sábado, 3 de agosto de 2019

Ella no lo sabía

Eugenia acababa de cumplir sus seis años. Hicieron una gran fiesta a la que asistieron todos sus compañeros de escuela y su familia tanto materna como paterna. Ella estaba feliz con las animaciones y juegos que había, ansiosa por llegar a su casa y abrir los regalos, luego de esa celebración sus familiares irían a su casa para pasar un tiempo juntos ya que en el salón, Eugenia apenas los volteaba a ver así que sus papás habían decidido hacer una cena para festejar su día y también que pronto dejaría otra etapa y comenzaría la primaria.
Dicho y hecho, la fiesta terminó y todos se dirigieron hacia la casa de la pequeña para compartir un momento en familia.
La mamá de Eugenia miró rápidamente a su esposo al ver que su abuelo paterno, con quien no tenía una buena relación había asistido también a la cena.

-Sabes que algo no me gusta de él... te lo había dicho -le dice a su esposo apartándose de la multitud para no incomodar a los demás.
-Es mi papá, cariño, no puedo decirle que no venga, además, a Eugenia le gusta que venga a pasar tiempo con ella, ¡mira la muñeca que le trajo! -le dice mientras sonríe al ver cómo su hija se emociona al abrir el regalo. -ya olvídalo, pasemos un buen momento, por nuestra hija, ¿sí?

Hace un gesto de negación al ver a su niña sentada en el regazo de su abuelo mientras él le pide un beso y un abrazo por el regalo que le hizo, pero luego asiente con la cabeza resignada.
Una vez terminada la cena Eugenia jugaba con una de sus primas más pequeñas en su habitación, Paula tenía apenas tres años pero su vocabulario y forma de comportarse no reflejaba la edad que tenía, por lo que se llevaban muy bien a pesar de que siendo niños la diferencia de edad es más notoria que en los adultos.
El abuelo de ambas ya aburrido de las charlas familiares y anécdotas sin sentido dice que iría a ver a qué jugaban sus nietas favoritas, la mamá de Eugenia lanzó una rápida mirada hacia su esposo quien con gestos le da a entender que deje de exagerar.

-Paula, ¿a qué podemos jugar? estoy aburrida. -le dice Eugenia ya harta de jugar a la casita.
-Mm... ¡juguemos a los novios! -responde entusiasmada luego de pensarlo un rato.
-¿Y eso? -pregunta desconcertada su prima mayor.
-¡Sí, Euge! el abuelo me enseñó un poco, no mucho porque no hubo tiempo, ¿te olvidaste de que le conté a tus papás cómo jugué con el abuelo? ellos se enojaron con él.
-Sí, me acuerdo... pero nunca jugué a eso, el abuelo nunca jugó así conmigo. No me quiere. -contesta cabizbaja sintiéndose la nieta menos favorita.
-No, tonta, no es que no te quiera pero el juego es para niñas que sepan guardar secretos, el abuelo se enojó conmigo porque lo dije y dijo que mentía, ¡no sé por qué! -exclama desilusionada -¡yo no mentí! solo era un juego, ¿por qué lo negó?

Mientras Eugenia pensaba una respuesta ante las preguntas de su prima entra su abuelo a la habitación y ella aprovecha que cerró la puerta para decirle en voz baja que también quería aprender a jugar.

-Claro que sí, mi amor, justo por eso me fui de esa cena aburrida, ustedes saben que prefiero jugar antes que estar entre esas conversaciones de "gente adulta" -dice mientras Eugenia suelta una carcajada -ustedes también se aburren ahí, ¿cierto? ¡vamos a jugar! Paula ya conoce el juego pero ella fue mala al contarlo.
-¿Por qué no podía, abuelo? -pregunta Eugenia.
-Porque sus papás piensan que son niñas pequeñas, ya vas a entrar a primaria y piensan que todavía sos una bebé y no una niña grande.
-¡Yo no soy una bebé! -responden ambas primas en una misma voz.
-Entonces tenemos que jugar a juegos de grandes, pero sin que ellos sepan. ¿Secreto entre abuelo y nietas?

Ambas asienten entusiasmadas aceptando mantener ese secreto por siempre. El abuelo empieza con su parte, ya que él sería el novio. Eugenia ríe entre nervios al ver que su abuelo se había quitado la camisa, ¿cómo es que no le daba vergüenza?

-¡Se le cayó el pantalón al abuelo! ¡el abuelo no tiene el pantalón! -dice Eugenia riendo.

Recordó una situación en donde a un compañero de su escuela se le había caído el pantalón ya que le quedaba muy grande y todos los niños se habían reído.
Paula se tapa los ojos con sus manos y dice que ya no quiere jugar, pero para él, ya no había vuelta atrás.

Pasa todo lo que había planeado y ambas niñas quedan en un rincón perplejas, sin decir una sola palabra, hasta que Paula rompe con el silencio y entre lágrimas dice:

-¡Este no era el juego! ¡No!

Su familia entre risas, voces que se unían para contar diferentes chistes al mismo tiempo y la música no escuchaban absolutamente nada pero aquellas palabras de la niña llegaron a resonar en cada lugar de la casa por lo que fueron de inmediato a su habitación, temiendo que se haya caído o lastimado.
Cuando la mamá de Eugenia entra a la habitación ve a ese mismo abuelo cariñoso y encantador acomodándose la camisa y a su pequeña sin expresión alguna.

En ese mismo instante se dieron cuenta de lo que había pasado, la mamá quería gritarle en la cara a su esposo que sabía que eso podía suceder y no hicieron nada pero más que rabia la invadió la preocupación, la pequeña Paula no había mentido. Nadie le creyó cuando le contó que su abuelo había jugado a ser su novio. Ella había dicho que solo habían jugado unos instantes con unos peluches pero que no hizo nada más por lo que nadie le tomó importancia. La mamá de Eugenia habló con su esposo para decirle que hablaran con la pequeña, ya que nunca habían tocado el tema de cuidar su cuerpo, pero él insistía en que no era necesario, era muy niña como para entender que había gente mala, además, estando en familia, ¿qué podía pasar? si tan solo había sido un malentendido...

Toda la familia pudo haber hecho algo pero solo dejaron a la deriva la inocencia de todos los niños que había en la familia. Eugenia y Paula eran muy pequeñas, sí, no entendían lo que había ocurrido pero el desconocimiento no las mantuvo a salvo sino que facilitó que cometieran en sus cuerpos y almas el mayor de los crímenes. Los papás no sabían cómo actuar y cómo enseñarle que nadie debe de tocar su cuerpo sin generarle un miedo, y ella, ante el peligro no supo entenderlo, ni contarlo, ni explicar qué había ocurrido, ella no lo sabía...

La desinformación no mantiene a salvo el mundo de fantasía de los niños sino que los deja vulnerables ante un mundo que ellos desconocen, no se trata de asustarlos sino de prevenirlos, si los adultos que vemos por su integridad física y emocional no les enseñamos que no todos son buenos, otra persona lo va a hacer, y no de la mejor manera. 

1 comentario:

  1. Excelente reflexión.
    Y sí, para un abusador de menores muchas veces no supera los tres minutos, para los niños eso es una eternidad, un par de minutos, lo que duran los comerciales en la televisión antes de volver al programa, en menos que eso, a un niño se le marca su infancia...

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