sábado, 3 de agosto de 2019

¡También existo!

7 de julio, Pilar, Buenos Aires. 

Me encontraba en un evento en donde habían muchos niños, yo estaba disfrazada de payasita y jugando con ellos, en un momento vi que había una niña en silla de ruedas mirando las burbujas con las que estaba jugando con los demás niños, quienes corrían, saltaban y las explotaban en el momento, me acerqué y le pregunté su nombre, su respuesta no llegó nunca, solo me miraba, quien la acompañaba me dijo: "se llama Milagros", tendría aproximadamente diez u once años, no podía mover bien los brazos y tampoco hablar, pero sus ojitos me decían todo, ella también quería jugar.

-¡Más burbujas! ¡más burbujas! -gritaban los demás niños mientras pensaba cómo podía hacer para que también pudiera disfrutar de la fiesta.

Empecé a tirar burbujas lo más alto posible y con el mismo burbujero las atrapaba de nuevo y se lo mostraba, ella ponía la mano y explotaba las burbujas y por primera vez vi su hermosa sonrisa.

Una vez aprendí la diferencia entre integración e inclusión, ella estaba ahí, como todos, comiendo y disfrutando de las decoraciones del lugar, podríamos decir que estaba integrada, pero no incluida, claro que estos términos se dan más en las escuelas o ambientes educativos, pero en este caso, hicimos que ella también pudiera jugar, tratando de eliminar las barreras que le impedían divertirse. 

Otra niña se desplazaba con muletas y también se le dificultaba el atrapar las burbujas, jugar a las carrera o subirse a los juegos. Si bien podía moverse con mucha más facilidad que Milagros, en algunas actividades quedaba excluida. Cuando llegó el momento de jugar con los globos ella quería participar, había que inflarlos primero, yo lo intenté pero nunca puedo atarlos, ella se reía de las vueltas que daba para atar un simple globo y me ofreció su ayuda, por mi mente pasaron muchas preguntas y temores, podría haberse caído al hacer malabares con las muletas para inflar y atar los centeneras de globos pero, ¿quién soy yo para decirle que no puede? quería demostrarle a pesar de mis temores que sí podía, que era capaz, enseñarle que las inseguridades no deberían de ganarle. En pocos segundos había inflado y atado el primer globo con el que yo estuve como diez minutos, todos los niños fueron rápido hacia ella para pedirle ayuda, la pequeña niña estaba feliz, se sentía capaz, útil, parte del grupo, los demás niños veían más allá de sus muletas, no veían a una niña con dificultad para caminar, veían a una niña fuerte, veloz, como cada uno de los que estaban ahí presentes, una más.


Estas situaciones aparecen en muchos lugares, lo más fácil es dejar al niño/a de lado, pero en vez de simplemente decir lo que no puede hacer, tratemos de ver lo que sí puede, porque con discapacidad o no, son niños y tienen los mismos derechos porque, ¡también existen! 

2 comentarios:

  1. Muy hermoso, eres una niña muy noble y tu corazón está lleno de bondad.

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  2. Este relato me recordó una película, "Gotou ni naritai", trata sobre una niña coja que solía quedar excluida de las actividades y recibía bullying porque los demás creían que la consentían demasiado.
    A veces es difícil llevar a cabo la inclusión de la forma correcta sin caer en el asistencialismo y la condescendencia, que también hacen que le persona se sienta inútil. Aquí, en Chile, tenemos la Teletón, una institución privada que se dedica a la rehabilitación de niños y jóvenes que padecen discapacidad, hacen una labor muy noble, pero para reunir fondos los hacen contar sus historias en la tv, cosa que tanto ellos como los espectadores terminan llorando. En parte es bueno porque les ayuda a visibilizar sus problemas y crear conciencia, pero por otro lado ha conseguido que la sociedad se haga una imagen lastimera de ellos, los ven como sujetos de caridad de los que hay que compadecerse, "angelitos", y esto impide que se les dé la oportunidad de demostrar que también pueden ser buenos en otras áreas y hacerlos sentirse útiles.
    Gracias Mica por tan noble labor, y buena suerte en tu nueva etapa.

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