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Mostrando entradas de 2025

El sueño de la adopción: hogar de niños

  En un rincón tranquilo de una ciudad bulliciosa, existía un hogar llamado "Los Girasoles", donde vivían niños que por distintas circunstancias habían perdido la posibilidad de crecer con sus familias biológicas. Aunque oficialmente se conocía como un "hogar de acogida", para los niños que residían allí, simplemente era su casa temporal mientras esperaban que alguien llegara a cambiar sus vidas. Entre los pequeños que llenaban los pasillos con risas y ocasionales travesuras, había cuatro niños cuyas historias se entrelazaban en la esperanza de encontrar una familia. Marcos, de diez años, había llegado al hogar tras perder a sus padres en un accidente de tránsito. Aunque su corazón cargaba con una tristeza silenciosa, su energía desbordante y sus bromas constantes lo convertían en el líder de las travesuras del grupo. Sofía, de ocho años, tenía una mirada intensa y determinada. Había sido llevada al hogar debido a la incapacidad de sus abuelos ancianos para cuidarla...

Aunque haya "cosas peores" tengo derecho a estar triste

  Cuando le contamos un problema que tenemos a un amigo, familiar, solemos escuchar mucho esa frase: "hay personas que la están pasando peor". Y no digo que no tenga razón, de hecho está en lo cierto, si estamos pasando por una enfermedad siempre habrá alguien más enfermo que nosotros, si tenemos problemas económicos en algún lugar del mundo alguien puede llevar días enteros sin comer... pero, ¿el que otras personas estén en situaciones más difíciles disminuye nuestro dolor? ¿cómo debe de consolarme el dolor ajeno? Sí, sé perfectamente que hay personas muriendo en los hospitales, en las guerras, y aunque mi dolor pueda sonar insignificante no lo es, porque duele de todas formas. Sería una ridiculez no poder expresar nuestras emociones porque comparamos nuestro sufrimiento con el del otro. Incluso pasando por la misma situación no es lo mismo, porque cada persona es diferente y lo afronta de maneras distintas.  Nos hacen creer que no tenemos derecho a sentirnos tristes y cuand...

Los sueños no se deportan: Diego

Diego tenía diez años cuando su papá le dijo que cruzarían a Estados Unidos. No era solo para ellos, era por la abuela, que estaba enferma de cáncer. En su pueblo no había buenos médicos, y él soñaba con ser doctor para salvarla. Pero para eso, primero tenían que llegar a un lugar donde pudiera estudiar, donde el futuro no se sintiera tan imposible.  El viaje fue difícil. Caminaron de noche, escondidos entre la maleza, con el estómago vacío y los ojos llenos de miedo. Pero Diego no dejaba que el miedo le ganara. Cerraba los ojos y se imaginaba con un guardapolvo blanco, atendiendo a su abuela en una gran clínica. Una madrugada, mientras descansaban bajo un árbol seco, unos hombres se les acercaron. Querían dinero. Querían todo. Su papá lo protegió, pero lo golpearon y le clavaron un cuchillo en el costado. Diego gritó y lloró, tratando de detener la sangre con sus manos pequeñas. —Corre, hijo… —susurró su padre con la poca fuerza que le quedaba. Pero Mateo no quería dejarlo. Se q...