Era una tarde del 2014. Tenía quince años y estaba decidida a morir. La vida me parecía absurda y a diario la comparaba con una cárcel, y ese día, quería escaparme de la prisión. No fue un impulso, en lo absoluto. Estuve varios días dejando de tomar la medicación que me había indicado mi psiquiatra para tratar esos ataques de pánico, insomnio, ansiedad... ningún psiquiatra recomienda dejar de tomar la medicación de golpe, no entendía el motivo hasta ese momento. Estuve escondiendo aquellas pastillas en una agenda como cualquier otra, que no llamara la atención, camuflándose entre libros juveniles y de estudio. En ese tiempo que dejé la medicación hubo días horribles pero también días agradables, donde me reía y parecía sentirme bien, pero ninguna buena calificación en la escuela ni charlar con alguna amiga me sacaba la idea de la mente. Para pasar el tiempo y como no podía dormir, mi mamá me sacaba fotos y yo sonreía, a pesar de todo, porque estaba viva, había sobrevivido, de nuev...