Soy docente de una escuela pública de Argentina desde hace más de diez años, aquella escuela me vio crecer, luego me formó para ser quien soy ahora y en estos momentos, aunque nadie concurra de manera presencial nos seguimos viendo a través de las diferentes plataformas para dar las clases virtuales. Recuerdo el primer día de clase, la emoción de aquellos niños que comenzaban primer grado duró apenas unos días, casi todos llegaron con el guardapolvo recién comprado, sus mochilas de diferentes temáticas, con peinados que parecían recién salidos de una peluquería y lo más importante, una sonrisa en cada rostro infantil que mostraba la ilusión por comenzar un nuevo ciclo, las ganas de hacer nuevos amigos, de compartir, aprender, crecer. Algunos estaban nerviosos, con temor a lo desconocido, pero acá estábamos los docentes para guiarlos en esta nueva etapa.
Los niños hablaban entre todos para conocerse un poco más, preguntaban cuál era su juego favorito, a quién el gustaba el fútbol, quién miraba a un youtuber en particular... los dejé unos minutos para que no se sintieran presionados en su primer día de clases, de todas formas, también estaban aprendiendo en esos momentos, se estaban conociendo.
Un alumno llamado Ezequiel me llamó la atención los primeros días. Se entregaron los libros que utilizaríamos durante el año de forma gratuita y todos se quejaban porque comenzarían a estudiar, pero Ezequiel observó cada libro y no dejaba de oler sus páginas y decirle al compañero que tenía al lado cómo le gustaban.
-¡Tiene olor a nuevo! ¿te gusta? -le preguntaba a su nuevo compañero- mirá, tiene unos dibujos geniales, ¿viste el libro de inglés? ¡viene con un CD! ¿tendrá música? ¿hablarán en inglés o enseñarán en español? -insistía sin siquiera respirar.
-No sé, me parecen aburridos, son unos libros normales, mirá todo lo que hay que leer, y tiene problemas de matemática, ¡los odio! -respondía enojado su nuevo amigo.
-¿Aburridos? ¿Por qué? son perfectos, es el mejor regalo de mi vida, ¡gracias, seño! -exclamó mientras los abrazaba, un gesto que sin duda no pude olvidar.
Ezequiel llegaba con una mochila que parecía haber sido usada por varios años, era inmensa para su edad, él me contó que había sido de sus hermanos más grandes y que ahora él la iba a usar, al igual que el guardapolvo y los pocos materiales que tenía para estudiar. Aunque tenía un gran espacio para guardar muchos útiles, solo tenía un cuaderno y dos o tres lápices, pero aquel día volvió a casa con la mochila cargada de ilusiones y deseos por aprender.
Como docentes estamos obligados a enseñarles, a cuidarlos mientras estén en la escuela, a ver por sus derechos para que no sean vulnerados, a saber detectar cualquier señal que pueda indicar que está en peligro y actuar ante cualquier sospecha de que podría encontrarse en una situación vulnerable. Se cree que solo les enseñamos a leer, a sumar y restar, pero detrás de cada docente hay mucho más trabajo que no se ve.
No pude sacarme de la mente su guardapolvo que había sido arreglado varias veces, sucio, inmenso para su estatura, sus zapatillas rotas y sus lápices por la mitad. Recordé que mi hijo tenía muchos útiles en buen estado ya que solía consentirlo al comprarle nuevas cosas todos los años y decidí que armaría una mochila con todo lo que mi pequeño alumno necesitaría y se lo iba a dar de regalo. No estaba en mis posibilidades comprarle todo nuevo pero sabía que se alegraría de todas formas por lo poco que podía obsequiarle.
Al día siguiente lo hablé con la directora y ella aceptó por lo que le pedí que se quedara un rato antes de salir al recreo.
-Ezequiel, ¿podés quedarte un rato y después ir a jugar al recreo? tengo que decirte algo. -Le dije entusiasmada.
-¿Pasó algo, seño? le juro que no me peleé con nadie. -Preguntó asustado.
-No, mi vida, no te voy a retar, al contrario, vi todo el esfuerzo que le estás dedicando a la escuela pero también vi que pedís prestado muchos útiles y me parece que para que puedas hacer las tareas en casa también tendrías que tener los materiales.
-Sí... pero a mi mamá no le alcanza porque papá se gasta todo en alcohol, mis hermanos sí trabajan a veces pero es para comprar la comida, y no pueden conseguir otro trabajo porque tienen doce años y el más grande quince. -Respondió cabizbajo, con vergüenza- pero yo sí quiero estudiar, en serio seño, le prometo que voy a buscar cómo conseguir lo que me falta... ¡ya sé! ¡le puedo preguntar a mis primos! o quizás a mis vecinos, o le pido prestado al señor que trabaja en la librería en frente de mi casa.
No pude interrumpirlo en ningún momento porque sentía un nudo en la garganta que me impedía hablar. El pequeño me seguía dando ideas de lo que podría hacer para solucionar esa situación y yo apenas pude detenerlo.
-No te preocupes. -Le dije mientras le acaricié la cabeza y le dije que me mirara- no sientas vergüenza, yo sé que querés aprender y que si no podés hacer a veces la tarea es porque no tenés los materiales necesarios, por eso te traje un regalo que la escuela te quiere dar para animarte a seguir estudiando, ¿querés ver?
Ezequiel levantó la mirada y sonriendo asintió con la cabeza. Saqué de una bolsa una mochila que mi hijo había usado apenas un año y que estaba en perfecto estado y se la mostré.
-No solo esta mochila es para vos, ¡mirá lo que hay adentro! -Le dije mientras él sostenía con sus pequeñas manos el regalo y me agradecía con una risa nerviosa.
-¡Qué genial está la mochila, seño! la voy a abrir... ¡tiene muchos cierres! ¡se puede guardar muchas cosas! ¿acá se guarda el agua? a ver que hay adentro, ¿qué sera...? cierro los ojos... no, mejor no, a ver... ¡mirá, seño! tiene un cuaderno de mi juego favorito, y una cartuchera, ¡hay muchos lápices de colores! ¡tijeras, pegamento, borradores, marcadores, sacapuntas, no lo puedo creer! ¡un guardapolvo nuevo! me lo voy a probar... -en su mirada se podía ver la alegría y la inocencia en su máximo esplendor hasta que vi cómo se empañaban sus ojos y secándose las lágrimas que estaban por caer exclamó- ahora sí le prometo seño que voy a hacer todas las tareas, ¡gracias escuela! ¡soy el más feliz del mundo mundial! ¡el guardapolvo es de mi talle! prometo no ensuciarlo y cuidarlo mucho, ¡¡gracias!! ¿seño, le puedo dar un abrazo?
Cuando la cuarentena llegó sentí una inmensa tristeza por mis niños, sobretodo por Ezequiel, era tan feliz estudiando, a la hora de la comida siempre le agradecía a quienes servían el alimento y mientras otros niños decían que no les gustaban las verduras o determinada comida él siempre saltaba de alegría con cada menú. No quería ni pensar en qué haría sin esos momentos felices que compartía con sus compañeros y docentes.
En primer grado todavía no tenían las netbooks que se les entregaban a los alumnos y al principio no tenía manera de contactarme con mis pequeños alumnos. Veía cómo los demás docentes estaban implementando las clases virtuales mediante diferentes aplicaciones y en primer grado logramos armar un grupo en WhatsApp con los padres gracias a que habían dejado su correo electrónico. Todos estaban ahí, incluida la mamá de Ezequiel. Me alegré al saber que todos tenían acceso a Internet así que comencé a mandar diferentes actividades.
Un día, Alejandra, la mamá de Ezequiel, me habló por privado disculpándose por la hora y por no haber escrito en el grupo, decía darle vergüenza que todos leyeran su mensaje. En aquel texto me pedía si por favor podía darle unos días más para la siguiente actividad porque solo tenían Internet cuando el vecino les pasaba el WIFI pero que a veces no funcionaba tan bien debido a la distancia y que el celular ya estaba viejo, por lo que no podía mandar fotos de las actividades que el niño había hecho.
-Yo le prometo maestra que Ezequiel está haciendo todas las actividades, por favor no haga que repita de año, sus hermanos lo ayudan y ya lee mucho mejor, tiene muchas ganas de volver a la escuela pero le explico que está difícil que pueda este año, él está bien y lo entiende, pero necesitamos unos días más para mandarle las actividades que hizo, yo veo cómo consigo para sacarle fotos... perdón maestra, quería decirle que no pudimos ver los videos de YouTube que nos mandó porque el celular no sirve para eso, quería preguntarle si podría mandarlos por el grupo, quizás así los pueda ver, no deja entrar a otra aplicación, perdón la molestia.
Siempre supimos que no todos los niños tienen los mismos recursos para estudiar pero lo sentimos más fuerte durante estos meses en donde el acceso a Internet es esencial. Muchos niños se ven obligados a abandonar sus estudios por la falta de oportunidades, porque no cuentan con los materiales básicos para poder trabajar en clase. Meses atrás ante estas diferencias los niños se pedían prestado las hojas, los lápices, entre todos hacían un equipo para que nada le faltara a nadie y todos terminaran los ejercicios, pero ahora ese equipo está separado y quizás a Ezequiel le falta Internet, y a otro niño lápices de colores, o una impresora, o un desayuno para poder tener energía y prestar atención...
Como docentes quizás no podemos cambiarle la vida a todos nuestros alumnos, pero en estos momentos lo que menos necesitan es estar agobiados con actividades que no pueden realizar, con miedo a no pasar de año, a no aprender, a quedarse atrasado con respecto a sus demás compañeros, entender la situación de cada uno y ponernos en su lugar es lo más importante ahora. No siempre es irresponsabilidad por parte de los alumnos o padres, la mayoría de las veces es la desigualdad social, educativa. Nuestros niños no eligieron la pobreza, ni tener una familia ausente o vivir en un hogar violento.
Hoy sábado me desperté con un audio en WhatsApp:
-¡Hola seño! Adivine quién soy... ¿una pista? bueno le digo, soy Ezequiel Gómez, ¿se acuerda de mí? le mando un audio porque no puedo escribir bien con el celular todavía, quería decirle que estoy haciendo la tarea todos los días, qué bueno que la escuela me regaló los lápices de colores así pude hacer el dibujo, mi hermano mayor me está enseñando a leer y le quiero mostrar la manualidad que hice con cartón para aprender las sumas y restas, ¿cuándo empiezan las clases? ¡seguro le va a gustar mi trabajo! ya hice casi todas las actividades de los libros, le quería decir que me van a prestar un celular con cámara así le mando todo lo que hice estos meses, extraño la comida de la escuela, me pone triste haber podido usar el guardapolvo nuevo solo unos días, espero no crecer mucho para que el año que viene me quede bien todavía, bueno seño, me dice mi mamá que ya hablé mucho, saludos y espero volver pronto... ¿van a seguir dando postre después de la comida?
Saludos Mica. Te sigo hace un tiempo por Facebook, pero es la primera vez que visito tu blog. Gracias por compartir la historia de Ezequiel. Soy maestra de escuela en Puerto Rico y enseño a nivel intermedio (7, 8 y 9). La educación a distancia por causa de la pandemia del COVID-19 ha sido difícil también acá. Oro porque se encuentre una vacuna.
ResponderEliminarEstás en mis oraciones. 🙌🏼🙌🏼🙌🏼
Un abrazo virtual,
María de los Ángeles Báez
Hermoso , triste realidad
ResponderEliminarhermoso y triste a la vez me deja pensando en todo lo que dios nos da y no lo sabemos ver,por lo menos a mi hasta ahora que leo esto y le doy gracias a Dios por todas sus bendiciones!¡que dios traiga libertad a esos niños , paz en sus vidas que dios los proteja
ResponderEliminar❤️❤️❤️🙏
ResponderEliminarMicaela, tienes mucho talento, espero algun dia y sea muy pronto puedas publicar un libro de cuentos, con historias así y pese a la dura realidad con finales felices. Ya que este mundo necesita de finales felices que nos hagan guardar esperanzas de que pese a la tormenta, hay una luz al final del tortuoso camino.
ResponderEliminarBonita historia! Un abrazo!
ResponderEliminarGracias por compartirnos tan bella historia, ser maestro es creer, inspirar, motivar y apoyar a nuestros niños y niñas en cada momento de su vida. Esto nos permite resignificar tan bella labor y de igual manera nos hace crecer cuando vemos sus sueños hacerse realidad. Dios te bendiga Mica, te leo hace mucho tiempo en facebook.
ResponderEliminarMe encantó Mica. Mis papás eran profesores en medios rurales acá en los altos de Jalisco. En Tepatitlán, Jal. México.
ResponderEliminarCuando los acompañaba a su turno de trabajo, era entrar en un mundo donde había muchos niños como Ezequiel y me hizo valorar aún más lo mucho o poco que mis padres nos podían ofrecer a mi y a mis hermanos. Gracias por esta historia ��
Mica, te sigo desde hace varios años. Cuando te despediste sentí una gran preocupación por saber que pasabas por momentos difíciles. Gracias por volver y tocar estos temas, tan importantes, tan urgentes y a la vez tan imposibles de sacar a la luz . Saludos desde Verscruz, México.
ResponderEliminarHermoso y vaya que aún existe gente buena. 💖😊
ResponderEliminarMe gustó mucho ❤️❤️
ResponderEliminarGracias Mica, soy maestra de primaria y me he dado cuenta de la dificultad para recibir las clases a muchos niños de bajos recursos. Pido a Dios sabiduría y amor para poder trabajar con excelencia, amor y paciencia. Gracias por tus escritos, me anima a ayudar a los demás.
ResponderEliminarIvette Marroquín
Guatemala
De hoy en adela te no me perdere tus escritos mi heroina hermosa, linda historia.
ResponderEliminarEs muy triste y no sabemos dar gracias por lo que tenemos!
ResponderEliminarQue buena historia que refleja la triste realidad de ciertas familias, gracias a Dios existen personas que se solidarizan
ResponderEliminarMuy linda historia! Emociona demasiado, gracias por contarla..
ResponderEliminarAnimo
ResponderEliminarEstoy envuelto en lagrimas, ojala Ezequiel y sus compañeritos logren ser unos adultos fuertes y responsables. Mica gracias por la info que das, eres un ángel
ResponderEliminarHermoso!❤️
ResponderEliminarSos una luchadora mica! Te admiro
ResponderEliminarCuantos Ezequiel hay en el mundo. Dios los bendiga a todos y les ponga gente buena y atenta en su camino.
ResponderEliminarCuantos Ezequiel hay en el mundo. Dios los bendiga a todos y les ponga gente buena y atenta en su camino.
ResponderEliminarEscribís hermoso Mica, me emocioné mucho❤
ResponderEliminarQue bonita historia
ResponderEliminarGracias por esto. Gracias por recordarnos qud bonito todos tenemos lo mismo. Y que es importante enseñar a nuestros hijos a compartir. Me bañé en alma con lágrimas. Un abrazo
ResponderEliminarGracias por esto. Gracias por recordarnos qud bonito todos tenemos lo mismo. Y que es importante enseñar a nuestros hijos a compartir. Me bañé en alma con lágrimas. Un abrazo
ResponderEliminarCuánta realidad en tus palabras, Mica. Soy educadora y puedo reafirmar lo que le sucede a Ezequiel y muchos alumnos más de diferentes partes del mundo, y claramente, es tan lamentable esta situación.
ResponderEliminarFelicidades por tus escritos, he estado leyendolos y tienes un grandísimo talento. Sigue luchando por tus sueños, eres luz. Bendiciones. ��
Hermoso
ResponderEliminarY uno se quejaba teniendo lo necesario
ResponderEliminar❤️❤️🙏
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