sábado, 16 de noviembre de 2019

Necesitamos niños seguros, no acomplejados: no hables sobre el cuerpo de mi hijo/a

Necesitamos niños seguros, no acomplejados. 

Muchas veces al saludar a un niño a quien no veíamos hace tiempo se nos pasa por la mente algo más que un simple "hola", agregando comentarios innecesarios y en su mayoría, hirientes.
Un niño vio a su padrino luego de no haberlo visto hace meses, él lo saludó de forma amistosa y el niño le devolvió el saludo y la sonrisa, sonrisa que desapareció cuando su padrino empezó a hablar.

-¡Qué grande estás! ¡Estás más gordo! hay que aflojarle a los postres, ¿eh? ¿mucha coca-cola? -dice entre risas y despidiéndose.

Lo que para aquel hombre fue un simple saludo amistoso para el niño fue una puñalada. La médica le había dicho, estaba subiendo de peso debido a los medicamentos para controlar el asma, pero de a poco iría mejorando, con deporte y comiendo de forma saludable, como lo estaba haciendo, solo era cuestión de tiempo y de animarlo a que hiciera actividades para mejorar su condición física y a su vez, que también sean divertidas para un niño de ocho años.

Tenía cierto rechazo por su cuerpo, cada persona que pasaba le saludaba y le recordaba que debía bajar de peso, como si él no tuviera un espejo en su casa ya. Los comentarios no venían con maldad pero eran "bromas" que dolían.

¿Por qué es que tenemos esa necesidad de opinar sobre el cuerpo de los demás al saludar? ¿no basta con un simple "hola"?
Que si la niña está "más gordita" o "muy delgadita", o demasiado alta/baja. Los niños prestan atención a cada comentario y aunque a veces pareciera que no tiene importancia, ellos se quedan con cada palabra y creen que algo está mal con ellos.
Aprendamos a saludar sin hablar del cuerpo de la otra persona, muchas veces es mejor callar, los niños no necesitan tener cuerpos atléticos o perfectos sino estar saludables tanto físicamente como emocionalmente, sin críticas que influyan en su autoestima.
Si tuviera alguna enfermedad como sobrepeso se necesita solo la ayuda de un médico que sepa cómo tratar este tema y usar las palabras adecuadas y no de personas que solo pasan por al lado y opinan.
Si como adultos nos molesta que nos digan siempre que nos saludan que tenemos ojeras, que subimos de peso, o adelgazamos demasiado, imaginen cómo puede influir esos comentarios en la mente de un niño.
Necesitamos niños fuertes, felices, no llenos de inseguridades y complejos. Cuidemos su salud física y su salud mental.

miércoles, 6 de noviembre de 2019

Tenía quince años y estaba decidida a morir

Era una tarde del 2014. Tenía quince años y estaba decidida a morir. La vida me parecía absurda y a diario la comparaba con una cárcel, y ese día, quería escaparme de la prisión. No fue un impulso, en lo absoluto. Estuve varios días dejando de tomar la medicación que me había indicado mi psiquiatra para tratar esos ataques de pánico, insomnio, ansiedad... ningún psiquiatra recomienda dejar de tomar la medicación de golpe, no entendía el motivo hasta ese momento. Estuve escondiendo aquellas pastillas en una agenda como cualquier otra, que no llamara la atención, camuflándose entre libros juveniles y de estudio.
En ese tiempo que dejé la medicación hubo días horribles pero también días agradables, donde me reía y parecía sentirme bien, pero ninguna buena calificación en la escuela ni charlar con alguna amiga me sacaba la idea de la mente.

Para pasar el tiempo y como no podía dormir, mi mamá me sacaba fotos y yo sonreía, a pesar de todo, porque estaba viva, había sobrevivido, de nuevo. 
Como adultos solemos pensar que los adolescentes son dramáticos o exageran demasiado, que buscan llamar la atención constantemente y que cualquier problema que puedan tener es insignificante comparado a los que se tiene en la vida adulta, pero olvidamos que en algún momento tuvimos esa edad. Los adolescentes pueden tener problemas como cualquier otra persona, incluso los niños también pueden tenerlos, pero muchas veces lo dije y lo sostengo, el dolor que no se ve es incomprendido, porque si alguien tiene una enfermedad física que pueda ser comprobada mediante los estudios entendemos su situación y ofrecemos nuestra ayuda pero si se trata de la salud mental, sea depresión, ansiedad, o cualquier trastorno solemos creer que solo se trata de "echarle ganas", sin darnos cuenta de que si las enfermedades físicas necesitan tratamiento y algunas pueden llegar a ser mortales, las mentales también, ¿cuántas personas ya no están debido al suicidio y nunca fueron tomadas en serio? 

No sé cómo llegué hasta aquella camilla. Solo veía a varias enfermeras diciéndome que no me iba a doler mientras me sacaban sangre, me ponían el suero, los electrodos... seguían repitiéndome que no me asustara, que no me iba a doler, estaba muy nerviosa, no sentía absolutamente ninguno de los pinchazos. Sabía que mi plan había fallado.
Tanto en la escuela como los mismos psicólogos no solían prestarle atención a las señales que daba de que necesitaba más ayuda de la que intentaban darme, todo lo que contaba en aquellas sesiones parecían tonterías para los oídos profesionales, admiraba el título de licenciados en psicología que estaba enmarcado y a la vista de los pacientes, pero, si ser psicóloga significaba ser como ellos ya no quería estudiar esa carrera.
Si me cortaba los brazos quería llamar la atención, si rogaba no ir más a la casa de mi papá era un capricho de adolescente, si decía que pensaba en el suicidio quería manipular a la gente...

Me tomé cada una de las pastillas con miedo, sin saber qué iba a pasar, si iba a ser rápido, o lento... al terminar con la última pastilla pensaba en lo irónico que era intentar quitarse la vida con antidepresivos. Me daba miedo morir, pero también vivir.
Desde el hospital me llevaron a otro, era de madrugada y apenas si tengo recuerdos de ese momento. Mi mamá estaba a mi lado siempre y era a ella a quien le preguntaba en la ambulancia a cada rato cuánto faltaba para llegar.
Ese día me había despedido de varias personas para luego apagar el celular, estaba decidida.
Al día siguiente, ya mejor, al menos físicamente, le mandé un mensaje por WhatsApp a una amiga de la escuela para explicarle por qué no había ido ese día y rogándole que no le dijera a nadie más lo que había hecho. Ella me responde con un audio, en la hora del recreo, se reía y de fondo escuchaba más risas y un comentario que fue como un balde de agua fría: "tantas personas luchando por su vida y esta boluda queriéndose morir".
Lo sabía toda la escuela y se estaban riendo de eso.

No recuerdo quién llegó a mi cuarto, supongo que una psicóloga, y comenzó a preguntarme el motivo por el cual había hecho eso, para ese momento mi papá había llegado a visitarme y estaba detrás de la puerta, esperando que ella saliera para saludarme. Pensé en eso y solo le dije lo que quería escuchar, que era por una tontería y que nunca más lo iba a hacer.

Cuando por fin me dieron el alta tenía una mezcla de sentimientos, estaba asustada porque no sabía lo que venía ahora, estaba triste porque tarde o temprano todo volvería a la normalidad y a la vez feliz, por seguir con vida.
Nadie entendía nada.

El "ahora me cierra todo" de la gente llegó recién un año después, en el 2015, donde se hizo la denuncia por abuso sexual contra mi progenitor.
Cuando mi historia salió en los medios de comunicación se pusieron en contacto algunas compañeras de la escuela para pedirme perdón, también los profesores que nunca supieron nada se disculparon por no haber prestado más atención a mis comportamientos.

Ahora conocí a los verdaderos profesionales, porque no alcanza con un título enmarcado en la pared. Pero en ese momento me hizo mucha falta la ayuda de ellos. Si aquella psicóloga pensaba que todo era un capricho, ¿cómo iba a contarle lo que mi progenitor me hacía? ¿cómo iba a confiar en la profesional que entró a mi cuarto si quien abusaba de mí estaba detrás de la puerta?
Ese día pude haber muerto, por la depresión, la ansiedad, el abuso, o todo junto. Solo tenía quince años pero estaba decidida a morir.

Escuchemos a los niños y adolescentes, no siempre son berrinches. 

jueves, 24 de octubre de 2019

Libertad encerrada

Debí decírselos cuando podía,
a quien me dañaba y a quien encubría, 
con cada caricia se iba un pedazo de mi vida,
y como el polvo en el aire 
se esfumaba aquella alegría,
y en sus manos morían los sueños que nunca nacieron, 
mientras enterraba mis deseos y juegos,
dejando la confianza
en la vieja caja de recuerdos.

Debí decírselos cuando podía,
pero sentía que moría,
mis años aumentaban y la herida crecía
dándole a mi escasa niñez la última despedida.
Me daba energía el anhelo de justicia 
la inalcanzable superación 
y esa necesidad de seguir viva,
aunque a escondidas 
le rogaba a las pastillas 
que me dejaran eternamente dormida.

Debí decírselos cuando podía,
ese día que mi piel se rompió con el metal, 
o cuando pasé la noche entera en el hospital.
Mis palabras fueron incomprensibles 
o quizás ignoradas, 
pero no era tan difícil aquella metáfora,
¿quién entra a la casa que está en llamas? 
Las lágrimas no calman el gran incendio
y alrededor, nadie llamando a los bomberos,
solo gente hablando y viendo,
a la muñeca de cristal,
en el hogar de fuego,
viviendo con un ser con corazón de hielo. 

Jaula de oro, libertad encerrada, 
voz silenciada, mirada apagada, 
lágrimas ahogadas,
palabras manipuladas,
extremidades atadas,
cuerpo y mente con marcas, 
lo sabe la almohada,
las paredes blancas y rosadas
y quienes saben y callan.
Por mi sangre mi mundo enloquece, 
el incendio se apaga,
mi mente se derrumba y se hace trizas,
dejando de aquella niña apenas unas cenizas,
el fuego queda en mi memoria
y al cerrar los ojos siento su aliento,
y las lágrimas corren una maratón por mi rostro,
esparciendo recuerdos y miedos,
alimentando nuevamente, aquel feroz incendio.

-Micaela Rodríguez 



lunes, 21 de octubre de 2019

La maestra y la niña que dibujaba en clases (cuento)

Era un lunes por la mañana y como de costumbre, había llegado temprano al salón de clases, faltaban unos minutos para que mis alumnos empezaran a llegar y hasta que se acomodaran para entrar al salón, tenía un buen rato para adelantar los trabajos y exámenes que me habían quedado pendientes y no había corregido. Los iba a calificar en ese momento ya que conociendo a mis alumnos estarían ansiosos por saber cuál fue su calificación.
Todos los niños habían sacado notas similares, pero Sofía de nuevo se había equivocado mucho, es raro en ella, tiene mucho potencial para las matemáticas pero últimamente una simple suma o resta se le hacía muy complicado. La había estado observando en el examen y pasó más tiempo viendo la hoja en blanco que realizando los ejercicios. Le corregí los errores y escribí que siguiera esforzándose por mejorar cada día más, no me gusta la idea de humillar a los niños y escribir que desaprobaron con un marcador en color rojo y que ocupe casi toda la hoja. 

Dibujo por: "Canticuénticos" (hay secretos)
Al ser pocos niños terminé casi de inmediato, ellos empezaron a llegar y a acomodarse en sus lugares, como siempre, entran al aula hablando a los gritos, riéndose, por lo que tuve que pedirles en varias ocasiones que mantuvieran la calma. Antes de empezar la clase un alumno me preguntó si ya tenía las calificaciones, a lo que respondí que sí, pero que las daría una vez terminada la clase. 
Sofía parecía estar más cansada de lo normal, luego de un fin de semana los niños suelen llegar a la escuela con más energías y con ganas de contar lo que hicieron esos días, pero ella parece que no la había pasado muy bien. 
Me dispuse a comenzar con el tema del día y todos observaban atentamente mi explicación, nadie escribía nada en sus cuadernos ya que estaban intentando entender el tema nuevo, pero logré ver que Sofía tenía su cuaderno abierto y estaba dibujando. Desde lejos le dije que prestara atención así podía comprender todo, pero ella solo se disculpó y siguió mirando su cuaderno, ya sin dibujar. 
Fui hasta donde estaba ella para ver qué es lo que había estado dibujando y en una hoja arrugada se veían trazos negros y dibujos de monstruos, como si estuviera replicando una película de terror. 
Al acercarme pude ver unos moretones en sus brazos, según ella, se había caído, pero eran tantas cosas extrañas que no pude ignorar las señales. 
Cuando sonó el timbre del recreo todos salieron disparados hacia el patio menos ella, por lo que aproveché para sentarme a su lado y preguntarle qué estaba sucediendo.


-No me pasa nada, maestra, solo me caí -me respondió mientras agachaba la cabeza.
-Más allá de eso, Sofía, tu rendimiento escolar está bajando, y hoy no pudiste prestar atención por estar dibujando.
-Sí, perdón, no lo vuelvo a hacer. 
-No se trata de eso, sino que me preocupa saber que podés estar pasando por una situación difícil que no te permite concentrarte... -hice una pausa al ver que no había respuesta y continué- y ese monstruo, ¿es de una película? 
-No, no era un monstruo, dibujé a mi papá. -Dijo después de mantenerse en silencio y dudar en su respuesta por unos cuantos segundos. 
-¿Él tiene esas garras tan grandes y cara de enojado?
-Sí, porque yo me porto mal y me castigó.
-Bueno, apenas tenés siete años, es normal que a veces hagas travesuras y puede que él se enoje un poco, ¿por qué motivo te castigó?

El silencio se hizo presente una vez más, pero esta vez fue más prolongado y veo que una lágrima cae por su mejilla después de unos instantes. 

-Me castigó porque soy aburrida y no lo amo. -responde con la voz cortada.
-¿Vos pensás así o él te dijo eso, Sofi? -le pregunto tratando de mantener la calma para no ponerla más nerviosa y preparándome para una de las respuestas más dolorosas. 
-Sí, él me lo dijo porque lloro cuando me hace cosquillas feas y le digo que no me gusta ese juego, él me dice que si lo amo debería de obedecerlo sin quejarme. 
-¿Él fue quien te pegó en el brazo? 
-No, maestra, la verdad es que no me caí... fue mi mamá. Yo estaba jugando con papá y grité muy fuerte, ella me escuchó y entró a la habitación, yo le juré que no quería jugar así pero ella me pegó.
-¿A qué estabas jugando con tu papá? -le pregunto aun sabiendo la respuesta.
-¡A las cosquillas! pero no es gracioso porque él se saca la ropa y me saca la ropa a mí también, y las cosquillas que me hace no son en la panza. Le dije a mamá que yo no quería pero ella se enojó mucho conmigo. 

Un nudo en la garganta me impidió seguir preguntando. Todos los niños volvían contentos por haber pasado un fin de semana en familia, y la pequeña Sofía había estado viviendo un infierno. Le agradecí por haber confiado en mí y le prometí que nunca más iba a tener que pasar por eso, le expliqué que no era un juego sino un delito, y que su mamá también estaba equivocada. Es difícil para ella entender lo que estaba sucediendo pero yo había prometido ayudarla y así sería. 
Mientras Sofía se quedó dibujando en lo que terminaba el recreo fui a hablar con el director sobre esto y le pedí que hiciéramos algo. Él se lamentó por la situación pero decidió que lo mejor era dejarlo pasar ya que él tendría que poner la cara en la comisaría y tenía miedo de que lo que dijera la niña no fuera cierto. 
Indignada por su reacción decidí ir a poner una denuncia por mi cuenta, estaba en mis manos la vida de una niña, era la única que podía ayudarla, ignorar sus pedidos de ayuda sería volver a abusar de ella y de sus derechos de crecer en una familia en donde no haya maltratos. 
Quien me tomó la declaración luego de escucharme me dijo que lamentablemente en estos casos no se puede hacer demasiado, que quizás lograrían la visita de una asistente social pero que si la niña no manifestaba haber pasado por eso, no podían proseguir con la demanda. Sofi estaba aterrada, su padre abusaba de ella y la madre lo encubría, ¿cómo iba a poder enfrentarse a ellos siendo tan pequeña? está más que claro que ella diría que todo era una mentira, y no porque lo fuera, sino porque el temor te paraliza. 

-Si tuviéramos pruebas de que lo que dice es así, podríamos continuar, de lo contrario, lamento no poderla ayudar. -me dijo aquella persona mientras me invitaba a salir. 
-Conozco el sistema judicial, señor. Lo único que pueden hacer es preguntarle si está siendo abusada frente a sus abusadores quienes seguramente la tienen amenazada, ella confió en mí y me pidió que nadie más lo supiera, le prometí dos cosas; primero, protegerla, y segundo, para que estuviera tranquila, no revelar su secreto. Pero en lo último rompí la promesa, porque ¿sabe qué? desde que me senté a su lado sospeché de lo que estaba ocurriendo y decidí grabar con mi celular un audio donde me confesaba todo. ¿Ahora sí puede hacer algo?

Es más fácil llamar a los padres y pedirles que los niños vayan a apoyo de matemática y gritarle por estar dibujando en clase que acercarnos a los alumnos para ver qué les sucede en realidad y por qué están comportándose así, por qué están más agresivos, o más callados, por qué faltan tanto a clases, por qué no pudieron llevar la tarea... pero si un niño/a está pasando por una situación de maltrato ya sea en la casa o en la misma escuela, y no entiende lo que sucede, ¿cómo va a entender las matemáticas? 

domingo, 20 de octubre de 2019

Cuando se tiene todo pero no sirve

Miles de personas están presas de una carrera universitaria a la que detestan, ya sea por cumplir el sueño frustrado de alguno de sus padres o por la salida laboral que tiene, pensando que así en un futuro van a poder vivir una vida mucho más cómoda que si hubiesen elegido lo que deseaban en realidad, en donde hay que luchar todos los días por sobresalir y no morir de hambre. Lo que no saben, o quizás sí e ignoran, y es que tarde o temprano van a tener que poner en práctica lo estudiado y trabajar con lo que siguen odiando. Otras personas siguen en una relación abusiva porque creen no ser nadie si su pareja no está, porque a pesar de todo: "¿qué sería de mí si me faltara?" soportando así maltratos, gritos, golpes, sobreviviendo cada día por creer tenerlo todo a su lado.

Gran parte de mi vida puedo decir que lo tuve todo, y ahora pareciera que no tuviera nada. Tuve la suerte de recorrer casi todas las provincias de la Argentina aunque si me preguntan exactamente cuáles no sabría responder, y no porque haya viajado cuando era muy niña sino porque no me interesaba nada y no importara qué paisajes me pusieran en frente, si eran unos hermosos cerros, el mar, o una vista llena de colores, mi vista solo tenía distintos tonos de grises. Con una persona que parecía cumplir todos mis sueños conocí la nieve y me cuentan que fui en avión, pero no tengo ni un solo recuerdo de haber pisado un aeropuerto por esos años, y me parece extraño porque soy una persona que adora ver por la ventanilla incluso del transporte público y simplemente perderse viendo pasar a los autos o los árboles, ¿cómo no voy a recordar haber visto las nubes de cerca?
Tengo fotos de aquellos momentos, incluso yendo a varias excursiones al aire libre, con paisajes sumamente hermosos, pero no logro recordar la sensación que tuve, quizás porque fue inexistente, pero ahí estoy, sonriendo, teniéndolo todo sin tener nada.
Esa persona podía pagarme los cursos que quisiera, ya sea aprender algún instrumento, baile, canto, dibujo, teatro, o quizás probar con los idiomas, pero con nada me sentía bien y no porque no me gustaran sino porque no sentía la música al pasar mis dedos por las teclas del piano, o porque no apreciaba el viento en mi rostro al bailar o lo maravilloso que es sacar la voz agregándole melodía a las letras y poder cantar. Quizás porque era una especie de sueño, en donde recuerdo algunas cosas pero no siento haberlas vivido.

Cuando decidí alejarme de esa persona que me había dañado toda mi infancia y adolescencia y que me premiaba por seguir en silencio y soportando su extraña manera de amar y odiar fue que empecé a sentir... a vivir.
Cuando canto y la letra refleja lo que siento un nudo en la garganta me impide seguir por unos segundos, pero al poco tiempo mi voz mejora y con las lágrimas haciendo una maratón por mi rostro puedo sentir la liberación en cada palabra. Lo mismo cuando decido bailar y me miro en el espejo, empiezo de forma tímida y termino sintiendo que tengo alas.

El año pasado tuve la oportunidad de conocer otro país y viajar sola por primera vez, una fundación me invitó a Chile. Recuerdo los nervios, la emoción, y ahora sí, el avión, las nubes, el despegue y el aterrizaje, las cosquillas en la panza, los cerros por un lado y por el otro el mar, ese olor a mar tan característico que no lo conocía, aunque había ido hace unos años, la arena moviéndose mientras jugaba con mis pies y observaba el paisaje y el viento en mi rostro cada vez que se acercaba una ola y con ella nuevas cosas que el mar llevaba hasta mis pies ya sin arena.

Viví en una jaula de oro por años, creía tener todo y creí perderlo cuando le puse punto final a lo que me venía atormentando. Sabía que nada sería como antes, y si bien ahora no puedo pagarme un curso de algo que me guste ni irme de vacaciones sé que cuando lo haga va a ser una experiencia completamente diferente, porque voy a disfrutar a pleno cada detalle de lo que amo y viviendo de forma intensa cada uno de esos sentimientos.

Me imagino a las personas que estudian una carrera en específica por obligación, ¿será que podrán disfrutar sus logros? o las personas que son maltratadas y luego del golpe viene el regalo, ¿podrán sentir el olor del ramo de rosas o admirar la belleza de las joyas o ropa?
¿Volvería a dejar "todo" por lo que soy y tengo ahora? una y mil veces más. Cuando no hay felicidad, el dinero y los lujos, pierden el valor. 

viernes, 18 de octubre de 2019

"De defender a un abusador no se vuelve"

En diciembre del 2018 se hizo pública la denuncia de la actriz Thelma Fardin contra el actor Juan Darthés. Recuerdo cómo su historia estaba en todos los medios y no importaba qué canal de televisión miraras o qué red social prefirieras usar, ahí estaba su caso. Para muchas personas que se hablara por días de lo mismo era agotador, en cambio para mí era una señal de que por fin nos estaban escuchando, porque no fue solo su caso el que resonó en los masivos medios de comunicación sino que muchas personas decidieron hacer pública su historia, salir a hablar y desenmascarar a aquel familiar, vecino, amigo que todos tenían en un altar. Me emocionaba leer tantas historias, ver tantas imágenes y dibujos animando a la gente a hablar ahora que sí se podía.

Pero no todo fueron palabras de apoyo y abrazos por la valentía. Había mucha gente diciendo que su denuncia fue un "circo mediático", preguntándose por qué no habló antes, por qué tenía el pañuelo verde a favor del aborto legal, asegurando que todo era una mentira para promocionar a "los pañuelos verdes". Hacían chistes sobre Thelma, la ridiculizaban incluso sobrevivientes de abuso. Una vez en Twitter leí a una amiga -víctima de abuso en su infancia- reírse de su testimonio tratándola de ridícula y diciendo que buscaba fama, que nadie la tenía en cuenta y que necesitaba un poco de atención; me sorprendí tanto al leer eso que no pude evitar dejar de seguirla en esa red social, ella, habiendo vivido algo similar, no era capaz de creerle, su justificación era: "yo no estoy a favor del aborto como ella".
No pido que escrache al actor si no lo desea, ni que lo insulte, ni que pinte las paredes, sino que no dude del relato de quien puede hablar de lo sucedido después de años, porque en vez de Thelma, podría ser ella a quien no le crean, y no creo que le gustaría que la trataran de la misma manera.

Hace unos días salió el pedido de captura contra Juan Darthés, y volvieron a aparecer las personas que la acusaban a ella, para seguirse burlando, como siempre. Tratándola de mentirosa, busca fama, "feminazi", y más allá de todo esto, más allá de su caso en particular pude llegar a la conclusión de que nunca nos creen o nos toman en serio. Si denuncia una actriz está buscando fama, si denuncia una madre es una resentida que le llena la cabeza al hijo/a, si denuncia la víctima está mintiendo, si denuncia la escuela o un vecino... ¿dónde está la madre? (porque siempre hay un culpable más culpable que quien abusa).

Nunca vamos a complacer a todos los que lean nuestras historias, pero tampoco es lo que buscamos, exigimos justicia y es por eso por lo que debemos de seguir luchando, si alguien quiere sumarse a la lucha porque pasó por algo similar y puede hablar a raíz de escuchar nuestra historia o simplemente porque decide creernos y ayudarnos, son bienvenidos, pero si no es así, y prefieren pensar que tanto el actor, como el familiar, el vecino, el profesor más querido son inocentes porque "a mí nunca me hizo nada", está bien, pero sí hay una cosa y sumamente importante y es que de defender a un abusador no se vuelve. 

Los niños que nadie quiere adoptar

Hogar de niños, Buenos Aires, enero del 2018.

Ni bien entré al hogar con mi mamá nos presentaron a los niños, la persona que me había invitado les dijo que estábamos para visitarlos y compartir un rato, un niño de once años respondió diciendo "sí, ya sé que nos vienen a visitar" mirando hacia abajo, rápidamente vinieron todos a ver quiénes éramos, una niña de unos seis años me toco el cabello y me dijo que lo tenía muy largo como Rapunzel y que era muy suave, le agradecí mientras le dije que su cabello también era muy lindo, se quedó callada por un instante y tras dudar un poco hizo su primera pregunta: "¿tu mamá te pega?" creo que el motivo de por qué estaba allí se hizo presente los primeros minutos. Le respondí que no, que nadie debe de pegarle a nadie y que ella tampoco debía de hacerlo, se quedó pensando y reflexionando en mi respuesta, no me entendía del todo, a lo que me responde: "¿en serio? ¿de chiquita tampoco?" a lo que le digo lo mismo, nadie debe de pegarle a nadie.

Los niños se turnaban para conocerla a mi mamá y a mí, otra niña de casi la misma edad se acercó y comenzamos a jugar al típico juego con las manos: "mari mari po po mari mari sa sa mari po mari sa mari po sa" le decía "más rápido" y se moría de la risa al ver que ninguna podía, otro niño se acercó y dijo que él también sabía jugar, se sumó y empezamos con otra canción: "choco choco lala choco choco tete choco la choco te chocolate".
Unos niños pegaban, otros mordían, otros repetían constantemente los órganos femeninos y masculinos, y con solo observar la actitud de cada uno podía ver que detrás de cada cosa que hacían había una historia, había un porqué, cada uno tenía un trauma, un dolor, una marca, algo que aprendieron en el pasado y lo repetían ahora.
Dos niñas me hacían trencitas, dividí mi cabello y una estaba de cada lado, peleándose por ver quién era "mejor peluquera".

Por todos lados escuchaba un: "mirá lo que puedo hacer", uno que se colgaba de la casita de juguete, otro que andaba en monopatín sin caerse, otro que pateaba la pelota y la agarraba en el aire, otro que abría los ojos en el agua, otro que se mantenía de pié sobre una parte de la misma casita, no tenía ojos para mirar a todos a la vez.
Los más chiquitos se fueron a dormir la siesta, y los más grandes se quedaron un rato más en la piscina, una de las niñas, quien no se quiso mojar se sentó al lado nuestro y nos contaba que el padre le pegaba siempre, que extrañaba a la mamá y a sus hermanos, y entre juegos y adivinando de qué color era el juguete nos contaba su historia de vida, todo lo que tuvo que pasar siendo tan pequeña.

Después vinieron unos niños con un juguete grande en la mano y cerrando las dos manos me decían "¿en qué mano está?" se veía claramente en cuál estaba pero a veces le decía la mano equivocada para que se rieran y dijeran "no, acá está, ¡gané!"

Un niño de once años, del que hablé antes, tenía un comportamiento que me llamaba la atención, pocas veces te miraba a los ojos y te hablaba tanto de un tema en particular que parecía saber absolutamente todo, pregunté si estaba diagnosticado con autismo o algo similar y me dijeron que le hicieron tests psicológicos pero lo de él, solo eran traumas.

Vi niños viviendo en un ambiente en donde ya no hay violencia, en donde ya nadie los maltrata, pero vi niños con traumas, con marcas emocionales difíciles de superar y niños carentes de amor de una familia, niños que esperaban años para ser adoptados. Niños que fueron separados de sus hermanos dejándolos en el hogar y adoptando solo a quienes eran bebés.

Un niño muy entusiasmado me comentó que ya tiene una familia, ya tiene a alguien que lo quiere adoptar. Los niños merecen y necesitan una familia. Muchas parejas buscan solo bebés pero los más grandes también necesitan protección, consuelo, amor, que en un hogar, si bien pueden darle un techo, comida, juguetes, no pueden prestarle la misma atención ya que son muchos.
Sé que ellos van a poder romper ese ciclo de violencia y salir adelante, pero para eso necesitan ayuda.
A la hora de decidir adoptar a un niño/a se suele hablar de que es mejor un bebé "para enseñarle nuestras costumbres" y porque no tiene un pasado trágico y traumático que necesite de tratamiento, pero aquellos niños que sí lo tienen, también tienen derecho a crecer en una familia que les enseñe que no todas las personas son malas. En la actualidad (octubre del 2019) se sigue buscando una familia para el niño de ahora, doce años, quien fue separado de sus hermanos menores a quienes sí quisieron adoptar por ser más pequeños. Él sigue. Esperando una oportunidad. 

miércoles, 16 de octubre de 2019

Aunque seas de mi familia, no tengo por qué quererte

Muchas veces nos distanciamos de las personas porque las creíamos diferentes, y al conocerlas bien, nos damos cuenta de que no eran como pensábamos y terminan por hacernos daño. Tomar la decisión de alejarnos de quien nos hace mal es bien visto cuando los lazos que nos unen no van más allá de una simple amistad o noviazgo. Pero, pensemos en la familia, a veces también es sano y comprensible alejarse de ellos por nuestra propia paz y salud mental. Aquella tía que solo critica tu apariencia, que habla mal a tus espaldas y no ve la hora de que cometas el primer error para divulgarlo por todos lados, el primo con el que simplemente ya no comparten ni tienen nada en común, incluso esa madre o padre que no te acepta, que quiere tomar decisiones en tu lugar, que te humilla e insulta siempre que le es posible... ¿qué hacemos con ellos?

"Pero sigue siendo tu papá"
"Es tu hermano, es tu sangre"
"Bueno, pero es tu tía, te vio crecer"



La sociedad nos enseña que no hay nada más fuerte que un lazo familiar y que este debe de mantenerse para toda la vida, obligándonos prácticamente a amarlos y dejarlos en nuestra vida para siempre, más allá de cómo sean como personas.

Está claro, no se elije en qué familia nacemos pero sí en la que perduramos una vez que llegamos a la etapa adulta. Si no nos hace bien compartir la misma cena navideña todos los años con personas que nos hacen daño o estando en un ambiente en donde no nos sentimos a gusto, aprendamos a valorarnos y a alejarnos de aquello que nos lastima, aunque sea nuestra familia. Vinimos a este mundo para ser felices y no para sufrir por construcciones sociales. Sí, la familia puede serlo todo para muchas personas, pero cuando se llega a un límite en donde nos afecta y pone en riesgo nuestra salud física y mental es momento de decir basta y no sentirnos culpables por eso. Ellos eligieron comportarse de esa manera, puede ser doloroso y debe de trabajarse como cualquier otra pérdida. Las razones de tomar distancia son válidas y aceptadas, aunque sea nuestra familia, no estamos obligados a quererlos si ellos no hicieron nada para que sintamos ese cariño. 

martes, 15 de octubre de 2019

Niños humillados por sus padres a cambio de "likes"

Lejos quedó el álbum familiar y fotos chistosas que solo eran compartidas entre amigos y familiares, la privacidad de muchos niños es casi inexistente, el problema no está en las redes sociales sino en el uso que le damos a ellas. ¿De qué sirve cuidar a los niños de los peligros de Internet si somos los primeros en exponerlos ante miles de personas?
Videos de niños llorando desconsoladamente, enojados, haciendo berrinches o travesuras, cayéndose de los columpios, siendo asustados, humillados, y filmados para ver sus reacciones para terminar en una recopilación de "si te ríes, pierdes" o "bromas pesadas a niños".
Hace unos meses salía el reto de tirarle un pedazo de queso en la cara a los bebés, y todos subían sus videos con el hashtag. Hace apenas unos minutos en un grupo vi como todos se divertían del llanto de una pequeña de dos años, en donde el padre fingía llamar a la policía por su mal comportamiento, luego una filmación de un niño que no podía realizar la tarea y entre carcajadas era filmado para después ser compartido entre millones de personas, y para completar mi día llego a otro video donde una pequeña insiste en no querer ir a la escuela, en vez de preguntarle el motivo -que puede ir más allá del aburrimiento en clases- toman el celular para filmar sus excusas y reírse de ellas.

¿No sabés cómo ganar dinero y popularidad? ¿tu vida es demasiado aburrida? la solución para muchos está en tener siempre listo el celular y la cámara encendida por si justo el niño se cae, o dice alguna grosería, o se enfada, o llora. Se puede tener la certeza de que tu video va a ser viral en poco tiempo, pero, ¿a cambio de qué? de la seguridad, confianza, privacidad y autoestima de los menores que pasan a ser la burla de todos. No hay palabras que definan mejor esta nueva tendencia de "niños influencers" que padres infantiles e irresponsables. 

Está el famoso caso del canal de YouTube de unos padres que maltrataban a sus hijos simplemente para filmar su reacción, generando peleas entre los hermanos, recibiendo gritos y malos tratos y después excusándose de que era una simple broma, llenándolos de frustración y baja autoestima.

Los invito a que se pongan en el lugar de alguno de esos niños, que de un día para el otro pasaron a ser un chiste, ¿qué les dirán en la escuela? ¿los reconocerán en las calles? ¿qué sentirán al ver su video una y otra vez en todas las cuentas de todas las redes sociales? Algunos, como explicaba antes, son apenas unos bebés y no logran entenderlo, pero aquellos que sí lo hacen, ¿qué pensarán?
Claro está, cuanto mayor sea la humillación, mayor es el éxito, pero tengamos en cuenta de que lo que hoy parece divertido, quizás en unos años no lo sea para ellos y el daño ya está hecho, ya que borrar algo de Internet es prácticamente imposible. Pongamos fin a esta tendencia de ridiculizar a los niños.

viernes, 11 de octubre de 2019

Mi sueño

De niña iba varias veces al año a visitar a mi familia materna que vive en otra provincia (en Misiones), y estaba enamorada de las golosinas que vendían ahí, de la música que sonaba en ese idioma tan raro, recuerdo estar fascinada con una canción en particular, la cual cantaba como si de chino se tratase y hace que sea imposible que la pueda encontrar y saber cuál es. Años después me di cuenta de que ese trabalenguas hecho música era ni más ni menos que el portugués y que esas golosinas y comida eran de Brasil, que, al estar cerca de Misiones eran fáciles de encontrar y por eso en Buenos Aires no estaban. 
En el 2010 me obsesioné con una canción y tampoco sabía qué idioma era, en ese momento también ya tenía un blog y recuerdo que publiqué el link y pedí que me ayudaran, hubiese sido más rápido buscarla en Google, no sé por qué razón no lo hice, pero me respondieron quienes me seguían diciéndome: ¡es portugués!

En el 2015 empecé a estudiar por mi cuenta varios idiomas a la vez, italiano, japonés, alemán y obviamente, portugués, quedándome solamente con el último. Busqué los himnos de varios países y me enamoré del himno de Brasil, me lo aprendí y soñaba con cantarlo en algún momento, me reía sola al recordar que en el 2014 por el mundial todos los argentinos le hacíamos la burla a Brasil y apenas un año después lo amaba con toda mi alma.
Siempre me gustó cantar, sobretodo aquello que sentía, pero había momentos en donde no podía, porque no estaba sola en la casa y la letra se entendía, por ese motivo opté por aprender otros idiomas, si bien el portugués no es difícil de entenderlo, tendrían que prestar mucha atención a la letra para comprender qué estaba cantando.

En una oportunidad encontré un rap en portugués que entendía muy poco, pero describía a la perfección mi vida, pero la letra no estaba así que me era imposible traducirla, en este mismo momento la estoy escuchando después de años y me emociona saber que entiendo lo que dice sin necesidad de leer la letra.
Seguí aprendiendo por mi cuenta, por aplicaciones, videos, canciones... pero no fue hasta el 2016 en donde fue un gran apoyo para mí. Mi historia de abuso sexual en la infancia había salido en los medios, llegando a países en los que nunca me imaginé que sabrían de mí, pero también llegó a Brasil, y mucho, incluso hay un video en YouTube, por lo que muchas personas empezaron a hablarme desde ese país que tanto amaba, y me pasaban más y más canciones, y poemas... fueron muchas las veces que tuve que ir a declarar y de los nervios no dormía y mientras iba a los diferentes lugares (juzgados, tribunales, cuerpo médico forense, defensoría...) necesitaba relajarme en el camino, tanto de ida como de vuelta, y una canción que siempre me acompañaba era: "aguenta firme", que habla justamente de no rendirse, de que todos los problemas siempre llegan a su fin.

Cuando empecé a ir a la iglesia me sorprendí al ver que algunas personas cantaban en portugués, pero más grande fue mi emoción cuando fui a cantar por primera vez y me animé a hacerlo en ese idioma. Ya no existía el español para mí, al menos no en la música.
Me preguntaba cuándo iba a poder conocer ese país, no puedo explicar las veces que busqué precios y solo terminaba llorando al ver que no me alcanzaba ni para la mitad del pasaje, por más que vendiera cosas y siguiera ahorrando. Me anoté en todo lo que podía para ir, voluntariado, trabajo en una agencia de viajes, pero nada... muchas personas me prometían llevarme a conocer ese lugar y nunca cumplían.
El año pasado, justo por estas fechas fui a Misiones y recuerdo que de madrugada, en el viaje, me llegó un mensaje al celular de bienvenida a Brasil, lloré porque estaba cerca pero tan lejos a la vez. Los días que estuve allá le pedí a todos mis familiares que me llevaran aunque sea cerca pero nadie podía.
Un conocido siempre viaja para allá y me trae golosinas, tengo en la caja de los recuerdos el envoltorio de cada una de ellas.


Cuando hablo de mi sueño muchos se imaginan algo súper importante para ayudar al resto, como tener una fundación, dar charlas en lugares importantes, o si es conocer un país, uno muy lejos del mío, cuando digo que es conocer Brasil se ríen en mi cara, porque no ven más allá de una playa o unos días de descanso. Creo que el último lugar al que iría sería a la playa.
Otras personas me preguntaron cómo es que quería viajar sola, salir del país, pero no puedo trabajar porque me da pánico salir de mi casa. Sé que es difícil de entenderlo, pero yo ya salí del país sola, me fui a Chile a dar unas charlas, la fundación cubrió todos los gastos, e irónicamente, lejos de tener miedo me sentía libre y me divertía la sensación de estar perdida con personas que si bien hablaban mi mismo idioma era bastante diferente. Me sentía lejos de todo lo que me hacía mal, lejos de los recuerdos, de las pesadillas, con decir que esos días que estuve allá no tuve que tomar medicación para dormir digo todo. Si salía a la calle no tenía miedo, no me iba a encontrar con quien había abusado de mí ni por casualidad. No sé si me explico.

Es fácil decir que busque un trabajo, estudie y "olvide todo", pero, ¿cómo hacerlo si dejé hasta el estudio que es lo que amaba por el temor?
Las desilusiones y las falsas promesas hicieron que quisiera dejar este deseo de lado, pero fue temporal, porque después ese sueño volvía y con más fuerza que nunca.
No sé si la gente me va a ayudar a cumplir esto que tanto deseo, o solo se va a quedar como algo que siempre quise hacer, o si alguna puerta se va a abrir para permitirme ir, como pasó con Chile, pero hay algo que sí sé y es que es tan fuerte este sueño que no pude renunciar a él. A todos los demás sueños, ya renuncié hace mucho tiempo. Pero Brasil... él sigue ahí.

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jueves, 10 de octubre de 2019

Carta a quien abusó de mí

Dicen que escribir libera, y mientras sepa cómo decir lo que siento, no voy a dejar de expresarme.
"Papá" es una palabra muy fuerte y no merecés ser llamado de esa forma. Me hiciste muchísimo daño, jugaste con lo más valioso que tiene un niño que es la inocencia, no sé en qué fecha exactamente pasó pero de un día para el otro pasé a ser una muñeca de trapo, de esas que no pueden decidir ni tienen sentimientos. Entre risas y cosquillas toda esa luz de inocencia se apagó, algo murió. Estaba confundida, pensaba que esto era un secreto más entre las personas que se aman, al igual que lo era el regalo de cumpleaños de mamá, solo que tu secreto me hacía daño.
Sabías cómo salirte con la tuya y silenciarme, conocías mis miedos, mis debilidades. Te reías en mi cara y seguías jugando con mis sueños e ilusiones. A veces los recuerdos son como tempestades que invaden mis sentidos y en esos momentos siento que voy a enloquecer. Por muchos años me dañé a mí misma para callar esto que siento, porque usaste tu fuerza como si fuéramos semejantes, y me sentí más débil e indefensa que nunca, porque intentar sacarte de encima era como empujar una pared. Y creo que justamente eso era lo que te gustaba, sentirte superior.

No le temía al monstruo que estaba debajo de la cama, ni a los fantasmas, es más, deseaba que existieran, porque de noche hubiese preferido su presencia antes que la tuya. En un estado endemoniado te subías a mi cama infantil y nada parecía importarte, ni lo que dijera, ni lo que hiciera, mucho menos si estabas cometiendo un delito y si era tu propia hija. Sin testigos, sin nadie que te viera hacías lo que querías con mi cuerpo que era insignificante comparado al tuyo. En la oscuridad y la completa impunidad entrabas quebrantando algo más que mi organismo, rompiendo la confianza, los sueños y haciendo destrozos dentro de mi cuerpo y mente. 

No callé por unos días sino por muchos años, a medida que iba creciendo ibas encontrando nuevas maneras para mantenerme en silencio, irónicamente eras quien pagaba la terapia y la medicación para la depresión y ansiedad, no porque quisieras que estuviera bien, o bueno, quizás sí, para que todos siguieran pensando que eras un padre que se preocupaba por su hija. 

Hasta el día de hoy todavía sigo con pesadillas, con miedos, llena de secuelas que podría hacerte una lista inmensa y seguro al leer esto pensás que te saliste con la tuya pero la verdad es que no, porque descubrí que sí tenía fuerza, y no para empujarte e impedir otro abuso sino la fuerza de la palabra, quisiste callar mi voz por años, haciéndome sentir que no valía nada lo que dijera pero eso solo fue una mentira más, porque mi voz tiene tanto poder, es ese puño que golpea con fuerza, y por ese motivo siempre me querías callada. Esa niña a la cual intentaste manipular y llenar de culpa hoy creció, mentiría si dijera que voy a olvidarte de un día para el otro o que ya no me afecta, pero hoy decido devolverte todos los sentimientos que quisiste poner en mí y que no me pertenecen, te devuelvo la vergüenza para que no puedas ver a la gente a la cara sabiendo la inmundicia humana que sos, te devuelvo la culpa, para que ella no te deje dormir, te devuelvo la suciedad, el miedo, la tristeza... 

¿Papá? No. Un papá no hace eso, un papá no te obliga a crecer siendo una niña, un papá te ayuda a superar el miedo, no te lo provoca, te despierta de las pesadillas, no convierte tu vida en una, un papá te cuida, no te lastima, un papá no abusa, no merecés ese nombre.

miércoles, 9 de octubre de 2019

Ignorancia, silencio, indiferencia: los mejores amigos de los abusadores

Estar hoy de pié y dispuesta a contar mi historia hace que ya no sea más una víctima sino una sobreviviente. A veces me preguntan qué fue lo más valiente que hice, y sin duda la respuesta es haberle puesto nombre a las tormentas que me perseguían desde niña. Confesar que fui víctima de abuso sexual en la infancia no fue nada fácil, decir quién me había hecho tanto daño tampoco. Fue una decisión que me llevó tiempo, años...

Mi nombre es Micaela y fui abusada por mi papá biológico durante años. Cuando conté mi historia en las redes sociales lo hice de forma anónima, la vergüenza me carcomía por dentro, pero hay algo que tuve que aprender con el tiempo y es que esos sentimientos de vergüenza, culpa, suciedad, solo le pertenecían a una persona y no era a mí, sino a quien había tomado la decisión de usar mi cuerpo como un objeto. Mostré mi rostro junto a mi historia diciendo, ¡sí, soy yo! y doy la cara porque la vergüenza no es mía. 
No soy lo que viví, no soy los miedos, ni las pesadillas, ni los ataques de pánico, ni la ansiedad, ni la depresión, todas esas secuelas están dentro de mí pero no me definen, porque podrá haber lastimado mi cuerpo pero jamás mi alma de niña sobreviviente. Creer que toda la vida voy a estar atada a sus garras es seguir siendo abusada, aunque él ya no esté. 
En una sociedad en donde se cambia de canal en la televisión al ver un caso de abuso o se ignora una publicación sobre esta problemática es difícil poder decir que a mí también me pasó, romper con los "secretos familiares", con el tabú de que "de esto no se habla" es un verdadero desafío. 
La otra vez un conocido confesó haberme visto en la televisión contando mi historia antes de que la vida nos llevara a vernos en persona, pero también reconoció que al ver que se trataba de otra historia de abuso decidió cambiar de canal, sin siquiera escuchar mis palabras, era demasiado horroroso como para continuar viendo. Y ese es justamente el problema, la ignorancia, el silencio, la indiferencia, son los mejores amigos de los abusadores. 



Una vez salí a caminar con mi abuela paterna -por cierto, la última vez que la vi- y ella dijo que quería hacerme un regalo y que eligiera algo, me decidí por un libro e inmediatamente fui a la sección de psicología. Quería leer sobre este tema, sentirme comprendida al menos por unos instantes, así que le dije a mi abuela que deseaba leer un libro sobre información de abuso sexual en la infancia. Su expresión está tatuada en mi mente, le pareció horroroso que quisiera leer sobre semejante degeneración. Y ahí volvemos a lo mismo, es repulsivo lo que los abusadores hacen con los niños, pero ellos son dueños de sus actos aberrantes, ellos están sucios, no los libros o la información. Cabe resaltar que ese mismo día intenté comentarle lo que mi progenitor me había estado haciendo por años, pero nuevamente le pareció algo horrible, acotando "es un problema entre ustedes, no me puedo meter". No me puedo meter, no es un asunto mío, es un problema de la familia... ¿a cuántos niños condenamos a vivir en una constante tortura por mirar hacia otro lado? 

Yo puedo estar hoy acá para decir que soy sobreviviente de uno de los crímenes más silenciados e impunes que existen, pero muchos niños ya no están para contarlo y sus historias salieron a la luz luego de hacerles la autopsia para ver de qué fallecieron. 

En la mayoría de los casos de niños asesinados y abusados hay antecedentes por parte de los criminales, registro en hospitales por malos tratos, testimonio de docentes en las escuelas, de vecinos que "algo sospechaban" pero no hicieron nada... todas esas personas aparecen cuando el caso de los niños olvidados están en la prensa, cuando ya no hay nada por hacer. 
Necesitamos actuar y proteger a la infancia ahora. Luchar contra el abuso sexual, esa problemática de la cual nadie quiere hablar pero no hace que los niños dejen de sufrirla. 

Cuando la mente "se va" para sobrevivir: disociación

De niña veía con asombro a las personas que caminaban sobre vidrios rotos y sus pies sangraban pero en sus rostros solo había una sonrisa, no veías una lágrima de dolor ni por casualidad, al preguntar cómo lo hacían muchos decían que la mente es increíble y solo era el poder de concentración. Me entusiasmaba algún día intentar algo así, sin saber que ya lo estaba viviendo. No porque quisiera aparecer en la TV, no porque tuviera un talento, tampoco porque me gustaran las cosas arriesgadas sino porque mi mente ya me había dado la posibilidad de anestesiar el cuerpo y la mente para protegerme, no del vidrio roto ni de los cristales, sino del abuso de mi padre.
Hay veces en donde el dolor es inevitable, tengo recuerdos donde los experimento muy de cerca, pero hubo muchos momentos en donde la disociación tocó la puerta y me ayudó a sobrevivir. No voy a decir que sé mucho del tema, hace apenas unas semanas una psicóloga le dio nombre a mi sensación de no estar. No sé cuándo fui consciente de que esto me ayudaba a seguir adelante y empezó a ser un hábito para cualquier situación en donde me sintiera incómoda, aburrida, triste...
De adolescente me cortaba los brazos con algún objeto filoso y la primera vez que lo hice recuerdo que al pasar el cuchillo sobre mi piel sentí algo horrible, tiempo después cuando el dolor físico era parte de mi rutina para callar a mi mente me di cuenta de que ya no me dolía, y la sangre chorreaba en mi brazo, pero ni tocando la herida podía sentirla, la veía, estaba ahí, pero mi cuerpo no sentía nada. Una vez que me calmaba o que pasaban las horas podía experimentar el dolor.

Mi psicóloga me sugirió como alternativa a los cortes tomar un hielo y dejarlo unos segundos en mis manos, esperé a sentirme desesperada para intentarlo, me parecía tan absurdo como agarrar un cutter. Lo tuve en mis manos primero con un papel para que no sea tan doloroso el cambio brusco de temperatura pero luego lo saqué. Miraba cómo mis manos se ponían rojas y el hielo se derretía. Lo sentía, estaba ahí, pero de la misma manera que sentiría el cutter rompiendo mi piel.

Disociarse es desconectar a la mente del cuerpo según me comentó mi psicóloga. Muchas veces nos centramos tanto en una conversación, leyendo un libro, mirando una película que no nos damos cuenta de lo que ocurre a nuestro alrededor y el tiempo pareciera detenerse, esto es algo completamente normal e incluso saludable, de esta manera podemos hacer que la mente descanse y se enfoque en lo que realmente importa en esa ocasión.
Cuando el trauma aparece y con ella la disociación nos desconectamos completamente, de forma involuntaria, como una forma de protección ante ese hecho traumático que quizás, estando plenamente conscientes, no lo podríamos soportar.

Recuerdo que cuando denuncié a mi progenitor por dichos abusos en una de las tantas declaraciones me preguntaron qué había hecho antes, durante y después del abuso, mi mente se quedó en blanco ya que solo podía recordar cómo llegó a mi habitación y algunas imágenes mientras me dañaba, pero, si me preguntan qué sentía en ese momento, con esa edad, o qué sentí minutos después mi respuesta más sincera es un "no sé". Para algunas personas el no recordar mis sensaciones es una prueba de que no lo viví, en cambio para quien comprende realmente la mente humana sabe que es algo normal ante un hecho del cual necesitaba sobrevivir.

Mi mente me enseñó a atravesar por situaciones dolorosas a nivel físico y emocional sin sentir absolutamente nada mientras ocurría, ya sea durante el abuso, los cortes en mi piel o teniendo el hielo en mi mano, soy consciente de que aquello se supone que debe de doler, pero no lo puedo sentir hasta que mi mente decida volver a la realidad. No sé en qué momento empezó este mecanismo de defensa, tampoco sé si estarle agradecida, ya que no siempre pude "irme", pero de algo estoy segura y esto lo escribo basándome en mi experiencia, sin leer absolutamente nada y guiándome solo por el nombre que le dio aquella profesional a lo que para mí era una señal de locura, y es que, la mente es maravillosa.

martes, 8 de octubre de 2019

Detrás de una mirada triste: la historia de Valentina

24 de agosto, Buenos Aires.

Me encontraba en el segundo festejo por el día del niño. Por estas fechas hay muchísimos eventos en todo el país, pero la diferencia entre aquellos que son más difundidos por las redes sociales y los eventos en los que participé yo, es que trabajamos junto a comedores, los niños que asisten están en situaciones vulnerables o contextos familiares difíciles, por lo que hacerle sonreír a un niño que está en medio de tantos problemas es un desafío.
Quien me ayudó a organizar todo se acercó a mí presentándome a una niña de seis años, Valentina. Una niña tímida, con la mirada hacia abajo, apenas pudo decirme su nombre luego de preguntárselo varias veces. En voz baja la señora me explicó su situación: "la mamá es adicta, y la dejó, está un poco triste".

Se quedó conmigo y sentí una gran responsabilidad de cuidarla, ya que era muy pequeña y estaba completamente sola. Otro payaso llegó a la fiesta, él ya tiene experiencia, hacía chistes cada dos segundos, tenía un disfraz mucho mejor hecho que el mío, y muchos más materiales para hacer reír a los niños, tengo que admitirlo, me hacía reír hasta a mí. Intenté que Valen pudiera unirse con los niños que rodearon al payaso y cuando él le habló e hizo el típico chiste que hacía con todos ella solo no respondía y se quedaba seria. Lo intentó por varias veces hasta que por fin le dijo su nombre con una voz apenas audible y sin soltarme la mano.
Las burbujas son siempre una excelente opción cuando me quedo sin ideas, le pregunté si le gustaban y solo asintió con la cabeza. Los niños se empezaron a amontonar y a perseguir las burbujas mientras que Valen solo explotaba las que llegaban hasta ella.
Mi amiga, quien me acompañaba y también estaba disfrazada se quedó ayudando al otro payaso mientras que yo me quedé con Valen y seguíamos con las burbujas. Sin querer un montón de burbujas se quedaron en la campera de mi amiga, quien no se dio cuenta, y la pequeña moría de la risa, por primera vez la vi sonriendo de verdad.
Por fin se animó a pedirle un globo al payaso, le hizo una jirafa, un gato y al final un corazón, quien dio ese empujón para que pudiera animarse a jugar.


Empezamos a jugar a ponerle el globo de corazón en la cabeza de los demás y de a poco la niña tímida que conocí al principio se iba. Me dieron un globo de espada y empezamos a correr por toda la cuadra para ver quién ganaba, ¿cómo era el juego? no lo sé, pero ella corría, saltaba y sonreía como debería de hacerlo siempre.
Cada tanto le daban golosinas a los niños y ella siempre que recibía algunos caramelos los juntaba con sus dos manos y me hacía elegir uno. En una ocasión le dieron solo un caramelo y sin pensarlo ella lo abrió y lo partió por la mitad, dándome un pedazo a mí también.

Dibujamos un rato, seguimos corriendo, haciéndole bromas al payaso, hasta que se animó a subirse a los juegos también, cada tanto me miraba y me saludaba y yo moría de la emoción de saber que en su mente solo estaba el deseo de jugar y ya no la tristeza con la que llegó.

Las drogas no solo afectan a quien las consume, sino a toda su familia. Valentina es un claro ejemplo de eso, quien con seis años se da cuenta de lo que ocurre a su alrededor afectando su personalidad, estado de ánimo y sobretodo: su infancia.

Lautaro Agustín

Cabildo, Buenos Aires, abril de 2017

Iba caminando con mi vecina por Cabildo, íbamos a comprar los útiles para empezar la universidad, solo recuerdo una situación de ese día, cuando caminaba vi que un niño pedía en la calle, lamentablemente es algo muy común y muchos los ignoramos porque sabemos que la mayoría de las veces ese dinero va para los padres o para quienes los están explotando para conseguir dinero, quise seguir de largo porque sé que al darles plata no ayudamos a los niños, fui toda la cuadra pensando qué podía hacer entonces, cuando estaba por cruzar me detuve y le dije a mi vecina: "¿lo llevamos a comer a McDonald's?" ella desconcertada me pregunta a quién y le explico que había visto a un niño pidiendo dinero. Se lo veía triste, abrazado a su mochila con algunos pesos a su lado, ya no se molestaba en gritar que necesitaba dinero, simplemente estaba ahí, esperando a que el día terminara como siempre.

Nos acercamos y le hablamos, miró con cierta desconfianza pero se dio cuenta de que no le queríamos hacer daño, nos dijo que se llamaba Lautaro, Lautaro Agustín, le preguntamos si quería ir a comer. El restaurante estaba cerca, lo conocía muy bien y no por entrar a comer como los demás niños sino porque es un punto clave para pedir dinero o lo que sobra de la comida de los demás, dijo que sí de inmediato, cuando estábamos por ir nos dijo "hoy es mi cumpleaños" cumplía sus nueve añitos. Por su cara asumí que no había tenido ningún regalo, no estaba feliz de cumplir años, le dije que como regalo podía elegir lo que él quería para comer, en ese momento deseaba con todas mis fuerzas tener más dinero para llevarlo a la juguetería, pero entre el dinero que tenía mi vecina y el que tenía yo, apenas nos alcanzó para pagarle la comida, no llevábamos mucho ya que solo compraríamos un par de cuadernos.

-Desde que era así de chiquito que pido acá con mi mamá- nos contaba mientras caminábamos señalando una altura que podría indicar a un niño de tres años. Mi parte más sensible quería llorar mientras que por otro lado quería hacerlo olvidar al menos por un rato de su realidad.
-¿Tenés hermanos? -le pregunté para que pudiéramos cambiar de tema.
-Sí, cuatro.
-¿Y te peleás con ellos a veces?
-No, nunca...


Entramos a McDonald's y mi vecina fue a pedirle la cajita feliz. Había mucha gente, muchos niños dando vueltas, corriendo, saltando, pero se detenían para ver a Lautaro, quien se daba cuenta del rechazo pero poco le importaba, yo también sentía las miradas, había leído muchos casos en donde al ver niños en situación de calle los echan de muy mala manera, pero él no estaba solo y si alguien nos decía algo lo iba a defender, no nos podían echar de un lugar público. Nos alejamos de la multitud porque era sofocante, me quedé con él mientras mi vecina esperaba y hacía la fila. Comenzó a querer saber más de mí, mientras los niños seguían mirándolo él empezó con su interrogatorio: "¿cuál es tu animal favorito? ¿y tu color favorito? ¿tenés mascotas? ¿algún superhéroe que te guste?" a medida que le iba respondiendo le devolvía la pregunta.

Por fin llegó la comida, el juguete de la cajita feliz sería para su hermanita más chica. Se comió una hamburguesa con papas fritas y una coca cola y de postre un Danonino, habrá comido en cinco minutos todo del hambre que tenía. No decía ni una sola palabra, no sé ni cómo hacía para respirar. "Estuvo muy rico, gracias" dijo cuando terminó.

"Mi prima también se llama Micaela como vos" me dijo cuando nos estábamos por ir, el abrazo que le di cuando me dijo que era su cumpleaños lo voy a llevar siempre en mi corazón, su sonrisa a pesar de todo.
Cuando él sentía que lo miraban mal o se reían simplemente me hablaba y los ignoraba, "me encantan los caballos" me dijo en una oportunidad cuando dos miradas se juntaron, la mirada que rechaza y la mirada de la inocencia, la segunda era más fuerte. 
Lauti volvió al mismo lugar, abrazando a su mochila, sosteniendo el juguete de la cajita feliz y sonriendo, me contó que le diría a toda su familia que había podido comer en McDonald's. Pensaba en mi hermano, casi de su edad y no podía imaginármelo solo, en la calle. Creo que ese día supe que si bien darles dinero no ayuda, el ignorarlos tampoco. Acababa de cumplir dieciocho años, no podía cambiar el mundo, tampoco ahora con veinte, pero cambié el día de un niño y también el mío, supe que no sería la primera vez y que esto, recién empezaba. 

lunes, 7 de octubre de 2019

¿Quién es "Justicia" y por qué no me cree?

"Vas y vienes entre archivos, como un número más, ¿qué pasó con esa gente que debía darte paz? creces y desapareces, el sistema te olvidó..." 

Los ojos de la pequeña se cristalizan, toma la mano de su madre y una lágrima resbala por su mejilla. Las palabras deciden no salir, el temor la consume por dentro y todo lo que tuvo que callar se ahoga en un mar de lágrimas. “Es un secreto” le susurra la niña, “nadie debe saberlo”. Pero aquellas manos que le acarician el rostro no la lastiman, ella no le haría daño.
Y se llena de valentía, lo recuerda, decide hablar y romper el silencio… allí no siente aquella atmósfera de frialdad…
Aquella mano opacaba sus gritos con crueldad, silenciaba sus sollozos y de madrugada, despertándose sobresaltada en aquella oscuridad que la invadía, su cuerpo lastimaba… desearía que fuera un fantasma… pero era su propio padre quien a su cuarto entraba.


Con palabras infantiles y tratando de explicar lo inexplicable, cuenta lo que papá le hace. Las miradas se cruzan y la pequeña inmóvil, espera una respuesta… y recibe lo que tanto necesitaba… “Yo te creo” y el más sincero de los abrazos, dos almas se convierten en una… “Papá nunca más te va a lastimar, yo te lo prometo…”
La pequeña vuelve a contar lo que tanto daño le hizo, a cientos de desconocidos que hacen pregunta tras pregunta, sin importar cómo se siente, quieren cada vez más detalles. Le piden que dibuje lo que le hizo. Que lo exprese con unos juguetes. Y más preguntas. No entiende quiénes son, dónde está, ni tampoco el motivo, ¿será que hizo algo mal? ¿por qué todos la miraban con cara seria y anotaban todo lo que respondía?
A pesar del miedo que le provocaba toda esa situación se llenaba de valor y volvía a contar cómo fue que conoció el infierno en la tierra, siendo apenas una niña de cinco años, y cómo podía asegurar que los monstruos sí existían y tenían cara de "papá". 

Pasaron meses. La madre cumplió aquella promesa, nunca más volvió a ver a la niña y ella iba recuperando la sonrisa, sin saber todo lo que había detrás y lo que iba a pasar poco tiempo después. 

-¿Estás llorando, mamá? -le pregunta la pequeña al verla limpiándose el rostro.
-Perdoname, hija. Prometí cuidarte y no puedo. ¿Te acordás de todos los lugares a los que fuimos y contaste lo que te hizo papá? 
-Sí -contesta la niña mientras su mirada se va empañando. 
-Bueno, ellos no te creen. Yo sé que decís la verdad, yo sí te creo, sos muy chiquita para entenderlo, pero tristemente así es la justicia a veces...
-¿Y papá? ¿se enojó conmigo? -responde asustada.
-No, mi amor, pero la justicia decidió que es mejor para vos que lo vuelvas a ver, porque tenés que crecer teniendo un papá también. 
-Pero si papá me lastima, yo lo conté muchas veces, mamá, conté todo -le dice ahogándose en un sollozo que refleja la decepción, el miedo, el dolor - yo no miento, mamá.
-Yo te creo, hija. Vos no podrías inventar algo así, pero la justicia...
-¿Quién es "Justicia", mamá? ¿y por qué no me cree? 

Son muchos los niños que son obligados a volver a ver a su abusador, ignorando lo que les haya hecho, los jueces piden la revinculación excusándose tras el "síndrome de alienación parental" diciendo que la madre es la responsable de que los niños "odien" a su progenitor. Sin importar si están dejando la vida de los pequeños en bandeja para que los abusadores vuelvan a hacerles daño. Niños son arrebatados de los brazos de su madre y llevados con el abusador, ¿quién ve por sus vidas? ¿qué tiene que ocurrir para que les crean? ¿quién es Justicia? ¿y por qué no les creen? 

¡Que la valentía de los niños no sea en vano!

sábado, 5 de octubre de 2019

Hija, hijo: yo te creo

-Mamá, deberíamos ponerle llave a mi cuarto. 
-No, Cami, tenés apenas nueve años, ¿acaso tenés algo que esconder? - Pregunta la madre desconcertada mientras continúa viendo la televisión.
-No, pero... necesito privacidad. -Insiste la pequeña.
-Sos muy chica, ya tendrás tiempo en la adolescencia. -Le responde sin despegar los ojos de la pantalla.
-Ojalá tuviera un hermano menor muy molesto, así tendría una excusa, siempre me hacés lo mismo ¡te odio! -Dice mientras, alterándose, se aleja y cierra con furia la puerta de su habitación.

La madre no comprende por qué su hija había cambiado tanto, ¿acaso estaba celosa porque ella se volvió a casar? desde ese momento se había vuelto agresiva, lloraba siempre y constantemente pedía estar sola.
Hace aproximadamente una semana la habían llamado de la escuela, le había gritado a un maestro.

-Camila, ¿por qué hiciste eso? Es el colmo que me tengan que llamar por tu mal comportamiento, siendo que yo me esfuerzo y trabajo todo el día para darte lo mejor.
-¡Es un tonto! ¡Los hombres son malos! -Grita mientras frunce el ceño.
-¡Estás castigada! Una semana sin ver la televisión. ¡Y ahora te vas a tu cuarto! ¡Tenés que aprender a respetar a los mayores!

Es un día cualquiera y la niña llega de la escuela, tira la mochila en el comedor y sin escuchar a su madre, quien le dice que la levante, se encierra en el baño y comienza a llorar.

-¡Podés levantar la mochila! -Le grita desde atrás de la puerta- Hija... ¿estás llorando? -Le interroga intentando calmar su ira.
-¡Andate mamá! ¡Como hacés siempre! Si me vas a dejar sola de nuevo con Mariano andate de una vez. -Le responde con la mirada empañada de lágrimas.
-Cami, tengo que trabajar y lo sabés, él todavía no consigue un trabajo y tengo que ayudar para que podamos comer, Mariano es una buena persona, te cuida, te hace la comida y...
-¡Basta! -La interrumpe- ¡No quiero saber nada con vos!

La madre, sin entender lo que pasa se aleja y llama a una amiga, quien le dice que es normal, que está muy consentida y todavía no acepta que ella sea la que lleva el dinero y tenga que salir dejándola con alguien que no es de su familia. La madre asiente mientras escucha con atención los consejos de su amiga, cuelga y saluda a su hija, quien no le responde y luego se va a trabajar.

Mariano llega a la media hora y la niña está en su habitación jugando con las muñecas, él abre la puerta, la mira por unos instantes en silencio sin que ella lo sepa y luego la saluda.

-Estamos solos... tu mamá ya se fue.
-Ya sé... -Le dice sin dejar de mirar a las muñecas.
-¿Sabés? Estoy un poco cansado... ¿puedo sentarme con vos?
-Ya estás sentado... -Lo mira de reojo y su atención vuelve en el juego.
-Tenés razón... vení, sentémonos en la cama.
-No, no quiero, estoy jugando.
-No me hagas enojar... -Le dice mientras comienza a levantar la voz.
-¡No quiero jugar con vos! -Su mirada parece asustadiza y la voz le comienza a temblar.
-Tu mamá dice que me respetes, que me obedezcas ¡y esto es una orden!

La toma del brazo y de un solo empujón la acuesta en la cama, la niña, entre sollozos le dice que no pero sus oídos parecen no escuchar, ataja sus movimientos tomándola de ambos brazos y comienza a besarla. No siente las patadas que la niña intenta dar, y tiene su rostro sobre el de ella, impidiéndole gritar.

La niña sabía muchas cosas, en la escuela le enseñaban a leer, a sumar, restar... sabía un poco de historia y otro poco del medio ambiente pero su sabiduría no le bastaba para entender lo que le estaba sucediendo.
Aún con lágrimas corriendo por sus mejillas abre su diario íntimo y escribe lo que le sucede...

"Querido Diario... ya no quiero jugar más... no me gustan los secretos... me duele... tampoco quiero tener novio, él me dice que lo somos pero yo no quiero. Quisiera poder encerrarme cuando él llega a casa pero mamá insiste en que soy muy pequeña... mejor escribo mañana... porque ahora estoy muy triste..."

Los días pasan y cada vez se vuelve más retraída y solitaria, duerme poco y cuando lo hace, se despierta transpirando y llorando, aunque nunca cuenta sus pesadillas.
La madre, comienza a pensar en que alguien le está haciendo daño... ¿bullying? ¡O quizás era el maestro! ¡Por algo ella le gritó!
En la escuela la directora le comenta con certeza que nadie se burla de ella y que con ese maestro, apenas tienen una hora a la semana y además, está acompañado de otra profesora.
Preocupada, entra al cuarto de su hija y ve sobre su cama el diario íntimo. Lo toma con ambas manos y lo abre. Estupefacta lee lo que su pequeña niña describe en aquellas hojas, la llama y le pregunta.

-¿Qué hacés con eso? ¡Es mío no tenés derech...! -Grita la niña.
-Hija... -La interrumpe- ¿quién te lastima?
-Nadie, es un cuento...
-Sé que nunca hablamos de esto, porque creía que eras muy pequeña... pero hay partes privadas que nadie debe tocar ni ver...
-¿Nadie?
-Nadie... ¿te acordás cuando te dije que no vayas nunca con un desconocido?
-Sí...
-Bueno... me faltó contarte que no solo ellos pueden ser malos...
-¡¿Cómo?!- Pregunta sorprendida.
-Hay conocidos, incluso familiares que también lastiman... y eso no es amor, ¿sabías que hay secretos que hay que contarlos? Aquellos secretos que te hacen sentir mal, por ejemplo...
-¿Y yo podría contarte un secreto así? ¿no vas a pensar que estoy loca, no?
-No, no pensaría eso, porque te creería. Sé que no sos capaz de mentirme... -Invita a su hija a acercarse y la abraza, le besa la frente y continúa...- ¿me querés contar?
-Es que... es que Mariano... él... me lastima... -Tartamudea- Me toca eso que decís, mis partes privadas, y se saca la ropa, no me gusta mamá, no me gusta... -Las lágrimas hacen una maratón por su rostro y la respiración se agita- y no solo es eso, mamá, me dice que no te cuente nada, ¡que no me creerías! pero vos me creés, ¿verdad?

Aquellos ojos verdes miran a su madre esperando una reacción de la misma, quien solo se dedica a llorar con ella y repetirle "yo te creo".

Aquel hombre tuvo que abandonar la vivienda y ambas pusieron una denuncia ante las autoridades. Una psicóloga le explicó a Camila lo que había sucedido y ella de a poco va dejando de llorar, de gritar y de enojarse... Y sobre todo, ya no quiere estar encerrada.

Depositaron su confianza en la justicia de la Argentina, no saben qué pasará con aquel ser sin escrúpulos pero la madre sí sabe algo, y es que nunca más dejará que toque a su pequeña y sobre todo, que nunca se es chico para saber que nadie lo debe lastimar.

Cuando el amor parental es solo por redes sociales

"Es curioso pensar que la tecnología no está acercando a los que están lejos, sino distanciando a los que tenemos a nuestro alrededor".
-Anónimo-

Paso mucho tiempo en Internet, y obviamente, en las redes sociales. En ellas me siguen muchos padres de niños pequeños pero también con hijos adolescentes. A diario veo fotos de los logros de los hijos, ya sea su boleta de calificaciones, una medalla...
Tengo de amiga a la madre de una niña pequeña, absolutamente todos los días sube fotos de la niña, yendo a la escuela, comiendo, durmiendo, jugando, incluso cuando está enferma, con el termómetro al lado. Publica todas las cosas que le compra, ropa nueva, juguetes, y obviamente fotos de la niña abriendo todos esos regalos, posando y sonriendo con cada uno de ellos por separado. Escribe siempre lo orgullosa que está de cómo va en la escuela, resalta todas sus cualidades, le dice que es una niña encantadora, solidaria, compañera, agradecida... pero siempre por las redes sociales.
En persona apenas le dirige la palabra, diciendo siempre que es muy molesta y que nunca se queda quieta.
Un padre de un adolescente siempre que puede le escribe por Facebook lo buen hijo que es, lo agradecido que está de que sea tan buena persona, incluso tiene un tatuaje con la inicial de su nombre. El joven no tiene buenas calificaciones pero él sube las fotos de las evaluaciones y escribe que no pasa nada, que no tiene por qué ser perfecto ni el mejor alumno, que lo importante es que sea buena persona y que día a día se esfuerce por lograr sus metas, lo anima a seguir estudiando, concluyendo con frases emotivas para cualquier persona que lo lee, en donde dice que siempre va a estar para él y para ayudarlo. ¿El problema? el hijo ni siquiera lo acepta en las redes sociales. Muere de vergüenza con las publicaciones que hace, sin contar que apenas si lo ve, desde hace meses no pasa la cuota alimentaria, y jamás lo ayudó a estudiar, de hecho, ni sabe cómo es su personalidad.

Cada madre o padre sabe cómo educar a sus hijos de acuerdo a lo que cree que es lo mejor, a lo que aprendió de su propia infancia, y no estoy acá para criticar la crianza que les dan, sino para hacer una pequeña reflexión.

Los niños y adolescentes no necesitan padres virtuales que les expresen su amor por medio de una pantalla, en donde todos ven cuánto los quieren menos los protagonistas de tremenda dedicatoria, los hijos. Si no estamos para ellos de forma presencial, ¿por qué si estarlo de manera virtual?
Tu hijo no necesita felicitaciones por Facebook ni "te amo" en una foto de perfil, tampoco miles de fotos al día mientras están en el parque para que puedas compartir con tus amigos lo genial que lo pasaron cuando de tantas fotos, ediciones y palabras, te olvidaste de lo más importante: estar ahí. 

No está mal querer compartir cómo están los niños con tus amigos o demás familiares, tampoco sacarle fotos para que de grandes puedan verlas, lo que me da tristeza es saber que muchos niños no saben que son queridos, porque no saben leer. 
Te animo a que los felicites por sus calificaciones, a que les digas lo importantes que son, pero primero a ellos, y después si querés a los demás, para por fin ser padres reales y no virtuales. 

viernes, 4 de octubre de 2019

Señora Justicia

Señora Justicia,
quien me ve desde allá arriba,
engrandeces a quien más oferte,
un precio tiene la vida y otro tiene la muerte.

Mundo al revés,
corrupción en plena libertad,
inocencia entre rejas que logran asfixiar,
quien pueda, que pague por la verdad.

El mundo quieres dominar,
predominando la mentira y la impunidad,
que griten quienes fueron silenciados,
que hablen por aquellos que ya no pueden contarlo.

Exiges pruebas de todo lo ocurrido,
pero cuando estas se presentan,
la venda en los ojos te deja ciega,
por los hombres que en el alma tienen la verdadera pobreza.

Aquí no importan las palabras ni las leyes,
importa el poder y el dinero que entregues,
porque un mundo justo e igualitario
está lejos de poder ser aceptado.

El pueblo, el país, la tierra,
tiene en la mira tus acciones,
y qué injusta que es usted,
Señora Justicia.