en lo personal no me gusta etiquetar a los niños y recordarlos por cómo se comportan, mi compañera, quien los conocía desde que tenían tres años, solía presentármelos no solo por el nombre. Estaba el inquieto, el muy tranquilo, el que habla mucho, el que no dice una sola palabra, el que obedece y el que hace lo que quiere, el que pelea, el que busca ser amigo de todos... 

Los varones solían jugar entre ellos y rara vez se acercaban a hablarme o a darme un dibujo, en cambio, las niñas me veían como una compañera más, o como una figura materna, en varias ocasiones me decían "mamá" sin darse cuenta. Siempre estaban a mi lado pidiéndome que las peine, que las ayude con determinado dibujo, a escribir una letra... algo que jamás hacían con la seño Carolina. En el Profesorado, sobretodo en las prácticas, nos habían repetido hasta el cansancio que no éramos niñeras ni madres de nuestros alumnos, que nos estábamos preparando para educar a los niños, pero ya en el aula se me hacía muy difícil dejar el lado emocional de lado. Tatiana era una niña que me inspiraba mucha ternura, me convidaba de su comida, me hacía cientos de dibujos al día, me abrazaba... La seño Carolina solía decirme a menudo que no la consintiera tanto ya que después cuando tenía confianza hacía lo que quería, ella era una niña que "necesitaba límites constantemente". Sí solía pelearse con alguna de sus compañeras algunas veces, pero nada que fuera muy preocupante. 
Cabe resaltar que los niños iban a jornada completa, por lo que pasaban muchas horas en la escuela, en uno de los recreos mientras cuidábamos que los niños no se lastimaran o no corrieran, Carolina se acercó a ofrecerme un mate, lo acepté y ella suspiró al ver que los niños estaban jugando de forma tranquila, diciendo: "ojalá siempre fueran así". Empezó a relatarme algunas cosas de cada niño que yo desconocía, incluso que en varias ocasiones habían citado a los padres de Tatiana por su mal comportamiento y por ser "agresiva". Me sorprendió ya que nunca había visto una actitud así pero ella la conocía más así que solo decidí escucharla. 
Parecía que sus padres discutían muy a menudo en frente de ella y la pequeña, obviamente, repetía lo que veía y escuchaba. 

Lo único que me dejaba pensando al final del día sobre Tatiana era la tristeza con la que volvía a casa, mientras todos los demás niños corrían hacia la salida, ella quería quedarse y una situación en particular donde le pregunté por qué no quería jugar también con los varones, su respuesta fue: "porque son malos, los varones son malos y te pegan", no había visto que la agredieran y la seño Carolina al escuchar eso respondió riendo: "si vos sos la que buscás pelear".

Pensé todavía más en esta niña cuando la cuarentena llegó a nuestras vidas. 

Los dibujos no se siguieron acumulando, no tenía a ninguna niña para peinar ni tenía que corregir las letras que estaban mal escritas o los números al revés... extrañaba mi escuela, mi trabajo, a mis niños. 
Se decidió que se armaría un grupo en WhatsApp con las madres y padres de los niños para enviarles alguna actividad. Comencé a preparar algunas consignas similares a las que se hacían en las clases presenciales, incluyendo los dibujos libres. Una actividad que me pareció importante para que puedan expresar sus sentimientos fue dibujar cómo estaban pasando estos días en casa. 
Todo lo que estaba en esas hojas era lo que estaban viviendo, algunos dibujaban galletas y escribían: "hoy cociné", otros dibujaban simplemente casas, algunos incluso "el virus" en forma de monstruo, cada niño estaba viviendo la cuarentena de forma diferente y saber cómo estaban, aunque sea a través de una foto me hacía sentir más cerca de ellos, muchos estaban enojados con "el virus malo" y lo manifestaban muy bien en la hoja. Casi todos los padres habían mandado la actividad del día. Mi preocupación era Tatiana, ninguno de sus progenitores se había puesto en contacto conmigo hasta ese día que la madre decidió mandar el dibujo que había hecho la niña.

Mamá de Tatiana: Hola seño Lucía, disculpe que no le haya mandado las actividades anteriores, me andaba mal el celular y con mis demás hijos me era imposible, no me daban los tiempos, le envío una foto del dibujo de Tatiana, disculpe la calidad, no saca buenas fotos, espero la próxima consigna, que esté bien. Saludos.

Por fin tenía noticias de Tatiana, me alegró saber que al menos había hecho una de las tareas que había mandado. La tranquilidad de saber que estaba bien me duró poco. Descargué la foto y vi que había dibujado a su familia, algo muy común en niños y sobretodo, porque estaban todo el día con sus familiares, pero no había que ser especialista en nada para saber que algo no estaba bien. 

Con un trazo fuerte había dibujado una figura masculina y una femenina, ambas con garras en vez de dedos, la mujer, que pude distinguir porque solía dibujarla con un vestido estaba con la cara triste y tenía lágrimas, el hombre, con rostro enojado, parecía estar gritando. La representación de ella era la de una niña pequeña en un rincón de la hoja, apenas visible, a pesar de la mala calidad pude ver que intentó escribir: "yo", "mamá", "papá" arriba de cada figura. Claramente estaba pasando la cuarentena en un hogar en donde la violencia era el pan de cada día. 

Como de costumbre, debía de mandarles un sticker por WhatsApp o un audio para decir que el dibujo estaba muy lindo, pero no podía presionar el botón para mandar el mensaje de voz para decir que estaba hermoso... era espantoso, y no su dibujo sino la situación. 

Le escribí a mi compañera Carolina. 

Carolina: Mirá Lucía, te recomiendo que solo corrijas como a los demás chicos, las veces que quisimos intervenir no pudimos hacer nada, los padres se llevan pésimo y por lo visto ni piensan en el divorcio, no les importa el bienestar de sus hijos. Un desastre esa familia, pero bueno, es lo que le tocó. 
Yo: No puedo simplemente felicitarla por su actividad, tratá de entenderme, por favor, algo tenemos que hacer, la conocés hace más años que yo, no sé qué está pasando en su casa pero dudo que sea un buen ambiente para ella.
Carolina: Te comento un poco para que veas que es complejo esto, lleva años esta situación, Tatiana varias veces llegó con golpes y dijo que solo quería defender a su mamá y que por eso la habían castigado, el padre es un alcohólico que desaparece por meses pero cuando vuelve, está peor que nunca, por lo que veo en la foto la cuarentena la pasa con él también, quisimos hacer algo al respecto pero al momento de preguntarle con la directora o una asistente social ella solo decía que se cayó jugando, es complicado, no hay pruebas de nada, lo mejor es dejar esto de lado y esperemos se solucione pronto. No podemos estar en todas. Tenés que entender eso, pero te falta experiencia, ja.

¿Se solucione pronto? ¿así nada más? Ella necesitaba ayuda, ¿acaso tener experiencia iba a hacer que la niñez me sea indiferente? Los informes de su conducta "agresiva" no eran tomados en cuenta, sus dibujos mucho menos, y ella parecía tener terror de contar lo que sucedía en su hogar. ¿Y cómo hacerlo si siempre le recordaban que era problemática y agresiva? En un momento de desesperación contaba lo sucedido pero luego, se retractaba. 

Le respondí a su mamá diciéndole que debía hablar con la niña por llamada o videollamada, que era algo que hacía con todos los alumnos. Una completa mentira. Ella repitió que su celular andaba mal pero fue tanta mi insistencia que aceptó. 

-¡Seño! ¿me ves bien? -su vocesita me trajo a la mente los pocos días de clases que habíamos compartido, su dibujo, lo que me habían dicho sobre ella, todo en unos segundos.

Era su compañera, su amiga, su confidente, me había confesado que sí le había pegado a su compañero Matías porque le había estirado del pelo y ella no iba a dejar que nadie le pegara, porque era fuerte, más que su mamá. 
Me estaba olvidando de todo lo que había estudiado por años y fui su mejor amiga los siete minutos de videollamada, en voz baja me contó lo que sucedía. Golpes, insultos, violencia... 

-Mirá seño, mi papá me pegó aca -me dijo mostrándome su brazo acercándolo a la cámara- no hables fuerte porque se va a despertar, no saben que sigo con el celu -dijo entre risitas nerviosas- tampoco le digas a nadie, la seño Carolina dijo que le daba muchos dolores de cabeza y después me llevó con la directora, pero no dije nada porque seguro me iba a retar también. 

Terminé cambiándole de tema rotundamente al ver que su madre se asomaba diciéndole que su actividad estaba muy bien pero que debía de practicar las letras porque en la primaria iba a tener que estudiar más y en algunas se seguía equivocando, le pedí que escribiera varias veces la letra "E" que solía hacerla al revés y saludando a su mamá corté la videollamada. 

No necesitaba decir nada más, ni ella ni yo. Presioné "dejar de grabar pantalla" y me dirigí hacía la comisaría. No sé si olvidé todo lo estudiado o lo recordé y lo puse en práctica.

viernes, 1 de mayo de 2020

En una clase virtual vi la realidad de mi "alumna irresponsable"

Trabajar con adolescentes no es tan sencillo. Los jóvenes van cambiando año tras año, cada vez parecen más adultos, o más niños, la verdad no lo sé. A veces quieren expresarse como si fueran unos ancianos llenos de sabiduría y en otras ocasiones pareciera que en vez de estar en primer año de la secundaria están empezando la primaria, todo les da risa, inventan palabras, gritan todo el día y se distraen con gran facilidad. Pareciera que nada les importa. Claro que a veces me enojo, porque me preparé por años para estar donde estoy y parecen no escuchar mis clases, pero también los entiendo, no siempre van a tener trece años.

Mi nombre es Laura y soy la profesora de geografía de una escuela secundaria de Argentina. Amo mi trabajo, desde niña supe que la docencia era lo mío.
Estoy a cargo de primer y tercer año, pero en esta ocasión quiero enfocarme en mis alumnos más jóvenes, los que acaban de terminar la primaria. Este año me tocó un grupo tranquilo, a pesar de que es un cambio importante lo están llevando bastante bien. Por supuesto que a veces son revoltosos, pero son adolescentes y sé que es normal.
Pasaron pocos días desde que tuve mi primera clase con ellos y ya me estoy aprendiendo sus nombres: Matías, al que hay que decirle que se mantenga en silencio a cada rato, Paula, quien responde todas mis preguntas por más difíciles que sean, como si tuviera una biblioteca en su mente, Leonel, que a cada rato hace chistes y alborota a todo el grupo, Bianca, quien parece estar siempre aburrida en mi clase, se queda dormida, no responde a mis preguntas aunque haya explicado el tema varias veces... Bianca... el comportamiento de ella me llama la atención. Recuerdo muy bien su nombre.

En la primera clase dejé una actividad que debían de entregar para la próxima vez que nos viéramos y pude ver lo que veo año tras año, quien lo hace excelente, el que copia todo de Internet y varias tareas repetidas. Me río al leer las últimas porque ni se esfuerzan en cambiar algunas palabras para disimular. Todos entregaron el trabajo, así esté mal hecho, lo entregaban igual, al menos había una palabra escrita, pero la tarea de Bianca era inexistente, ni siquiera había copiado la consigna. Le pregunté el motivo y se disculpa diciendo que estuvo ocupada, que ese día no llegó a copiar la tarea debido a que la retiraron antes de la escuela, recuerdo eso, pero debió de habérsela pedido a algún compañero, pero insiste en que estuvo ocupada.

Me planteo en qué vida tan ocupada podría tener una adolescente de trece años a tal grado de no tener tiempo de copiar tres preguntas en una hoja. Lo dejo pasar debido a que son las primeras clases y no quiero tener una mala imagen de ningún alumno. Pero las clases pasan y ella sigue igual.

Le planteo mi preocupación al director y él dice no saber demasiado sobre ella debido a que era una alumna nueva, había hecho la primaria en otra escuela y al revisar sus calificaciones puedo ver que su último año en la primaria lo pasó por pura casualidad. El director decide no indagar más ni citar a sus padres debido a que recién empezaba el ciclo escolar y él creía que era demasiado pronto. Estaba un poco decepcionada por su poco interés pero acepté su decisión.

Al poco tiempo las clases presenciales se vieron afectadas por lo que es de público conocimiento. Todos debíamos de permanecer en nuestras casas. De inmediato se empezó a ver cómo adaptarse a las clases virtuales. Les dejaba textos, mapas y actividades pero no me terminaba de gustar que ellos se quedaran sin una explicación un poco más específica así que decidí que la hora en la que daba mi materia con ellos nos conectaríamos por una aplicación para poder vernos, aclarar dudas, y que la inmensa cantidad de textos pueda ser más llevadero para ellos que a cada rato me pedían explicaciones o simplemente me escribían para decir: "no entiendo nada, profe".

Era la primera vez que me manejaba de esa forma con mis alumnos y tenía miedo de que no funcionara. Ya sea porque no todos tenían acceso a Internet, porque no sabíamos qué tan eficaz era la plataforma que había decidido utilizar, como tampoco si se me vería o escucharía bien. Soy consciente de que no todos tienen una computadora o celular para usar cuando quieran así que la asistencia no era obligatoria.

Como era de esperar no se conectaron todos, pero casi la mitad del curso estaba ahí, lo que era bueno. Algunos no pudieron por no tener un celular o una computadora con acceso a Internet en ese momento y otros, simplemente porque no era obligatorio. Pero estaba la mitad, y esos diez adolescentes merecían la clase que había prometido.
Nos saludamos, pregunté si se escuchaba bien, si la imagen era buena, si tenían alguna dificultad para conectar la cámara o el micrófono... todo parecía estar perfecto. Ellos me veían y yo los veía a ellos.

Minutos antes de entrar a la clase virtual me pregunté si Bianca estaría allí, ya que pocas veces entregó las tareas y las pocas parecían estar hechas en diez minutos. Para mi sorpresa sí estaba ahí, saludándome. La felicité por haberse sumado a mi propuesta animándola a quedarse ya que así podría serle de ayuda para las próximas actividades. Ella asintió con la cabeza y buscó un cuaderno para empezar a tomar apuntes. A cada rato alguno tenía una pregunta o quería agregar un comentario así que decidí no silenciar a nadie así podría ser el intercambio que tanto necesitábamos. El sonido de ambiente afectaba un poco la clase pero de todas formas, todos nos escuchábamos bien.

Estaba aclarando algunas dudas sobre el último mapa que había mandado cuando el sonido de ambiente de uno de los hogares fue más fuerte de lo normal. Provenía de la casa de Bianca quien solo suspiró y se alejó de la cámara. Mis alumnos, un poco curiosos se quedaron en silencio para seguir escuchando una conversación que había muy a lo lejos, yo intentaba silenciar su micrófono ya que me parecía su privacidad pero no había manera de hacerlo. Me estaba poniendo cada vez más nerviosa conforme avanzaban los minutos, quería seguir mi clase, pero no podía.

La conversación seguía. Estaba su voz. Y la voz de una persona mayor, un anciano, ¿sería su abuelo?
Lo confirmé a los pocos segundos.

-Abuelo, por favor, te había dicho que iba a estar en clase, es importante. -Dijo en un tono un poco molesto.
-¿Clase? ¿de qué, tesoro? No me habías dicho nada. -Le responde el anciano confundido.
-De geografía, abu... ¿te acordás de que no puedo ir a la escuela? no podemos salir de casa y las clases son así ahora, mira, voy a poner las noticias para que veas un poco. -Le dice Bianca con una voz esta vez dulce y paciente.
-¿Pero qué es eso? ¿están todos tapados? ¿están enfermos? Ay, Bianca, ¿qué está pasando en el mundo? -Con cada pregunta aumentaba más su preocupación y parecía no poder respirar bien.
-Abuelo, tranquilo, todo está bien, solo debemos cuidarnos. No te pongas nervioso, voy a traerte una pastilla así estás más relajado, ¿o preferís que te haga un té? Cambiemos de canal, miremos otra cosa, ¿qué película te gustaría ver? ah, ya sé, ¿querés ver "la vida es bella"? -Decía Bianca cada vez más nerviosa.
-No, mi vida, no te preocupes, estoy bien... solo me alteré un poco, no recordaba todo esto, perdón Bianca, ¿qué hora es? ¿no tenés que ir a la escuela hoy? ¡se te hace tarde!

Al rato mi alumna "distraída e irresponsable" volvió a acercarse a la cámara pidiendo disculpas. Todos seguían en silencio esperando algo, una explicación de lo sucedido, que terminara la clase, que siguiera, algo...
Le pregunté si todo estaba bien y a pesar de la mala calidad de su imagen pude ver cómo sus ojos comenzaban a cristalizarse y con la voz cortada empezó a contar, al principio con vergüenza. A quien habíamos escuchado, efectivamente era a su abuelo. Ella vive con él desde que era niña, su abuela también estaba en la casa pero falleció hace unos años y desde entonces, su familia solo era su abuelo materno. No conocía a sus padres, su madre quiso darla en adopción y los abuelos decidieron que lo mejor era que viviera con ellos, ante la insistencia y la aprobación del juez, ellos estaban a cargo de la niña, la madre, enojada por no haber aceptado su decisión se fue a vivir a otra provincia. No sabía quién era el padre. Solo sabía que estaba sola bajo el cuidado de una persona mayor. Su abuelo tenía Alzheimer y una enfermedad en su corazón, por lo que debía de permanecer tranquilo siempre, pero a medida que aumentaba la pérdida de la memoria también lo hacían las crisis de ansiedad.

Todos la escuchábamos sin interrumpir mientras ella seguía relatando lo que era su día a día. Muchas veces faltaba a la escuela debido a que su abuelo no estaba bien de salud y debía cuidarlo, cuando estaba en clases y se ponía mal, una vecina iba a retirarla de la escuela antes para que fuera a ayudarlo. No tenía tiempo libre para salir con amigos, divertirse, o incluso, estudiar. Pidió perdón por sus tareas, aceptó que sí las hacía muy rápido y casi no leía los textos.

-A veces creo tener tiempo libre cuando él mira una película, casi siempre la misma, ve "la vida es bella" una y otra vez, y no se aburre, se emociona como si fuera la primera vez, es que se olvida, profe... y me pide que lo acompañe porque tiene una linda enseñanza que quiere que aprenda, pero también olvida que me sé los diálogos de memoria... -da un suspiro, se seca el rostro y las lágrimas que hacían una maratón empiezan a disminuir- pero él está contento cada vez que me siento a ver esa película con él y le digo que es hermosa, a veces me pongo a pensar, profe... y no sé cuántas veces más voy a poder verla, él está muy enfermo... nunca sé si va a ser la última repetición.

Mi alumna "irresponsable" era la más responsable de todos. Tenía una responsabilidad mucho más grande de la que debería, estaba obligada a crecer antes de tiempo, tenía deberes más difíciles que responder unas preguntas de geografía. Los adolescentes de a rato son adultos y después niños, Bianca debía de comportarse como una adulta siempre.

Ese día le prometí que íbamos a encontrar una solución para que ella pueda estudiar, divertirse, tener tiempo... su único pedido fue que no la separaran de su abuelo, su única familia.

Nunca sabemos la realidad detrás del comportamiento de nuestros alumnos, sean niños o adolescentes, juzgarlos o decir que son irresponsables, caprichosos, problemáticos... es más fácil que investigar qué les sucede o ver si necesitan ayuda, pero en cada alumno hay una historia que no conocemos, quizás esté en nuestras manos el hacer la diferencia en sus vidas. 

martes, 28 de abril de 2020

¿Por qué no deberías de forzar a tus hijos a dar besos y abrazos?

¿Sabías que obligar a los niños a dar besos para saludar, despedirse o por la razón que sea, es un gran predisponente al abuso sexual?
Cuando obligamos a un niño o niña a dar (o recibir) un beso, el mensaje que le estamos dando es que, frente a los adultos o cualquier figura de autoridad, él o ella no tienen derecho a decidir sobre su cuerpo y se tienen que aguantar las sensaciones de incomodidad que les provoquen ciertos contactos. Así, estamos dejando el terreno fértil para que el niño o niña ceda ante las peticiones de un abusador, quienes por lo general son miembros de la familia, conocidos o amigos cercanos.
Es mejor que enseñemos al niño o niña alternativas para saludar y despedirse, que sean respetuosas de su derecho a decidir sobre su cuerpo y espacio personal. Si desde niño se le obliga a demostrar cariño, aunque no lo sienta, en caso de estar en una situación de abuso no podrá saber si está mal ya que nunca fue educado para decidir sobre su cuerpo, que solo es suyo.

Saludar y despedirse de mano (como hacemos los adultos en contextos más formales) o a distancia con la mano, son algunas de las alternativas en las que se respeta su espacio personal y su derecho a decidir sobre contactos más íntimos como un beso; después de eso, pueden dar o recibir un beso o un abrazo, pero si y sólo si el niño o niña, quiere. También pueden saludar diciendo simplemente: "buenos días", "buenas tardes".
Definitivamente, los besos y los abrazos pueden ser maravillosos, cuando los damos porque nos nace. Protejamos a los niños y niñas y permitámosles dar besos y abrazos porque les nace y no porque se les obliga.

No se trata de criar niños maleducados o antipáticos sino conocedores de sus derechos. Es muy común el "saluda a tu abuelo/a, dale un beso", "si le das un beso a tu tío te da el regalo, si no, no te da nada". Muchas veces esas frases se dicen con el fin de que el niño o niña mantenga una relación más cercana con sus familiares y amigos, y puede parecer una exageración para muchos, pero, si son obligados a demostrar cariño a cada rato, ya sea por regalos o porque se les llama la atención si no lo hacen, son más vulnerable ante situaciones de abuso. Lamentablemente no siempre un beso es una muestra de amor, a veces puede ser un arma letal y para que puedan distinguirlo, deben de estar informados. 

lunes, 27 de abril de 2020

En una clase virtual vi la realidad de mi "alumno problemático"

"Los niños son maestros que vienen a enseñarnos con sus acciones y emociones, son una guía para nuestro despertar"

Mi nombre es Patricia y soy docente. Trabajo en una escuela primaria de Argentina y este año me asignaron para trabajar con tercer grado, es decir, niños de aproximadamente ocho años. El primer día de clases todos estaban muy ansiosos por conocerme, saber cómo sería el año, y lo que más les preocupaba a mis alumnos: saber si dejaba tarea. Mi respuesta fue sí, y mucha, a mi clase no se iba a perder el tiempo y ellos debían de saberlo desde el primer día.
A la hora de anunciar qué grado le correspondería a cada docente quienes habían sido mis alumnos antes suspiraron aliviados al saber que no estaría con ellos nuevamente. A los niños de ahora les gusta perder el tiempo, no entregar los deberes, no leer absolutamente nada. Si la tarea era para el miércoles y ese día no estaba completa no había un: "perdón seño" ni excusas que me conmovieran, desde pequeños deben de saber lo que es la responsabilidad, si no, ¿qué les espera para la secundaria? ¿o para la universidad?

Lamentablemente se tuvieron que suspender las clases presenciales y adaptarlas a una modalidad virtual por todo lo que está pasando en el país, la cuarentena era obligatoria. De inmediato me puse a buscar materiales para mandarle a mis alumnos, agradecí que hayan dado netbooks en las escuelas así no tendría que estar viendo cómo hacer con las fotocopias y demás cosas. Todo era más simple así.
Empecé a preparar las diferentes actividades y ellos las iban entregando mucho antes de la fecha estipulada. Pero no todo era perfecto. Estaba Agustín. Quien me volvía loca desde las clases presenciales, las pocas que hubo. Él no tenía ocho años como los demás niños sino que ya tenía diez. Había repetido de grado en dos ocasiones y ni así podía entender lo que explicaba. No estaba quieto nunca, ante la más mínima provocación o chiste de sus compañeros respondía con golpes e insultos, algo que en mi clase no se tolera. En los recreos era lo mismo, incluso a sus compañeras las golpeaba si no hacían lo que él quería.

Las clases virtuales no fueron muy diferentes, rara vez entregaba un trabajo y cuando lo hacía estaba incompleto o mal hecho. Ese niño realmente era un verdadero problema. Un niño problemático.

Decidí optar por una videollamada en donde todos nos viéramos, vi que muchos utilizaban Zoom, un sistema de reuniones virtuales, así que les mandé un mail a mis alumnos con el enlace, la fecha, la hora y pedí puntualidad ya que la clase no duraría mucho, solo sería para aclarar algunas dudas. Quien no se conectara tendría falta y lo tendría en cuenta para la calificación general.

Para mi sorpresa todos se conectaron, incluso Agustín. Estuvieron aproximadamente quince minutos riéndose, intentando conectar bien la cámara y el micrófono, haciendo chistes, mandando emojis, hasta que por fin di por finalizada la etapa de saludos y pedí silencio. Todos estaban mirando con atención la pantalla y escuchando mis indicaciones para las próximas actividades. Cada tanto se escuchaba a un perro ladrar, una risita de fondo, alguna mamá o papá que los llamaba, a lo que respondían entre risas: "¡estoy en clase virtual!

Pedí que apagaran sus micrófonos pero pocos sabían cómo hacerlo. Así que se seguía escuchando, el ruido de la televisión, más perros, y por ende, más risas y distracciones. Suspiré y me callé por un instante.
En ese silencio pude escuchar algo más que sonidos de ambiente normales de un hogar, escuché gritos, llantos, súplicas por parte de una mujer a lo que parecía ser su esposo. Pregunté de dónde venía ese ruido, quién estaba hablando, y en una sola voz todos respondieron: "viene de la cámara de Agustín, seño".
Agrandé su pantalla para ver mejor y ahí estaba como siempre, con la mirada perdida, seguramente no había escuchado ni un poco de la clase. Los gritos seguían. Él parecía no moverse. Hasta que reaccionó ante el primer sonido que pareció una especie de golpe gritando: "¡papá, por favor basta!"
Los demás niños se quedaron quietos, asustados diría yo, ya nadie reía ni hablaba. Quise interferir y hablarle a Agustín pero parecía no escucharme. Era una verdadera situación de violencia familiar.

En los gritos de su progenitor podía oír las palabras de Agustín en clase, los insultos de su padre eran los que él decía.
Finalicé la clase y me comuniqué con la escuela, quien a su vez se comunicó con las autoridades. Era lo mínimo que podía hacer.

Niño problemático... resonó esa frase en mi mente luego de todo esto. ¿Quién tenía problemas realmente? Agustín de seguro no. Él solo era un niño como todos, con ganas de aprender, jugar, pero atravesando por una situación que impedía que pudiera desarrollarse y crecer en un ambiente sano y libre de violencia.

Él repetía de año escolar para que aprendiera matemática, literatura... pero jamás iba a poder avanzar, porque nadie le estaba enseñando lo esencial para la vida: el respeto, el amor, la paciencia... la escuela, yo, le estábamos fallando al juzgarlo y gritarle por su mal comportamiento en vez de averiguar qué sucedía.

Creí que la cantidad de años ejerciendo eran suficientes para saberlo todo sobre la educación, pero Agustín, de diez años, me enseñó muchas más cosas. Él nunca fue el problema. 

domingo, 26 de abril de 2020

Niños preocupados por su peso: cada vez a más temprana edad

Hace unos meses mientras esperaba mi turno para comprar en la farmacia vi que entraban unas niñas de aproximadamente seis y siete años, seguramente compañeras de escuela, estaban acompañadas por una mujer que al igual que todos, se sentó a esperar su turno para comprar. Era de esas típicas farmacias en donde hay una balanza en donde podés saber tu peso de forma gratuita, aunque casi ninguna anda del todo bien. En ese lugar habían dos. Las pequeñas se acercaron a la primera que vieron y recordé cómo a su edad, para mí también era divertido jugar con la balanza, ver cómo subían o bajaban los números si me movía, o solo ponía un pie, era una rara forma de entretenerse cuando hay mucha gente y no hay nada interesante para ver. En principio no me llamó la atención porque a esa edad, la inmensa balanza es un juego. Pero para las niñas era más que eso, la niña más grande -o más alta, no lo sé- fue la primera en pesarse, lejos de saltar o jugar a que cambien los números se quedó quieta esperando a que se quedara en un número fijo. Dijo su peso en voz alta y se bajó. La segunda niña hizo exactamente lo mismo y festejó al ver que su peso era menor que el de la otra niña, la tercera fue otra niña casi de la misma estatura y contextura física, quien si mal no recuerdo, pesaba casi lo mismo. Llegaron a la conclusión de que la primera niña, la más alta, era gorda.

Mi mente estaba en aquella conversación que estaba lejos de ser infantil y libre de preocupaciones. Todas las niñas se veían saludables, pero obviamente el peso varía dependiendo la altura y contextura física, aquello parecía una competencia. Volvió a pesarse esta vez sin reírse, quería confirmar su peso, al ver el mismo resultado todas parecieron recordarle que había "perdido".

No pude sacarme esa conversación de la mente, aun en mi casa seguía reflexionando sobre lo que había visto y escuchado. ¿Por qué unas niñas tan pequeñas estaban preocupadas por ser delgadas? ¿por qué competían? ¿le harán bullying? Luego de hacerme miles de preguntas llegué a la que más me dejó pensando, aquella niña, que se sintió humillada y perdedora por tener unos kilos más que las otras niñas, ¿haría algo para cambiar o solo quedaría en un mal momento? Deseé con todas mis fuerzas que solo fuera un recuerdo y que no creyera que debía adelgazar.

Si los dibujos animados incentivan a los niños a comer saludable, si en las escuelas les hablan de la importancia de tener una alimentación balanceada, ¿de dónde sale la idea de que la delgadez es sinónimo de belleza o triunfo? Está claro que las mismas Barbies tienen cuerpos un poco alejados de la realidad pero, ¿la culpa la tienen solo las muñecas?

Los invito a preguntarse y a reflexionar: ¿cuántas veces al saludar a una persona le decimos que está más delgada y por ende, más linda aunque no haya pedido nuestra opinión sobre su cuerpo? ¿cuántas veces le dijimos a un niño o niña que están más altos y flacos, felicitándolos por eso? ¿o bromeamos al ver a un niño con sobrepeso diciéndole al despedirnos "hay que dejar los postres"?
Pueden ser comentarios sin importancia para nosotros, pero no para la persona que los recibe, sean adultos o niños. Ellos parecen no escuchar las conversaciones que tienen los adultos pero la mayoría de las veces sí están prestando atención y cada palabra queda guardada en su mente. Cada vez niños más pequeños se preocupan por estar delgados, creyendo que eso es sinónimo de belleza, muchos escuchan comentarios sobre dietas y ejercicios y por su corta edad, no saben interpretarlos bien.

Es sumamente importante incentivarlos a tener una alimentación saludable, pero evitando causarles una preocupación excesiva, cuidando así lo que decimos, así sea en broma, burlarse o criticar el cuerpo de un niño o niña es jugar con su autoestima. Necesitamos niños seguros, no acomplejados. 

sábado, 25 de abril de 2020

"Me quiero contagiar, así me voy de casa": niños encerrados con su abusador

Jazmín tiene seis años. Este año empezó la escuela primaria. Estaba muy entusiasmada ya que su nueva escuela tenía jornada completa, es decir, estaría casi todo el día allí.
Se levantaba muy temprano para salir lo antes posible y a la salida, cuando la iba a buscar siempre me decía que quería que fuera el día siguiente para volver. Me alegré de que se adaptara tan rápido, para muchos niños es difícil empezar la primaria, son más horas, más tareas, más estudio... pero Jazmín estaba encantada.
Lamentablemente su felicidad por estar en una nueva etapa desapareció de un día para el otro. Los niños dejarían de ir a la escuela. El virus que empezó en otro continente había llegado a nuestro país.

Luego llegó la cuarentena obligatoria y no solo los niños se quedaban en casa, todos debíamos de estar encerrados.
Ella estaba fastidiosa, enojada todo el tiempo y lloraba por todo, intenté replicar lo que hacen en redes sociales, incentivarla a que cocináramos algo rico, a hacer manualidades, a seguir aprendiendo por Internet pero nada parecía gustarle. Todos estábamos angustiados.

Es complicado estar en casa todo el día y más porque no solo vive conmigo y con su papá, sino que mi hermano mayor, el tío Lucas, había venido de vacaciones unos días y con todo esto tuvo que quedarse más tiempo. Él siempre la molestaba haciéndole cosquillas o le agarraba de los cachetes, algo que Jazmín detesta.

Hace unos días se me acercó y me preguntó sobre una noticia que estaban dando, en donde decían los muertos que había ya en nuestro país, me preguntó qué pasaría si a ella le pasaba eso, a lo que le respondí que seguramente estaría en el hospital unos días pero se pondría bien.

Su respuesta fue como un balde de agua fría para mí: "entonces me quiero contagiar, así me voy de casa". ¿Prefería estar enferma? ¿En un hospital?
Le expliqué que no sabía lo que decía, que estaría sola, que ni siquiera nosotros como familiares podríamos verla, pero me di cuenta de que la que no sabía nada era yo.

"Al menos el tío Lucas ya no me obligaría a jugar a tocarnos el cuerpo".

Como este caso hay millones, y muchos dentro de sus propios hogares, donde deberían de estar seguros. No dejes de cuidar a los niños porque ahora están "protegidos" en sus casas, en la mayoría de los casos, el abuso ocurre en la casa de la víctima. Ahora más que nunca hay que hablar con ellos de prevención y en caso de sospechar o saber de algo, poder denunciar.

Protejamos a los niños, pero no solo del virus.

viernes, 24 de abril de 2020

Aunque haya "problemas peores" tengo derecho a estar triste


Cuando le contamos un problema que tenemos a un amigo, familiar, solemos escuchar mucho esa frase: "hay personas que la están pasando peor". Y no digo que no tenga razón, de hecho está en lo cierto, si estamos pasando por una enfermedad siempre habrá alguien más enfermo que nosotros, si tenemos problemas económicos en algún lugar del mundo alguien puede llevar días enteros sin comer... pero, ¿el que otras personas estén en situaciones más difíciles disminuye nuestro dolor? ¿cómo debe de consolarme el dolor ajeno?

Sí, sé perfectamente que hay personas muriendo en los hospitales, en las guerras, y aunque mi dolor pueda sonar insignificante no lo es, porque duele de todas formas. Sería una ridiculez no poder expresar nuestras emociones porque comparamos nuestro sufrimiento con el del otro. Incluso pasando por la misma situación no es lo mismo, porque cada persona es diferente y lo afronta de maneras distintas. 


Nos hacen creer que no tenemos derecho a sentirnos tristes y cuando esa frase llega a nosotros además de no consolarnos en lo absoluto nos hace sentir egoístas y desagradecidos. Se habla de la importancia de desahogarnos y a la hora de hacerlo nos mandan a guardar nuestras emociones. 
Muchas veces se dice esta frase con el fin de ayudar pero pocos se ponen a analizarla antes de decirla, y es justamente la falta de empatía, el no saber ponerse en el lugar del otro. Se entiende que su fin es decirle a la persona que tiene motivos para estar alegre, pero no se puede estar todo el tiempo feliz y sonriendo, somos seres humanos y tenemos sentimientos, sentir tristeza, bronca, es completamente normal y sano, lo que no es sano es guardarse esas emociones. Hay mil maneras de hacerle sentir a esa persona que no está sola y que tiene mucho por lo que salir adelante, y no es precisamente describiendo los dolores ajenos. Con decirle que cuenta con tu apoyo, que vas a estar si lo necesita, que estás para escuchar todo lo que tenga que decir es suficiente. 

Es sumamente importante respetar el dolor ajeno, no hacerle sentir culpable a la gente por no estar alegre todos los días, porque al fin y al cabo, la vida es eso, momentos alegres y otros no tanto. 
Muchos dirán que no sirve de nada quejarse pero para mí sí, porque nos sacamos la bronca de adentro. Enojarte con la vida a veces, quejarte, estar triste, llorar, no te hace débil ni desagradecido, te hace humano. 

sábado, 16 de noviembre de 2019

Necesitamos niños seguros, no acomplejados: no hables sobre el cuerpo de mi hijo/a

Necesitamos niños seguros, no acomplejados. 

Muchas veces al saludar a un niño a quien no veíamos hace tiempo se nos pasa por la mente algo más que un simple "hola", agregando comentarios innecesarios y en su mayoría, hirientes.
Un niño vio a su padrino luego de no haberlo visto hace meses, él lo saludó de forma amistosa y el niño le devolvió el saludo y la sonrisa, sonrisa que desapareció cuando su padrino empezó a hablar.

-¡Qué grande estás! ¡Estás más gordo! hay que aflojarle a los postres, ¿eh? ¿mucha coca-cola? -dice entre risas y despidiéndose.

Lo que para aquel hombre fue un simple saludo amistoso para el niño fue una puñalada. La médica le había dicho, estaba subiendo de peso debido a los medicamentos para controlar el asma, pero de a poco iría mejorando, con deporte y comiendo de forma saludable, como lo estaba haciendo, solo era cuestión de tiempo y de animarlo a que hiciera actividades para mejorar su condición física y a su vez, que también sean divertidas para un niño de ocho años.

Tenía cierto rechazo por su cuerpo, cada persona que pasaba le saludaba y le recordaba que debía bajar de peso, como si él no tuviera un espejo en su casa ya. Los comentarios no venían con maldad pero eran "bromas" que dolían.

¿Por qué es que tenemos esa necesidad de opinar sobre el cuerpo de los demás al saludar? ¿no basta con un simple "hola"?
Que si la niña está "más gordita" o "muy delgadita", o demasiado alta/baja. Los niños prestan atención a cada comentario y aunque a veces pareciera que no tiene importancia, ellos se quedan con cada palabra y creen que algo está mal con ellos.
Aprendamos a saludar sin hablar del cuerpo de la otra persona, muchas veces es mejor callar, los niños no necesitan tener cuerpos atléticos o perfectos sino estar saludables tanto físicamente como emocionalmente, sin críticas que influyan en su autoestima.
Si tuviera alguna enfermedad como sobrepeso se necesita solo la ayuda de un médico que sepa cómo tratar este tema y usar las palabras adecuadas y no de personas que solo pasan por al lado y opinan.
Si como adultos nos molesta que nos digan siempre que nos saludan que tenemos ojeras, que subimos de peso, o adelgazamos demasiado, imaginen cómo puede influir esos comentarios en la mente de un niño.
Necesitamos niños fuertes, felices, no llenos de inseguridades y complejos. Cuidemos su salud física y su salud mental.