sábado, 16 de marzo de 2019

Lautaro Agustín.

Cabildo, Buenos Aires, abril de 2017

 Iba caminando con mi vecina por Cabildo, íbamos a comprar los útiles para empezar la universidad, solo recuerdo una situación de ese día, cuando caminaba vi que un niño pedía en la calle, lamentablemente es algo muy común y muchos los ignoramos porque sabemos que la mayoría de las veces ese dinero va para los padres o para quienes los están explotando para conseguir dinero, quise seguir de largo porque sé que al darles plata no ayudamos a los niños, fui toda la cuadra pensando qué podía hacer entonces, cuando estaba por cruzar me detuve y le dije a mi vecina: "¿lo llevamos a comer a McDonald's?" ella desconcertada me pregunta a quién y le explico que había visto a un niño pidiendo dinero. Se lo veía triste, abrazado a su mochila con algunos pesos a su lado, ya no se molestaba en gritar que necesitaba dinero, simplemente estaba ahí, esperando a que el día terminara como siempre.


Nos acercamos y le hablamos, miró con cierta desconfianza pero se dio cuenta de que no le queríamos hacer daño, nos dijo que se llamaba Lautaro, Lautaro Agustín, le preguntamos si quería ir a comer. El restaurante estaba cerca, lo conocía muy bien y no por entrar a comer como los demás niños sino porque es un punto clave para pedir dinero o lo que sobra de la comida de los demás, dijo que sí de inmediato, cuando estábamos por ir nos dijo "hoy es mi cumpleaños" cumplía sus nueve añitos. Por su cara asumí que no había tenido ningún regalo, no estaba feliz de cumplir años, le dije que como regalo podía elegir lo que él quería para comer, en ese momento deseaba con todas mis fuerzas tener más dinero para llevarlo a la juguetería, pero entre el dinero que tenía mi vecina y el que tenía yo, apenas nos alcanzó para pagarle la comida, no llevábamos mucho ya que solo compraríamos un par de cuadernos.

-Desde que era así de chiquito que pido acá con mi mamá- nos contaba mientras caminábamos señalando una altura que podría indicar a un niño de tres años. Mi parte más sensible quería llorar mientras que por otro lado quería hacerlo olvidar al menos por un rato de su realidad.
-¿Tenés hermanos? -le pregunté para que pudiéramos cambiar de tema.
-Sí, cuatro.
-¿Y te peleás con ellos a veces?
-No, nunca...

Entramos a McDonald's y mi vecina fue a pedirle la cajita feliz. Había mucha gente, muchos niños dando vueltas, corriendo, saltando, pero se detenían para ver a Lautaro, quien se daba cuenta del rechazo pero poco le importaba, yo también sentía las miradas, había leído muchos casos en donde al ver niños en situación de calle los echan de muy mala manera, pero él no estaba solo y si alguien nos decía algo lo iba a defender, no nos podían echar de un lugar público. Nos alejamos de la multitud porque era sofocante, me quedé con él mientras mi vecina esperaba y hacía la fila. Comenzó a querer saber más de mí, mientras los niños seguían mirándolo él empezó con su interrogatorio: "¿cuál es tu animal favorito? ¿y tu color favorito? ¿tenés mascotas? ¿algún superhéroe que te guste?" a medida que le iba respondiendo le devolvía la pregunta.

Por fin llegó la comida, el juguete de la cajita feliz sería para su hermanita más chica. Se comió una hamburguesa con papas fritas y una coca cola y de postre un Danonino, habrá comido en cinco minutos todo del hambre que tenía. No decía ni una sola palabra, no sé ni cómo hacía para respirar. "Estuvo muy rico, gracias" dijo cuando terminó.

"Mi prima también se llama Micaela como vos" me dijo cuando nos estábamos por ir, el abrazo que le di cuando me dijo que era su cumpleaños lo voy a llevar siempre en mi corazón, su sonrisa a pesar de todo.
Cuando él sentía que lo miraban mal o se reían simplemente me hablaba y los ignoraba, "me encantan los caballos" me dijo en una oportunidad cuando dos miradas se juntaron, la mirada que rechaza y la mirada de la inocencia, la segunda era más fuerte. 
Lauti volvió al mismo lugar, abrazando a su mochila, sosteniendo el juguete de la cajita feliz y sonriendo, me contó que le diría a toda su familia que había podido comer en McDonald's. Pensaba en mi hermano, casi de su edad y no podía imaginármelo solo, en la calle. Creo que ese día supe que si bien darles dinero no ayuda, el ignorarlos tampoco. Acababa de cumplir dieciocho años, no podía cambiar el mundo, tampoco ahora con veinte, pero cambié el día de un niño y también el mío, supe que no sería la primera vez y que esto, recién empezaba.