sábado, 16 de marzo de 2019

Ángeles volando

Hospital de Luján, Buenos Aires, agosto del 2017.

Un día viendo el perfil de un conocido de Facebook vi la foto de ella, en una camilla típica de hospital, sonriendo, abrazando a sus peluches, juguetes y muñecas, con un peinado infantil y una mirada que iluminaba toda la habitación. Supe que la quería conocer.
Llegué al hospital y no sabía exactamente qué iba a decirle, de qué podríamos hablar, tenía miedo y no sabía cómo comportarme pero todo eso se fue cuando entré a su habitación, la vi, sonriendo como en las fotos, con sus dibujos por todos lados. Tenía cuarenta años pero para mí y para todos, era una niña. No entendía cómo una historia de vida tan alentadora no estaba por todos los medios de comunicación, cómo su sonrisa no estaba en cada diario, en cada programa, ¿por qué nadie hablaba de ella? yo la conocí por casualidad.

Ni bien llegué le di una muñeca especial que aparté para ella de las donaciones para el día del niño, una muñeca de Frozen que cantaba su particular canción "libre soy", ella la conocía y se puso a cantar: "...libre soy, libre soy, no puedo ocultarlo más..." mientras abría sus brazos como si de alas se tratasen. No podía caminar, tenía cáncer en los huesos, pero ella cantaba que era libre. Mis ojos se empañaron y miré para otro lado, me habían dicho que no le gustaba ver llorar a los demás porque si no, también lloraba.
Empezamos a jugar y me contaba cómo se llamaban sus muñecas, una se llamaba como ella, Susanita, a la muñeca que le regalé le quería poner de nombre Libertad y después me dijo "se va a llamar Micaela como vos".
Ella creía muchísimo en Dios, y muchos dirán, "¿por qué Dios no la ayudaba?", y si ella no fuera tan especial y tan llena de luz creo que también se lo hubiese preguntado, pero ella no tenía tiempo para reclamos ni quejas, estaba muy ocupada siendo feliz.
Fui con la idea de darle fuerzas que ni yo tenía para que pudiera luchar contra el cáncer y seguir sonriendo pero las fuerzas me las dio ella a mí. Ella siempre decía "aunque me duelan los huesitos voy a sonreír igual, porque el dolor sigue".
Al escribir cada letra pasan por mi mente tantos recuerdos, su dulce voz cantando, diciendo mi nombre, recuerdo el cuarto lleno de colores, dibujos, ella vendía pulseras en su tiempo libre, le compré dos, una rosa y la otra, le pedí que la eligiera ella, eligió por mí una llena de colores, son mi tesoro más sagrado junto al dibujo que me regaló.
Ese día tomadas de la mano dijimos "amigas para siempre" y nos sonreímos, la recuerdo tan dulce, cerraba los ojos mientras le cantaba y le acariciaba el cabello.

Fui a verla un par de veces más, tenía que conseguir un auto o alguien que me acompañara porque quedaba muy lejos de mi casa. Ella siempre me recibía con un amor inmenso y una sonrisa, una vez llevé la guitarra y cantamos: "...hay ángeles volando en este lugar, en medio del pueblo y junto al altar..." y ella con el piano cantaba y tocaba todas las teclas, "...porque el mismo Dios está aquí..." de a poco se iba aprendiendo la letra y le encantaba. A veces hablábamos por audio por WhatsApp y escuchaba una y otra vez sus palabras, ¿cómo pude querer tanto a alguien en tan poco tiempo?
"Mi mamá me viene a buscar en sueños, me dice: 'Susi vení, vení conmigo' pero no puedo ir" me contó una vez, su mamá ya había fallecido, un nudo en la garganta me impedía responder eso que me contaba con los ojos llorosos. Ella tenía cáncer terminal, no había mucho por hacer.
La promesa seguía intacta, amigas por siempre pase lo que pase, mi niña interior jugaba y era feliz con ella, esa luz y magia invadía todo el hospital, porque ella era más que una enfermedad, más que los dolores o diagnósticos, ella era uno de esos ángeles volando, ella era paz, esperanza, era la inocencia hecha persona.

No pasó mucho tiempo cuando estaba en mi habitación y comencé a cantar la última canción que canté con ella sin motivo alguno, no sabía por qué pero comencé a llorar, a mi mente vino esa niña y algo que no sabía qué era me erizó la piel. "Susi" pensé y entré a Facebook para ver si alguien había publicado algo sobre ella y leí que una de las personas que la cuidaba había publicado que había fallecido. No, no, mi Susi no, ella está bien. La desesperación me invadió y rápido le mandé un mensaje preguntándole por ella, confirmaron lo que había leído y las pequeñas lágrimas que aún seguían en mi rostro desde antes mientras cantaba se transformaron en un sollozo que no me dejaba leer lo que me escribía. Sabía que podía pasar, todos lo sabíamos pero dolía mucho.


Susi, mi guerrera favorita, sos uno de esos ángeles de la canción, sos un ejemplo de fortaleza, sos mi motivación de cada día para la carrera que decidí estudiar, y no hablo del pasado, no digo "fuiste" porque solo muere quien es olvidado y nadie se va a olvidar nunca de vos, de tu risa, de tus abrazos, de tu voz que calmaba todo enojo o mal día.
Vas a estar siempre en mi corazón, y voy a seguir adelante y sonriendo, Susi, porque aunque a veces me duele el alma, el dolor va a seguir, solo queda sonreír y sentir la libertad que está en cada uno de nosotros. Te pude haber alegrado unos días pero vos me alegraste la vida entera y la transformaste por completo. Y la promesa sigue mi niña, no importa lo que pase, amigas para siempre.