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Creí que mi vecina era mala pero hoy supe la verdad

 Mi vecina me hacía trabajar y me daba solo diez pesos 💔 Mi nombre es Ramón. Cuando tenía diez años, la vecina, Doña Elena, me llamó a su puerta. Su casa olía a pan recién hecho y a cera de piso. "Ramón," dijo ella, con una sonrisa cansada, "necesito ayuda. ¿Te gustaría trabajar para mí? Te doy algo de dinero." Yo, un niño de diez años, solo pensaba en el dinero. Acepté de inmediato. Hacía tiempo quería comprarme una patineta.  Mi trabajo era barrer su vereda, limpiar el auto viejo de su hijo (un trabajo pesado) y sacar la basura más grande. A las pocas semanas, empecé a refunfuñar. "Doña Elena me pide demasiado y me paga muy poco," le dije a mi mamá. Y era cierto. Ella me daba diez pesos por la semana. Pero, además del billete, la cosa era distinta. "Ramón, veni, sentate," me decía después de terminar. Me sentaba en su cocina y ella me ponía un plato de sopa, o me daba un sándwich con jugo. Yo comía ahí y a veces me daba un extra para mis herma...
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Mi hija me regaló dinero y no sabía por qué

Mi hija me regaló lo que menos pensé el día de la madre... 💔 Esa tarde de un martes, mientras yo cocinaba, mi Esmeralda, que tiene nueve años, se me acercó con esa carita de curiosidad que pone cuando algo le da vueltas en la cabeza. 'Mami, ¿cuánto sale un pasaje de micro para Mendoza, más o menos?' Me sorprendió la pregunta, pero me dio ternura. Pensé que ya estaba soñando con las vacaciones. 'Uf, mi amor, un montón. Para las dos, ida y vuelta, debe ser un buen dinero, ¿por qué?' 'No, no. Solo uno, de ida". Me reí un poco, nerviosa. 'No seas exagerada, Esmeralda. Bueno, ponele que, para una persona, un viaje largo, unos quince o veinte mil pesos, por ahí. Pero ya veremos dónde vamos en las vacaciones, mi vida.' Ella solo asintió, con esa seriedad que a veces tiene. Y ahí quedó. Yo seguí con mi vida, como si nada. Pero Esmeralda no era como yo. Ella no dejaba las cosas pasar. Desde hacía mucho tiempo, casi desde que aprendió a hablar, ella me decía: ...

Me escapé de mi esposo: le canto a la libertad con mi hija

 Me escapé con mi hija de madrugada y canto en los trenes 💔 -Tengo miedo, mamá -Me dijo mi hija Samantha de apenas 9 años cuando le estaba dando un beso de buenas noches. -¿De qué, mi amor? ¿Todavía crees en los monstruos? -bromeé. -No, mami, ahora llega papá del trabajo y yo lo escucho, te grita, escucho golpes, te dice cosas muy feas y no puedo dormir -Me respondió angustiada. -Él no es malo, tiene mucho trabajo y... -paré un instante- solo está cansado. -¿Te cuento qué deseo le pedí al diente de león que vi en la escuela hoy? -Me preguntó cambiando de tema. -A ver... mejor, hablemos de cosas lindas. -Respondí. -Tener alas para escapar de papá. Sentí una presión en el pecho, mi cuerpo estaba inmovilizado y no había palabras para tremendo balde de agua fría. Tan niña. Debería de haber deseado algún juguete. Le di un beso y esperé a mi esposo, quien llegó como todas las noches, borracho. La discusión fue la misma y solo podía pensar en que mi niña estaba escuchando todo. Luego de ...

Me echaron de mi casa y mi abuela me recibió

 Mi nombre es Juliana y tengo 24 años. Hoy, mientras sostengo este diploma de psicóloga, mi corazón late con una mezcla de alegría y una gratitud inmensa, una que tiene nombre y apellido: Abuela Mercedes. Hace seis años, a mis 18, mi vida dio un vuelco. Les conté a mis padres que me gustaban las mujeres. Pensé que me entenderían, que me amarían igual. Pero no fue así. Sus palabras fueron como puñaladas, y la frase "si vas a ser así, no tienes lugar aquí" me destrozó. Esa noche salí de casa solo con una pequeña mochila, el alma hecha pedazos y sin saber a dónde ir. Me habían echado de mi casa. El único lugar donde me sentí segura fue en el abrazo de mi abuela. Ella me abrió la puerta de su humilde casita con los brazos abiertos y los ojos llenos de amor. "Aquí siempre tendrás un hogar, mi niña. Eres perfecta tal como sos", me dijo, y esas palabras fueron el bálsamo que empezó a curar mis heridas. Yo empecé a trabajar en lo que encontraba para ayudar con los gastos y ...

El sueño de mi padrastro

 Con mi primer sueldo le cumplí el sueño a mi padrastro!!!  Damián , de 18 años recién cumplidos, estaba en la sala grabando un reel con Ernesto .  —Dale, Pa, es fácil. La tendencia es “En otra vida, yo era...” y tenés que contar algo que siempre quisiste y nunca tuviste, y por qué. Hacelo sencillo —instruyó Damián. Ernesto, su padrastro, el hombre que le enseñó a ser hombre desde que su padre biológico se fue y nunca miró hacia atrás, se puso frente al lente con una sonrisa forzada. —A ver... En otra vida, de chico tenía una fiesta de cumpleaños —dijo Ernesto, y su voz, usualmente firme, se apagó un poco. Damián detuvo la grabación, extrañado. —¿Qué? ¿Cómo que no tuviste una fiesta? Ernesto suspiró y respondió  —Es solo para el video.  —No, no lo es. Contame la verdad—pidió Damián. Ernesto se sentó en el sofá y comenzó: —Mi familia era muy humilde, ¿viste? Cumplir años era un día normal. Pero yo, de niño, soñaba con dos cosas. Quería una mesa llena de comida: ...

El día que valoré mi hogar

  —¿Otra vez pastel casero, mamá? —dijo Lucía con un puchero—. Mis amigas tienen pasteles de colores, con chispitas… y aquí siempre lo mismo. —Hija, lo hice con todo mi cariño. Quizás no es perfecto, pero tiene nuestro amor. Recibió el regalo de su padre, una muñeca usada comprada en la tienda. La fiesta fue en su casa. La mamá había decorado todo para la ocasión, ella misma había dibujado y pintado el diseño. No había muchas cosas en la mesa dulce ni grandes lujos y la niña sentía vergüenza. Lucía sopló las velas sin mucho entusiasmo, aunque después rió, jugó con su hermano, amigos y terminó la noche entre abrazos. Unos días después, fue al cumpleaños de su mejor amiga. Había un pastel enorme, cupcakes de colores, un salón decorado como en las películas. Todo parecía mágico… hasta que los padres empezaron a discutir frente a todos. La madre gritaba, el padre se fue dando un portazo. La cumpleañera se quedó callada, con lágrimas en los ojos, sin fuerzas para soplar sus velas y sin ...

La abanderada Sofía

  En la Escuela N° 42, no había dudas: la abanderada tenía nombre y apellido, y era Sofía Gómez. Sus cuadernos impecables, sus participaciones brillantes, sus dieces en cada materia, la señalaban como la mejor. Pero Sofía no era como los otros chicos. Mientras ellos llegaban con zapatillas nuevas y mochilas de marca, Sofía llevaba un guardapolvo gastado, zapatillas que conocían el barro del potrero y una mochila remendada por su abuela. Al salir del colegio, Sofía no iba a jugar. En su pequeña mochila no solo llevaba libros, sino también un estuche de madera con hilos de colores y mostacillas. Se sentaba en la esquina de la plaza principal, cerca de la parada de colectivo, y ofrecía sus pulseritas. "Son para la suerte, señor", decía con una sonrisa que intentaba disimular el cansancio. Cada peso que ganaba era para ayudar en casa. Para el arroz, para la luz, para que su hermanito menor tuviera un vasito de leche más. Los compañeros la admiraban por su inteligencia, pero algun...

Me enojé con mi alumno sin saber su realidad

  La seño Laura estaba preocupada por Mateo. Siempre en el rincón, callado, con ojeras que no le pertenecían a sus 8 años. Pero lo que más le preocupaba era la tarea de los lunes. La consigna era simple: 'Dibuja y escribe lo que hiciste el fin de semana'. El cuaderno de Mateo siempre volvía con esa hoja en blanco. Laura intentó de todo. Habló con él, le ofreció lápices de colores nuevos, le preguntó si no se acordaba. Mateo solo se encogía de hombros. Un lunes, harta de la situación, lo sentó frente a ella y le dijo con un tono más severo: 'Mateo, es la última vez. Si mañana no traes la tarea, voy a tener que citar a tus papás'. Al día siguiente, Mateo llegó con su cuaderno. En la hoja, no había un dibujo. Había una lista, escrita con letra temblorosa: Sábado 7:00 am: Despertar a Luli. Sábado 8:00 am: Calentar la leche (sin que se queme). Sábado 10:00 am - 6:00 pm: Jugar a que el piso no es lava para que Luli no salga al patio sola. Sábado 7:00 pm: Ver si mamá dejó fide...

Vi a mi alumna ejemplar dormir en la calle

  Luz era la estrella de quinto grado. Sus cuadernos eran un arcoíris de perfección, su sonrisa, un sol. Siempre limpia, siempre puntual, siempre la primera en terminar. La señorita Elena, su maestra, la quería, pero notaba un brillo extraño en sus ojos, una prisa por llegar y una resistencia a irse que no era normal en una niña de diez años. —Seño, ¿puedo quedarme un ratito más a ayudar? —preguntaba Luz al final de cada jornada. —Claro, mi vida, pero tu mamá te debe estar esperando —respondía Elena, aunque nunca veía a nadie buscando a Luz. Un martes de lluvia torrencial, Luz llegó a la escuela tiritando, con el pelo empapado. La señorita Elena se preocupó. —Luz, ¿qué pasó? ¿Tu mamá no te trajo? —No, seño. Me caí en un charco grande. Pero estoy bien —mintió Luz, secándose las lágrimas con la manga. Esa tarde, la señorita Elena, llena de una inquietud que no la dejaba en paz, decidió seguir a Luz a la salida. Vio cómo la niña caminaba rápido, se metía por callejones hasta que llegó...

Su hijo Roberto le salvó la vida

  Para Roberto, cada mañana era un recordatorio de lo que no fue. Veía a su hijo Leo, de 12 años, y una sombra de decepción le apretaba el pecho. Leo tenía síndrome de Down, y para Roberto, eso era un fracaso personal. Mientras los hijos de sus amigos jugaban al fútbol o presumían de sus notas, Leo se concentraba con una lentitud que a él le desesperaba para atarse los cordones. —¿Otra vez con eso? ¡Dale, Leo, que no tenemos todo el día! —le espetó esa mañana, con el filo de la amargura en la voz. Su esposa había insistido en que Leo asistiera a un taller de primeros auxilios en su escuela especial. "¿RCP? Por favor, apenas puede seguir una receta de cocina", había pensado Roberto con desprecio. No entendía esa manía de enseñarle cosas "de grandes" a un chico que, según él, siempre sería un niño. Ese mediodía, mientras su esposa estaba en el supermercado, ocurrió. Un dolor agudo, como una daga de fuego, le atravesó el pecho. El aire se le escapó de los pulmones y ca...